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La Rue del Percebe de Chris Ware

Nues­tra que­rida ANA MERINO, res­pon­sa­ble de la vete­rana sec­ción de Cómic de LEER, des­ci­fró en el número del pasado mes de noviem­bre las cla­ves de “Buil­ding Sto­ries”, la pro­di­giosa última obra de Chris Ware que acaba de apa­re­cer en España edi­tada por Reser­voir Books. Recu­pe­ra­mos ahora este escla­re­ce­dor texto.
 

314_RH28160.jpgLos edi­fi­cios que habi­tan las ciu­da­des son per­so­na­jes que han ido fra­guán­dose en la esce­no­gra­fía de los cómics. Nadie puede olvi­dar la inquie­tante Got­ham en la que se desa­rro­llan las inten­sas aven­tu­ras de Bruce Wayne dis­fra­zado de Bat­man, luchando con­tra los cri­mi­na­les y otros seres malig­nos. En la memo­ria colec­tiva está el edi­fi­cio del perió­dico Daily Pla­net, en cuyas ofi­ci­nas se cono­cie­ron Clark Kent y Lois Lane. Nues­tra mirada se ha aso­mado muchas veces a ese aje­treado espa­cio de mesas lle­nas de pape­les y máqui­nas de escribir.

Los cómics de super­hé­roes nos lle­van por la arqui­tec­tura de las ciu­da­des a un ritmo tre­pi­dante donde el vér­tigo es parte fun­da­men­tal de las sen­sa­cio­nes que tras­mi­ten. En las azo­teas y pare­des de los ras­ca­cie­los pode­mos ver a Peter Par­ker trans­for­mado en hom­bre araña. La super­fi­cie pulida se impregna de su ras­tro pega­joso cons­tru­yendo una fina tela des­li­zante cuyos hilos le ayu­dan a enfren­tarse al mal.

Parece que las ciu­da­des son el pai­saje per­fecto para que nues­tra ima­gi­na­ción se entre­tenga con­tem­plando el espec­táculo de la lucha del bien con­tra el mal. Pero las ciu­da­des no son sólo el reino de los super­hé­roes. El cómic de temá­tica fami­liar tam­bién se ha cons­truido en el cora­zón de las ciu­da­des. Sus per­so­na­jes viven en casas o apar­ta­men­tos, y sus aven­tu­ras y des­ven­tu­ras giran alre­de­dor de las cua­tro pare­des del hogar familiar.

Los tebeos de la escuela Bru­guera edu­ca­ron la mirada de varias gene­ra­cio­nes de espa­ño­les que apren­die­ron a enten­der el humor de los dibu­jos y a apre­ciar­los con una pecu­liar finura esté­tica. ¿Qué dise­ña­dor no que­da­ría fas­ci­nado con el mobi­lia­rio mini­ma­lista de Leo­vi­gilda y Her­me­ne­gilda, esas her­ma­nas que inventó Váz­quez en 1949? La edu­ca­ción artís­tica de los tebeos mez­clada con la capa­ci­dad para enten­der el humor más dis­pa­ra­tado nos trans­formó en lec­to­res intui­ti­vos que con los años son­ríen al encon­trar el ras­tro de la Escuela Bru­guera como una hue­lla inde­le­ble tra­zada en una car­ca­jada agri­dulce. El Bar­dín de Max es hijo de esa escuela de la infan­cia lec­tora espa­ñola, aun­que visi­tase la línea clara franco-belga y se aso­mara a la frial­dad del esta­dou­ni­dense de Chris Ware.

13-rue-01La escuela Bru­guera ha sido una heren­cia grá­fica de auto­res mag­ní­fi­cos que he lle­vado a todas par­tes. Hay auto­res y obras que reivin­dico con fer­vor de lec­tora con­ver­tida a la causa de los tebeos desde siem­pre. Y así con esa natu­ra­li­dad patrió­tica de los que vivi­mos lejos y recor­da­mos nues­tra infan­cia con más inten­si­dad le regalé a Chris Ware hace 10 años una reco­pi­la­ción de quiosco de la 13 Rue del Per­cebe. Fue aquel verano en el que Ángel de la Calle me invitó a orga­ni­zar una expo­si­ción sobre Fan­ta­grap­hics para la Semana Negra y me las arre­glé para traer a Joe Sacco, Char­les Burns, Jes­sica Abel, Gary Groth y Chris Ware. La cor­dia­li­dad de la ciu­dad de Gijón y todos los que hacen posi­ble la Semana Negra logra­ron enter­ne­cer a este grupo insó­lito de crea­do­res capi­ta­nea­dos en aque­llos días por un Gary Groth rela­jado que con­tem­plaba con sor­presa la pasión espa­ñola por su línea editorial.

Chris Ware dis­frutó de aquel viaje pese a su tem­pe­ra­mento retraído que com­pen­saba Mar­nie, su ado­ra­ble esposa. Lle­vaba una pequeña cámara por­tá­til y gra­baba obse­si­va­mente los edi­fi­cios. Cami­naba pegado al obje­tivo de aquel pequeño apa­rato, tra­tando de reco­ger todas las silue­tas de la ciu­dad. Fue enton­ces cuando le regalé aque­lla reco­pi­la­ción del 13 Rue del Per­cebe que había creado Ibá­ñez en 1961. Traté de expli­carle los per­so­na­jes y el tipo de humor. Él estaba fas­ci­nado con ese edi­fi­cio donde uno era lec­tor polié­drico de muchas his­to­rias en una sola página auto­con­clu­siva. Le expli­qué que nues­tra gene­ra­ción estaba impreg­nada de estos dibu­jos y del humor de aquel edi­fi­cio dis­pa­ra­tado donde uno podía ver a la vez todo lo que suce­día. Las viñe­tas eran los apar­ta­men­tos y en cada uno se escon­día la esen­cia de una España de otra época muy este­reo­tí­pica pero que sin embargo se sen­tía muy viva.

Tiempo des­pués, cuando en 2006 Chris Ware dibujó la por­tada del New Yor­ker para cele­brar la semana de Acción de Gra­cias y la divi­dió en varias par­tes, no pude dejar de pen­sar en la Rue del Per­cebe, como si los per­so­na­jes de Chris Ware se hubie­ran tras­la­dado a vivir allí. Hace un par de años, un amigo librero que sabía de mi fas­ci­na­ción por los tebeos me regaló una edi­ción espe­cial de la Rue del Per­cebe donde uno cons­truye la casa. El libro se trans­forma en un objeto de car­tu­lina y los per­so­na­jes son recor­ta­bles que vas colo­cando. Era una ver­sión modes­tí­sima del uni­verso Ware, que sin saberlo tiene a su alter ego habi­tando en algún rin­cón de esa 13 Rue del Per­cebe.

Estoy segura que Kim Thom­pson me daría la razón, con­ven­cido de que Ware y su uni­verso de car­tu­li­nas y libros de letra dimi­nuta es un cata­li­za­dor de muchas tra­di­cio­nes que en la mirada esta­dou­ni­dense diri­giere con abso­luta sor­presa. Ese público des­co­noce los tex­tos ilu­mi­na­dos, las minia­tu­ras que deco­ra­ban libros y per­ga­mi­nos de tiem­pos ante­rio­res a la imprenta en Europa o Asia, y no se detie­nen ni siquiera a bus­car entre las revis­tas de sus bisa­bue­los las posi­bles for­mas grá­fi­cas que ins­pi­ra­ron a Ware.

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La caja llena de recor­ta­bles y tebeos que ha inven­tado Ware en su Buil­ding Sto­ries es como una gran caja de jue­gos reuni­dos con los table­ros de jue­gos, los libros de ins­truc­cio­nes y las fichas pla­nas. Todo ela­bo­rado con la obse­siva meticu­losi­dad de las minia­tu­ras. La forma se apro­pia del fondo y nos con­funde, es una Rue del Per­cebe densa de per­so­na­jes tris­tes, en una Amé­rica con­tem­po­rá­nea donde la frial­dad es el nuevo len­guaje. La voz es un edi­fi­cio en el que vive una mujer que trata de des­ci­frar su pro­pia tris­teza y crece en la ago­nía de una vida fami­liar llena de ansie­da­des. En la caja de jue­gos de Chris Ware las his­to­rias que cons­trui­mos están mace­ra­das por las rui­nas de un pre­sente des­alen­ta­dor. Uno deja de leer para obser­var todo aque­llo con cierta extra­ñeza incó­moda por­que cuando éra­mos niños la des­es­pe­ranza de los per­so­na­jes de la edi­to­rial Bru­guera nos cau­sa­ban risa.

ANA MERINO

Una ver­sión de esta entre­vista fue ori­gi­nal­mente publi­cada en el número de noviem­bre de 2013, 247, de la Revista LEER (cóm­pralo en tu quiosco, en el Quiosco Cul­tu­ral de ARCE, o mejor aún, sus­crí­bete).

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