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Javier Rodrigo: “En una guerra civil toda la población es beligerante”

Desde la aparición en 2005 de ‘Cautivos. Campos de concentración en la España franquista, 1936-1947’, Javier Rodrigo se ha convertido en un referente de la nueva historiografía contemporánea y uno de los más activos y prolíficos investigadores españoles. Si aquel libro ha quedado como el más detallado y riguroso estudio sobre el sistema concentracionario de la dictadura, ‘Comunidades rotas. Una historia global de las guerras civiles, 1917-2017’, escrito junto al también historiador y profesor David Alegre, representa un primer y ambicioso intento de revisitar la Historia del siglo XX y lo que va del XXI como una concatenación de guerras fratricidas. Por FERNANDO PALMERO

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Cate­drá­tico acre­di­tado en la Uni­ver­si­tat Autò­noma de Bar­ce­lona e inves­ti­ga­dor en ICREA, Javier Rodrigo (Zara­goza, 1977) se doc­toró en el Ins­ti­tuto Euro­peo de Flo­ren­cia y se con­vir­tió con el paso de los años y de las publi­ca­cio­nes aca­dé­mi­cas en uno de los mayo­res exper­tos en la Gue­rra Civil espa­ñola y la pos­te­rior repre­sión fran­quista. Al ya clá­sico Cau­ti­vos (Crí­tica, 2005), estu­dio inelu­di­ble sobre el fun­cio­na­miento del sis­tema con­cen­tra­cio­na­rio del régi­men, le siguie­ron, entre otros, Hasta la raíz. Vio­len­cia durante la Gue­rra Civil y la dic­ta­dura fran­quista (Alianza, 2008), donde se detiene en aspec­tos poco cono­ci­dos como los pare­do­nes de fusi­la­miento, las fosas comu­nes, las desa­pa­ri­cio­nes o las cár­ce­les clan­des­ti­nas, esto es, la vasta geo­gra­fía del terror impuesta por los ven­ce­do­res de la con­tienda. O La gue­rra fas­cista. Ita­lia en la Gue­rra Civil espa­ñola, 1936–1939 (Alianza, 2016), una inves­ti­ga­ción que indaga en la deter­mi­nante influen­cia que tuvo el régi­men de Mus­so­lini para la vic­to­ria de Franco y para la con­fi­gu­ra­ción del Nuevo Estado («par­tido único, mili­cia única, sin­di­cato único»). O, ya en el ámbito de las cons­truc­cio­nes narra­ti­vas del pasado, Cru­zada, paz, memo­ria. La Gue­rra Civil en sus rela­tos (Coma­res, 2013). Por­que, explica, «lo que hoy es la Gue­rra Civil es, fun­da­men­tal­mente, el resul­tado de un agre­gado de sig­ni­fi­ca­dos, una maraña de narra­cio­nes y rela­tos super­pues­tos, pero no en estra­tos per­fec­tos», ya que, «el relato de la gue­rra» es, entre otras cosas, «un meca­nismo de legi­ti­ma­ción ideológica».

Pero Javier Rodrigo se ha acer­cado al fenó­meno de la vio­len­cia colec­tiva y la his­to­ria de la gue­rra desde otras pers­pec­ti­vas. Fue edi­tor de la obra Polí­ti­cas de la vio­len­cia. Europa, siglo XX (PUZ, 2014), donde defi­nía el «Nove­cien­tos euro­peo» como «el siglo de la demo­cra­cia y de la cien­cia, pero tam­bién el de las revo­lu­cio­nes y los fas­cis­mos. El siglo de la vio­len­cia, del geno­ci­dio y del terror». Una defi­ni­ción que ha ampliado a gran parte del mundo y ha com­ple­tado a tra­vés del con­cepto de gue­rra civil en Comu­ni­da­des rotas. Una his­to­ria glo­bal de las gue­rras civi­les, 1917–2017 (Gala­xia Guten­berg, 2019), escrito junto al pro­fe­sor de la Uni­ver­si­tat de Girona David Ale­gre. «Situar un amplio con­junto de gue­rras civi­les den­tro de una narra­tiva com­par­tida y de largo alcance», escri­ben en la Intro­duc­ción de la obra, «per­mite, por un lado, la refu­ta­ción de los dis­cur­sos esen­cia­lis­tas e intere­sa­dos de los nacio­na­lis­mos en cual­quier lati­tud, según los cua­les los con­flic­tos inter­nos se expli­can sobre todo –si no en exclu­siva– por las espe­ci­fi­ci­da­des intrín­se­cas de la socie­dad afec­tada. Por otro lado, y muy rela­cio­nado con ello, la impug­na­ción de las visio­nes de los espec­ta­do­res exter­nos, perio­dis­tas, líde­res polí­ti­cos, diplo­má­ti­cos y opi­nión pública en gene­ral, que sue­len obser­var y expli­car los enfren­ta­mien­tos arma­dos como mani­fes­ta­cio­nes de la bar­ba­rie, la sed de ven­ganza y el atraso de aque­llos que los sufren».

En el libro, cuando reco­no­céis la difi­cul­tad para dar una defi­ni­ción de gue­rra civil, debido a que las cau­sas, el des­plie­gue, la inten­si­dad y las con­se­cuen­cias son en cada caso dis­tin­tas, recu­rrís a Herá­clito con la espe­ranza de encon­trar un ele­mento común y ori­gi­na­rio: «gue­rra es padre de todos», escribe el de Éfeso. Al fin y al cabo, ¿la era de la gue­rra civil no es la era de la huma­ni­dad?
Posi­ble­mente. A par­tir de las fuen­tes dis­po­ni­bles se puede dedu­cir que el fenó­meno de la gue­rra interna, del con­flicto armado para la expul­sión del enemigo de un terri­to­rio cuya sobe­ra­nía se reclama, ha exis­tido siem­pre. Bien es cierto que las dimen­sio­nes de gue­rra total que adquie­ren las gue­rras civi­les durante la segunda mitad del XIX y durante todo el siglo XX supo­nen un salto cua­li­ta­tivo muy impor­tante. Y eso el pri­mero en teo­ri­zarlo en la edad con­tem­po­rá­nea es Fran­cis Lie­ber, que des­pués de la Gue­rra de Sece­sión ame­ri­cana plan­tea: lo que hemos vivido en la naciente unión es una forma de gue­rra dife­rente a lo que se había vivido, por ejem­plo, en la gue­rra de inde­pen­den­cia, un tipo de gue­rra de expul­sión de una parte de la civi­tas del pro­pio terri­to­rio cuya sobe­ra­nía com­par­ti­mos. En una gue­rra total, como son las gue­rras civi­les, una de las dos par­tes siem­pre puede ganar a la otra, no se trata de un acto de vio­len­cia uni­la­te­ral con­tra pobla­cio­nes desam­pa­ra­das, que sería un fenó­meno de gue­rra colo­nial. La gue­rra civil supone que hay dos para­es­ta­dos com­ba­tiendo por la pro­pia sobe­ra­nía, que tie­nen armas, poten­cia de fuego y capa­ci­dad de movi­li­za­ción, es un tipo de gue­rra que entronca per­fec­ta­mente con el con­cepto de gue­rra nacio­nal napo­leó­nica, en la que toda la nación está en armas por­que toda la nación es objeto y sujeto de la gue­rra. Vic­tor Serge, en Media­no­che en el siglo, a pro­pó­sito de la gue­rra civil rusa, dice que la gue­rra civil no admite al no beli­ge­rante, es decir, toda la pobla­ción es beli­ge­rante por­que toda la pobla­ción forma parte de esta con­fron­ta­ción entre iden­ti­da­des nacio­na­les cuyo obje­tivo es la expul­sión del otro del terri­to­rio nacio­nal. Este tipo de gue­rra ha exis­tido siem­pre, pero en el siglo XIX, y sobre todo en el XX, tene­mos prue­bas empí­ri­cas de que adquiere ran­gos de extrema com­ple­ji­dad y sobre todo de totalización.

¿A par­tir sobre todo de la Gue­rra Civil espa­ñola?
No, des­pués de la Segunda Gue­rra Mun­dial. Des­pués de 1945, el 90 por ciento de las gue­rras que se pro­du­cen en el mundo son gue­rras inter­nas, gue­rras civi­les que a su vez devie­nen en geno­ci­dios, devie­nen en des­pla­za­mien­tos for­zo­sos, devie­nen en inter­cam­bios de pobla­ción, devie­nen en for­mas de vio­len­cia extrema. Desde España tene­mos la ten­den­cia a pen­sar que la era de las gue­rras civi­les es la era que afecta a nues­tra pro­pia Gue­rra Civil, la de los años 30, la gue­rra de la gue­rras, revo­lu­ción y con­tra­rre­vo­lu­ción, fas­cismo y anti­fas­cismo, pero si nos ate­ne­mos a los datos empí­ri­cos y a los datos cuan­ti­ta­ti­vos real­mente la ver­da­dera era de las gue­rras civi­les es des­pués de 1945. Uno de los pro­ble­mas que hemos tenido en la orga­ni­za­ción interna de este libro, que es un libro muy com­plejo, ha sido la dis­pa­ri­dad de estu­dios y de casos. Si nos ate­ne­mos a los años 20 y 30, por ejem­plo, es muy fácil, por­que tanto en Europa como fuera de Europa nos encon­tra­mos con un número pun­tual de gue­rras, en China, y en Europa, Rusia, Fin­lan­dia, Irlanda y España. Durante la Segunda Gue­rra Mun­dial el fenó­meno de la gue­rra civil explota, por­que a fin de cuen­tas la gue­rra civil es la forma que sobre el terreno adquiere la ocu­pa­ción, pero des­pués de la Segunda Gue­rra Mun­dial nos encon­tra­mos gue­rras civi­les en todos los con­ti­nen­tes salvo en uno: Europa. Y esto es lo que ha media­ti­zado en buena medida los estu­dios de la his­to­rio­gra­fía y la cien­cia polí­tica, el hecho de que como en Europa deja de haber gue­rras civi­les, se cree que ter­mina la era de la gue­rra civil, y es al revés, es cuando empieza la era de la gue­rra civil en el mundo.

«La gue­rra civil no es un acto de vio­len­cia uni­la­te­ral. Dos para­es­ta­dos com­ba­ten por la sobe­ra­nía con armas, poten­cia de fuego y capa­ci­dad de movilización»

Una de las afir­ma­cio­nes más intere­san­tes del libro es que, más que los nacio­na­lis­mos, ha sido la ges­tión de las mino­rías lo que ha lle­vado a las gue­rras civi­les que ha habido en Europa, como en Yugos­la­via.
El hecho de expre­sarlo así es para mos­trar nues­tro rechazo a esta idea un tanto común y gene­ral que dice que los nacio­na­lis­mos son la causa de los males del siglo XX. En cierta medida es una sim­pli­fi­ca­ción y una recu­sa­ción glo­bal del con­cepto y las prác­ti­cas nacio­na­lis­tas, que yo creo que esconde más de lo que explica. Yo soy muy crí­tico tanto con el pasado como con el pre­sente de los movi­mien­tos nacio­na­lis­tas, sobre todo cuando impli­can la cons­truc­ción de uni­da­des nacio­na­les puras, homo­gé­neas, sos­te­ni­das en el espa­cio y en el tiempo y que nunca exis­ten, evi­den­te­mente, son cons­truc­tos teó­ri­cos, pero eso no evita que deven­gan en for­mas de actua­ción colec­tiva, lo cual es pro­ble­má­tico por­que nie­gan la com­ple­ji­dad de los teji­dos socia­les. Y no es nin­guna casua­li­dad que esto lo diga en Cata­luña, en medio de una movi­li­za­ción en clave etno­na­cio­nal. Lo que inten­tá­ba­mos decir en el libro es que más allá de la cues­tión de los nacio­na­lis­mos, las gue­rras civi­les tam­bién res­pon­den a otras diná­mi­cas, tam­bién hay impe­rios o enti­da­des plu­ri­na­cio­na­les que no son exclu­si­va­mente homo­ge­nei­za­do­ras, pero en las que la ges­tión del pro­blema de las mino­rías nacio­na­les acaba en pro­ble­má­ti­cas arma­das. Si aten­de­mos al caso de Yugos­la­via vemos que, ya no sola­mente en los años 90, tam­bién en los años 40, durante la Segunda Gue­rra Mun­dial, la pésima ges­tión de la cues­tión de la plu­ri­na­cio­na­li­dad en un espa­cio como los Bal­ca­nes puede deve­nir, y de hecho deviene, en con­flic­tos arma­dos a mul­ti­ban­das. Ahí, de hecho, es el nacio­na­lismo yugos­lavo que repre­sen­ta­ría Tito a par­tir de 1946 el que acaba solu­cio­nando el pro­blema de las cri­sis y las frac­tu­ras etno­na­cio­na­les. Esa es la para­doja. Y lo que devino en gue­rra civil fue, sobre todo, la posi­bi­li­dad real de que cada uno de esos terri­to­rios, los čet­nici de Mihai­lo­vić, la pro­pia Ser­bia de Nedić, el Estado Inde­pen­diente de Croa­cia de Ante Pave­lić y, por supuesto, los par­ti­sa­nos de Tito, todos y cada uno de ellos, con su pro­pia iden­ti­dad nacio­nal, pero tam­bién con sus pro­pios meca­nis­mos de movi­li­za­ción y de recur­sos arma­dos, reivin­di­ca­ran la sobe­ra­nía terri­to­rial sobre la entera Yugoslavia.

Siguiendo a Hobs­bawm, que dice que los nue­vos nacio­na­lis­mos como el cata­lán, el esco­cés o el de la Pada­nia ita­liana no piden lo que los vie­jos nacio­na­lis­mos, ni quie­ren emi­tir moneda, ni quie­ren ejér­cito pro­pio ni fron­te­ras, lo que están pidiendo es ser enti­da­des autó­no­mas. ¿Crees que se puede estar ges­tando en la Europa actual una nueva ola de gue­rras civi­les?
Los nue­vos nacio­na­lis­mos curio­sa­mente reivin­di­can a los vie­jos nacio­na­lis­mos, es decir, las nue­vas for­mas de movi­li­za­ción etno­na­cio­nal no dejan de ape­lar a la tra­di­ción his­tó­rica, a los dere­chos his­tó­ri­cos… En Cata­luña se habla de 300 años de repre­sión, ocu­pa­ción y vio­len­cia. Y la ape­la­ción es abier­ta­mente nacio­nal popu­lista. Cuando aquí se firma una decla­ra­ción de inde­pen­den­cia lo hacen ape­lando al pue­blo de Cata­luña, y toda la actual oleada de movi­li­za­cio­nes, lla­mé­mosla sobe­ra­nista, que se ini­cia hacia 2011–2012, apela al pue­blo, a la uni­dad popu­lar, a un sol poble, como dicen, un lema evi­den­te­mente falso, una men­tira, es solo una forma de movi­li­zar a la pobla­ción en un momento en el que se sabe que habién­dose des­ac­ti­vado las gran­des uto­pías movi­li­za­do­ras del siglo XX, solo que­dan o las reivin­di­ca­cio­nes labo­ra­les, que cada vez movi­li­zan a menos gente, o reivin­di­ca­cio­nes de carác­ter etnoi­den­ti­ta­rio y sen­ti­men­tal, qué sí que movi­li­zan muy fuer­te­mente. Dicho esto, me cuesta ver posi­bi­li­da­des de una con­fron­ta­ción real que deven­gan en un con­flicto armado. Exis­ten ahora con­flic­tos arma­dos en el con­texto euro­peo, en el Don­báss, en Ucra­nia, que, a efec­tos de la teo­ría gene­ral de la gue­rra civil, nos ense­ñan, como tam­bién la gue­rra en Siria, cómo en última ins­tan­cia las gue­rras civi­les se han aca­bado con­vir­tiendo en el resul­tado de la inter­ven­ción de las poten­cias inter­na­cio­na­les sobre un terri­to­rio. Una de las carac­te­rís­ti­cas de las gue­rras civi­les en la segunda pos­gue­rra mun­dial es que se con­vier­ten en proxy wars, en gue­rras de inter­ven­ción sub­si­dia­ria e inter­ven­ción indi­recta por parte de gran­des poten­cias, que se valen de los agen­tes sobre el terreno para influir, con­tro­lar recur­sos natu­ra­les, ener­gé­ti­cos, pobla­cio­na­les, con­trol de fron­te­ras, con­tro­les migra­to­rios… Eso es lo que yo dudo que se pueda dar en Europa. Tam­bién es ver­dad que en Ucra­nia se empezó con el Mai­dán y aquí se está hablando tam­bién de una movi­li­za­ción per­ma­nente, al estilo Mai­dán, para Cata­luña. Pero los con­tex­tos y el acceso al arma­mento no son equiparables.

Javier Rodrigo retratado en la Rambla del Poblenou de Barcelona para LEER el 16 de octubre de 2019.
Javier Rodrigo retra­tado en la Ram­bla del Poble­nou de Bar­ce­lona para LEER el 16 de octu­bre de 2019. / C. T.

¿Hay posi­bi­li­da­des reales de una movi­li­za­ción per­ma­nente?
Como ocu­rre en el País Vasco, mi opi­nión es que la dimen­sión sim­bó­lico iden­ti­ta­ria no se va a resol­ver nunca, la reivin­di­ca­ción del espa­cio público, los lazos ama­ri­llos en Cata­luña o las pan­car­tas de los pre­sos en el País Vasco en las pla­zas, la car­te­le­ría, el enfren­ta­miento inte­lec­tual, por así decirlo, la uti­li­za­ción de la len­gua, fun­da­men­tal, el uso de la cul­tura, de una deter­mi­nada esté­tica, el hecho de no que­rer seguir siendo espa­ño­les, que­rer un car­net de iden­ti­dad dife­rente, una nacio­na­li­dad polí­tica dife­rente, repre­sen­ta­ción diplo­má­tica pro­pia, selec­cio­nes depor­ti­vas, todo eso, que yo con­si­dero que es per­fec­ta­mente legí­timo, no se va a resol­ver. Pero uno de los resul­ta­dos del mal lla­mado pro­cés es que se han redu­cido mucho los már­ge­nes para un cata­la­nismo no inde­pen­den­tista, auto­no­mista his­tó­rico, por­que han con­se­guido ven­der muy bien, al menos den­tro de Cata­luña, la idea de la uto­pía exi­tosa, con mucho de wish­ful thin­king, evi­den­te­mente, pero lo que no ha habido es una refle­xión pro­funda sobre lo que real­mente pasa­ría en caso de inde­pen­den­cia. Está muy bien hablar de la uto­pía y del pro­yecto nacio­nal, pero nadie ha hablado de qué pasa­ría con las mino­rías, qué pasa­ría con el arma­mento, con el Ejér­cito, qué pasa­ría con los títu­los uni­ver­si­ta­rios, con el espa­cio euro­peo de edu­ca­ción supe­rior, con las pen­sio­nes o con la sani­dad pública. De todo eso nadie habla. Entre 2015 y 2017 esto fue una oleada de son­ri­sas, y yo lo entiendo per­fec­ta­mente, yo soy muy com­pren­sivo, a pesar de no com­par­tirlo. Y entiendo tam­bién que la clase media con hipo­te­cas e hijos mire esto con un poco de reti­cen­cia, pero los que tie­nen poco que per­der, la ter­cera edad y los jóve­nes, que son los que más se movi­li­zan, lo viven como una uto­pía revo­lu­cio­na­ria. Mis alum­nos con­si­de­ran que la inde­pen­den­cia de Cata­luña es una forma de revo­lu­ción, y es nor­mal, pero eso no puede sus­ti­tuir a un debate crí­tico y real.

«Está muy bien hablar de la uto­pía y el pro­yecto nacio­nal, pero lo que no ha habido en Cata­luña es una refle­xión pro­funda sobre lo que pasa­ría en caso de independencia»

El fenó­meno terro­rista que se vivió en Europa en los años 70 y 80, ¿puede ser con­si­de­rado una gue­rra civil, tal y como lo defi­nían gru­pos arma­dos como ETA o la Bri­ga­das Rojas?
No, esa era una retó­rica auto­le­gi­ti­ma­dora. En este libro iden­ti­fi­ca­mos tres ele­men­tos que como mínimo tie­nen que for­mar parte de aque­llo que enten­de­mos por gue­rra civil: terri­to­ria­li­dad, sobe­ra­nía y poten­cia de fuego. Yo tengo mis dudas de que hubiera una reivin­di­ca­ción terri­to­rial y de sobe­ra­nía en la Bri­ga­das Rojas, que tenían como obje­tivo una inci­den­cia en la arqui­tec­tura polí­tica de la Ita­lia de la segunda pos­gue­rra mun­dial, y tengo mis dudas de que ETA, en sí misma, se pueda reivin­di­car un ejér­cito con poten­cia de fuego real y con capa­ci­dad real de movi­li­za­ción terri­to­rial para recla­mar una sobe­ra­nía. A pesar de que la retó­rica hable de la unión de los dife­ren­tes terri­to­rios vas­cos y de la inde­pen­den­cia, la reali­dad es un poco más com­pleja que esos cons­truc­tos pro­pa­gan­dís­ti­cos. En este libro se habla del aten­tado con­tra la casa cuar­tel de Zara­goza, que a mí me marcó mucho. Este es un aten­tado que supues­ta­mente esta­ría en un marco de gue­rra civil en Eus­kadi, pero, en pri­mer lugar, es en Zara­goza, un lugar ajeno al ámbito terri­to­rial; se lleva a cabo con­tra pobla­ción civil, es decir, con­tra pobla­ción no com­ba­tiente, y no con inten­cio­na­li­dad mili­tar, sino para ate­rro­ri­zar a la pobla­ción; por último, ni tan siquiera lo eje­cuta un inte­grante de la comu­ni­dad nacio­nal, por­que lo hace el comando de libe­ra­dos de Henri Parot. ¿En qué medida este acto de terro­rismo, uni­la­te­ral, con­tra pobla­ción civil, fuera del marco terri­to­rial reivin­di­cado se puede con­si­de­rar real­mente un acto o una bata­lla o un hecho de gue­rra civil? Sin­ce­ra­mente tengo mis dudas. La cien­cia polí­tica esta­blece una dife­ren­cia clara entre gue­rra civil y terro­rismo. Para que haya una gue­rra tiene que haber movi­li­za­ción, terri­to­ria­li­dad y poten­cia de fuego. Y esto es lo que no hay en la mayo­ría de los casos de vio­len­cia peri­fé­rica o vio­len­cia que puede estar más o menos imbri­cada den­tro de la cul­tura y de las comu­ni­da­des loca­les, pero que no alcanza el esta­tus bélico.

¿Que Otegi se pueda pre­sen­tar a las elec­cio­nes es una vic­to­ria del Estado de dere­cho o una derrota?
Que Otegi se pre­sente a las elec­cio­nes es el resul­tado de un pro­ceso jurí­dico en el cual, por la apli­ca­ción de una legis­la­ción por parte de un Estado con per­fec­tas garan­tías demo­crá­ti­cas como es España, esta per­sona tiene la legi­ti­mi­dad para hacerlo, con lo cual creo que es una vic­to­ria del Estado de dere­cho. Pero segu­ra­mente una derrota de un relato según el cual el terro­rismo era inacep­ta­ble en todos los sen­ti­dos y en todos los tér­mi­nos. Me explico. El hecho de que la mayo­ría de los pre­sos y ex pre­sos de ETA no haya reco­no­cido el dolor cau­sado ni hayan pedido per­dón; el hecho de que las víc­ti­mas del terro­rismo de ETA no for­men parte del núcleo cen­tral iden­ti­ta­rio de la cul­tura y de la memo­ria en España y que hayan sido apro­pia­das por unos deter­mi­na­dos sec­to­res de la opi­nión pública y de la vida de los par­ti­dos polí­ti­cos; el hecho de que hable­mos tanto de las fosas comu­nes de la Gue­rra Civil y del Valle de los Caí­dos y tan poco de las niñas muer­tas en Zara­goza o en Vic; el hecho de que los actos en Bar­ce­lona para reivin­di­car a las víc­ti­mas de Hiper­cor sean actos mino­ri­ta­rios, creo que todo esto es un fra­caso de los dife­ren­tes rela­tos super­pues­tos que con­fi­gu­ran la opi­nión pública en España. Creo que es un fra­caso narra­tivo y es un fra­caso de la idea de que la vio­len­cia nunca es reivin­di­ca­ble. Piensa otra cosa. Car­les Puig­de­mont, en Water­loo, se hizo una foto con Fredi Ben­ta­na­chs, uno de los miem­bros fun­da­do­res de Terra Lliure. La per­sona que está detrás de las huel­gas patrió­ti­cas de Cata­luña, es decir, de la Inter­sin­di­cal CSC, es Car­les Sas­tre, que sale a la calle gra­cias a la Ley de Amnis­tía de 1977 y estaba dete­nido por su par­ti­ci­pa­ción en Epoca (el Exèr­cit Popu­lar Català) y por ponerle una bomba a José María Bultó y reven­tarle el pecho delante de su fami­lia por una ame­naza eco­nó­mica. A este hom­bre, cuando lo pre­sen­tan en TV3 como el líder que orga­nizó la huelga patrió­tica del 3 de octu­bre de 2017 o la última de febrero de este año, lo defi­nen como inde­pen­den­tista de viejo cuño, de larga estirpe. Pero es un terro­rista que ha con­ce­bido la vio­len­cia y el ase­si­nato como vía legí­tima para alcan­zar las reivin­di­ca­cio­nes nacio­na­les. Lo ha con­ce­bido y ade­más lo ha eje­cu­tado. Eso, o que en mi uni­ver­si­dad haya pin­ta­das de Terra Lliure todos los días y que mis alum­nos lle­ven cami­se­tas de Terra Lliure, haciendo apo­lo­gía del terro­rismo, es el fra­caso del relato, con­se­cuen­cia de que no ha habido una ver­da­dera inci­den­cia en la edu­ca­ción pública y en los medios de comu­ni­ca­ción sobre qué es lo que repre­senta el terro­rismo en la His­to­ria de España del siglo XX.

¿Qué opi­nión te merece que la memo­ria his­tó­rica se imponga como ley? ¿Era nece­sa­ria? ¿Ha sido posi­tiva?
Esta ley res­ponde a un con­texto muy deter­mi­nado, desde que en el año 2000 se ini­cian las pri­me­ras exhu­ma­cio­nes en Pria­ranza del Bierzo. Yo lo conozco bien, por­que par­ti­cipé en algu­nos de los deba­tes pre­vios en el Senado y en el Cen­tro de Estu­dios Polí­ti­cos y Cons­ti­tu­cio­na­les, enton­ces diri­gido por José Álva­rez Junco, donde se dis­cu­tie­ron algu­nos de los ele­men­tos que aca­ba­ron for­mando parte de la ley, que estuvo bási­ca­mente en manos de la vice­pre­si­denta María Teresa Fer­nán­dez de la Vega y de la comi­sión inter­mi­nis­te­rial. El resul­tado final es una ley de míni­mos que pre­tende esta­ble­cer un marco. No dice nada res­pecto al Valle de los Caí­dos, más allá de que no puede haber allí nin­gún tipo de acto polí­tico. No dice nada de los osa­rios, cuando aque­llo no deja de ser la gran fosa común del fran­quismo. Las fami­lias andan bus­cando a sus muer­tos y no los encuen­tran, y resulta que ha habido dece­nas de miles de tras­la­dos desde 1959 hasta los 70, y toda­vía en 1981, des­pués del intento de golpe de Estado, hay más de tres­cien­tas fami­lias que deci­den lle­var a sus fami­lia­res al Valle de los Caí­dos, al lado de la tumba del Gene­ra­lí­simo. La Ley de Memo­ria His­tó­rica deja dema­sia­dos flan­cos abier­tos y es vista de manera muy insa­tis­fac­to­ria por parte del movi­miento aso­cia­tivo. La con­di­ción de víc­tima del fran­quismo tiene una vali­dez sim­bó­lica impor­tante pero nin­guna vali­dez jurí­dica. Tam­poco afronta con sufi­ciente deci­sión el tema de las cau­sas suma­rí­si­mas del fran­quismo, a pesar de que se podría haberlo resuelto de manera gené­rica, dero­gando todas, por­que haberlo hecho una por una habría colap­sado el sis­tema judi­cial, ya de por sí bas­tante colap­sado en España. Yo creo que es una ley impre­cisa, que no ter­mina de asu­mir la res­pon­sa­bi­li­dad del Estado en la iden­ti­fi­ca­ción y exhu­ma­ción de fosas y de resig­ni­fi­ca­ción identitario-simbólica, y que deja muchos temas abier­tos, por­que en nin­gún momento se habla de la inves­ti­ga­ción, y la inves­ti­ga­ción, his­tó­rica, socio­ló­gica, antro­po­ló­gica, es un ele­mento capi­tal sin el cual no se entiende nada.

«Un libro de his­to­ria no está para recu­pe­rar la memo­ria de las víc­ti­mas, un libro de his­to­ria busca la com­ple­ji­dad y el aná­li­sis de la acción humana en el pasado»

¿Y para la his­to­rio­gra­fía ha sido posi­tiva? ¿La ley ha podido ideo­lo­gi­zar a algu­nos inves­ti­ga­do­res?
No, esos ya esta­ban ideo­lo­gi­za­dos pre­via­mente. Evi­den­te­mente la his­to­rio­gra­fía y el movi­miento memo­ria­lista tie­nen agen­das dife­ren­tes, inten­cio­na­li­da­des dife­ren­tes, reivin­di­ca­cio­nes dife­ren­tes, que a veces se tocan y a veces se con­fron­tan. Un libro de his­to­ria no está para recu­pe­rar la memo­ria de las víc­ti­mas, un libro de his­to­ria busca la com­ple­ji­dad y el aná­li­sis de la acción humana en el pasado, busca los por­qués, y el movi­miento memo­ria­lista busca más bien una reivin­di­ca­ción, tiene una pro­yec­ción de valo­res mora­les, muy pre­sen­tis­tas, ade­más. Lo que pasa es que la his­to­rio­gra­fía a veces tam­bién es pre­sen­tista y tam­bién pro­yecta valo­res mora­les, con lo cual tam­poco se puede hacer sin más una dis­tin­ción neta del ámbito de la memo­ria y el ámbito de la his­to­rio­gra­fía. Para la his­to­rio­gra­fía y la inves­ti­ga­ción his­tó­rica, desde mi punto de vista, el movi­miento memo­ria­lista ha sido posi­tivo. Cuando nació todo esto, en los pri­me­ros 2000, yo estaba empe­zando mi inves­ti­ga­ción sobre los cam­pos de con­cen­tra­ción y me favo­re­ció muchí­simo, aun­que desde den­tro del movi­miento ya se podían ver apro­pia­cio­nes y usos espu­rios del relato memo­ria­lista dise­ña­dos para las diná­mi­cas polí­ti­cas del pre­sente. Ahí por ejem­plo apa­re­ció, sin ir más lejos, Juan Car­los Mone­dero, y sur­gió toda la uti­li­za­ción del dis­curso de la memo­ria his­tó­rica como ele­mento gene­ra­cio­nal y de recu­sa­ción a la glo­ba­li­dad de la Tran­si­ción que luego reivin­di­cará Pode­mos. Eso nace en 2002, en la pri­mera reunión de la Aso­cia­ción para la recu­pe­ra­ción de la Memo­ria His­tó­rica en Pon­fe­rrada, por­que yo estaba en ella, y tam­bién estaba Mone­dero, y el pre­si­dente de la ARMH, Emi­lio Silva, que no es un agente ajeno o externo al ámbito de lo polí­tico y al ámbito de las reivin­di­ca­cio­nes pre­sen­tis­tas. Claro que el movi­miento memo­ria­lista, más allá o no de la influen­cia sobre la his­to­rio­gra­fía, se acaba con­vir­tiendo en un sujeto polí­tico de pri­mer orden. A mitad de su pri­mera legis­la­tura Zapa­tero lo mete en la agenda polí­tica, y lo hace entre otras cosas por­que Silva y los fun­da­do­res del movi­miento lo qui­sie­ron. Ya antes, cuando surge en la segunda legis­la­tura de Aznar, acaba con­vir­tién­dose en uno de los ele­men­tos del dis­curso pro­pio de la izquierda. Ahí ha habido diná­mi­cas inter­nas a las que el movi­miento memo­ria­lista debe­ría res­pon­der. Des­pués, la cri­sis eco­nó­mica de 2008 impactó de tal modo que se dejó de hablar de pro­ble­mas iden­ti­ta­rios y sim­bó­li­cos para hablar del paro. Cuando el PP ganó las elec­cio­nes de 2011 no derogó la Ley de Memo­ria His­tó­rica, pero la con­geló de facto mediante la con­ce­sión pre­su­pues­ta­ria. Y el movi­miento memo­ria­lista entró en cri­sis hasta el punto de que algu­nas aso­cia­cio­nes aca­ba­ron disol­vién­dose ante la impo­si­bi­li­dad de con­ti­nuar ade­lante con un pro­grama y un pro­yecto común que supues­ta­mente con­sis­tía en la iden­ti­fi­ca­ción y exhu­ma­ción de víc­ti­mas y la reivin­di­ca­ción del espa­cio público, de la edu­ca­ción y de los ele­men­tos simbólicos.

¿Qué dife­ren­cia el tra­bajo de los nue­vos his­to­ria­do­res como tú de lo que se había estado haciendo hasta ahora?
Creo que la his­to­rio­gra­fía que se hace ahora es mejor que la que se hacía hace 25 años. Lo cual no quiere decir que los his­to­ria­do­res de antes hicie­sen peor his­to­rio­gra­fía. Los his­to­ria­do­res de hace 25 años tam­bién hacen hoy mejor his­to­ria. Evi­den­te­mente el ámbito de la inves­ti­ga­ción es muy com­plejo, pero sí que es cierto que en muchos casos res­pon­día a diná­mi­cas pre­de­ter­mi­na­das tam­bién por una serie de ses­gos polí­ti­cos. El final de las uto­pías polí­ti­cas del siglo XX y la caída del Muro, y esto lo cuenta muy bien Hobs­bawm, incide en toda la his­to­rio­gra­fía mun­dial, y España no es ajena a ello. Tras el colapso de los gran­des para­dig­mas, el uso de con­cep­tos como clase o super­es­truc­tura ha des­a­pa­re­cido del ámbito de la inves­ti­ga­ción his­tó­rica. Ese colapso devino en una cierta estu­pe­fac­ción gene­ra­li­zada: no sabe­mos dónde esta­mos, no sabe­mos hacia dónde vamos. Y el resul­tado ha sido o el atrin­che­ra­miento o la aper­tura a nue­vos hori­zon­tes o a nue­vos fren­tes. La his­to­rio­gra­fía hoy es mejor por­que es más trans­na­cio­nal, por­que es más com­pa­ra­tiva, por­que par­ti­cipa de diná­mi­cas inter­na­cio­na­les. Incluso el con­cepto de his­pa­nismo ha dejado de ser ope­ra­tivo por­que hay más espa­ño­les tra­ba­jando en uni­ver­si­da­des del Reino Unido, Fran­cia, Ita­lia o EEUU que his­pa­nis­tas en sen­tido estricto, aque­llos Bre­nan, Pres­ton, Payne o Benas­sar que desde sus terri­to­rios inves­ti­ga­ban sobre España. Ya no es nece­sa­rio ese his­pa­nismo como muleta para entrar en el dis­curso inter­na­cio­nal. Ahora mismo la his­to­rio­gra­fía espa­ñola es inter­na­cio­nal, es plu­ri­lin­güe y está cada vez más preo­cu­pada por las cate­go­rías y no sola­mente por la recons­truc­ción empí­rica y el marco de lo estric­ta­mente iden­ti­fi­ca­ble con la inves­ti­ga­ción de archivo y la fuente pri­ma­ria. Yo creo que desde ese punto de vista la inves­ti­ga­ción y la his­to­rio­gra­fía espa­ñola, tam­bién en el sec­tor senior, evi­den­te­mente ha mejo­rado, por­que los seniors tam­bién han aten­dido a estas diná­mi­cas. Ahora mismo la inves­ti­ga­ción his­tó­rica espa­ñola está en un esta­dio en el cual solo nos falta tener las garan­tías labo­ra­les que pue­dan tener en otros paí­ses. Hay muy buena inves­ti­ga­ción, pero muy poca posi­bi­li­dad de esta­bi­li­za­ción laboral.

Revista LEER, número 295

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