Más de un siglo contempla a Gustavo Gili, el único de los históricos sellos familiares barceloneses –los Salvat, Sopena, Juventud…– que ha sobrevivido y crecido sin perder su independencia ni dejar de consolidar, década tras década, su prestigio como editorial de referencia internacional en materia de cultura visual.
Gustavo Gili es una maravillosa rareza, empezando por su sede: una joya moderna diseñada por Joaquim Gili y Francesc Bassó, Premio FAD de arquitectura en 1961, ubicada en un interior de manzana del Ensanche barcelonés, y que se conserva tal y como se construyó hace medio siglo. En tiempos de especulación insensible, de rehabilitaciones invasivas, de agresiones cotidianas a la dignidad de nuestras ciudades, la plaza de Gustavo Gili aparece ante el visitante como un verdadero oasis. Una solitaria explanada precede al monumental brise soleil de la fachada principal. El conjunto evoca las oníricas localizaciones de Fata Morgana, la postapocalíptica película rodada por Vicente Aranda en aquella misma Barcelona de los 60.
“Una arquitectura que no produce serenidad ha fracasado en su misión espiritual”, dejó dicho uno de los héroes del movimiento moderno, el mexicano Luis Barragán. De acuerdo con esa filosofía, el lugar de Gustavo Gili –y su obstinada pervivencia– es un rotundo éxito; se nos antoja incluso una destilación del espíritu de la editorial. Como lo es el refinado logo a base de helvéticas –GG– creado por Yves Zimmermann, histórico director gráfico de la casa, a comienzos de los años 70.
Excelentes señas de identidad para un sello que desde finales de los 60 ha hecho de la divulgación de la arquitectura y el buen diseño la principal divisa de su quehacer. Precisamente la especialización en cultura visual a través de un puñado de influyentes colecciones es el punto fuerte de la editorial que Gustavo Gili Roig fundara en 1902 sobre la base de breviarios, devocionarios y libros litúrgicos procedentes del catálogo de su padre, Joan Gili. Aunque la temática religiosa siguió constituyendo el grueso de su oferta hasta la Primera Guerra Mundial, cuando Gili hijo se estableció por su cuenta ya lo hizo con otros intereses. Será pionero en la traducción de libros y manuales técnicos y científicos editados al otro lado de los Pirineos. Admirable combinación de Fe y Razón. “El joven editor decidió ofrecer al público español y latinoamericano las mismas obras de ingeniería y técnica que tenían éxito en Alemania, Francia, Italia, con la voluntad implícita de acabar con el desfase económico existente entre unos y otros países”, explica Philippe Castellano en Editorial Gustavo Gili, una historia. 1902–2012, el libro conmemorativo editado el hace dos años con motivo de su 110º aniversario. Una obra hermosa, excelentemente diseñada –como todas las de la casa–, que cuenta, con vocación más ilustrativa que exhaustiva, a través de una serie de hitos personales y editoriales, la historia de GG: la temprana vocación americana; la relación del fundador con Jacques Schiffrin y el papel decisivo de Gili en los primeros compases de su mítica colección La Pléiade; la financiación del Diccionario ideológico de Julio Casares; la edición de libros de artista de, entre otros, Picasso…
Mónica Gili lo pone inmediatamente sobre la mesa de su despacho cuando recibe a LEER. Compone con su hermano Gabriel la cuarta generación Gili al frente de la editorial. Su padre, Gustavo Gili Torra –director durante tres décadas desde 1970 y artífice definitivo de la especialización de la editorial en diseño y arquitectura–, nunca quiso presionar a ninguno de sus tres hijos para que tomaran el testigo, pero finalmente dos de tres lo hicieron naturalmente. Mónica estudió Historia del Arte y después de trabajar durante varios años en el departamento de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona ingresó en la editorial, donde ya lleva más de dos décadas.
La cita tiene lugar poco después de la Feria de Guadalajara. Mónica está recién llegada, frescas todavía las buenas noticias y sensaciones de la imponente cita anual mexicana: “Después de estar allí vuelves a creer en todo. Es una fiesta del libro abierta al público. Allí sigue viva la cultura del papel, quizá porque valoran de otro modo el acceso a la cultura… No sé si se hace mucho negocio –aunque este año quizá ha crecido un poco la parte digital–, pero ha habido más gente que otros años, al contrario que Frankfurt. Se veía mucho comprador anglosajón en la sección de derechos”.
América es un horizonte histórico para GG. Ya en 1912, los hermanos Fernando y Santiago Salvat (de la más potente editorial homónima), recorriendo el continente, se encuentran a un viajante de Gili, y así se lo cuentan en carta a su hermano mayor Pablo (recogida en la correspondencia de ambos editada por Iberoamericana-Vervuet en 2010). La temprana proyección transatlántica del sello respondía a una necesidad económica, pero también a una vocación de su fundador, y a la clara conciencia de que el futuro del libro en español se encontraba en Iberoamérica. Para 1921, la exportación suponía ya más del 50% del negocio de GG. Nos cuenta Mónica que en los años 50 y 60 había oficinas de la editorial prácticamente en todas las grandes capitales iberoamericanas. Cuando se normalizaron los canales de distribución en aquel continente cambió el modelo y sólo quedó la sede de México. Un formato que se mantuvo hasta que en 2001, coincidiendo con su apuesta por el catálogo en portugués, abrieron oficina en Lisboa, a la que ahora ha sucedido una pequeña sucursal en Sao Paulo.
Brasil, Argentina ( “vamos entrando” pese a las dificultades específicas de este mercado, “quizá porque la oferta especializada es menor”), Colombia (“muy fuerte desde hace cinco o seis años”), Chile, Perú y Ecuador son, por este orden, según Mónica Gili, sus principales mercados allá, antes regidos por altibajos constantes pero en los que ahora “se nota una estabilización que parece definitiva”.
América, pues, no es nada nuevo para Gustavo Gili. Aquel horizonte, sin embargo, no ha sido suficiente para paliar la crisis doméstica, cuyos efectos empezaron a notar en la segunda mitad del 2008. Muy dependiente de un sector especialmente tocado por la recesión como es la arquitectura, GG edita ahora unos 35 títulos al año, la mitad que en los buenos tiempos. Pero como no hay mal que por bien no venga, la coyuntura adversa “ha servido para recuperar cosas que teníamos un poco abandonadas” o abrir nuevas colecciones. Los cuentos de la cometa, por ejemplo, que recupera el epígrafe de la colección de bibliofilia del bisabuelo, Ediciones de la Cometa, supone la incursión de GG en el libro infantil con el habitual buen gusto marca de la casa, y que encuentra hueco más en las tiendas de museos o en las secciones de arte de las librerías que en las de Infantil. El libro de arte y su histórica dedicación a la fotografía han ganado peso. Además, “desde 2005 editamos libros de moda orientados al mundo académico, ocupando un hueco que estaba vacío en el mundo editorial español”.
Como parte de su estrategia para compensar los efectos de la crisis, GG también ha apostado por la venta directa a través de una excelente página web, ggili.com, que brinda un muy buen servicio y organiza ofertas y liquidaciones periódicas muy atractivas. El marketing y la actividad en la red se han hecho indispensables: “Se acabaron los tiempos en que los libros se vendían simplemente porque eran buenos”, reconoce Mónica Gili. Todo ello en un contexto en el que “el verdadero competidor es internet, la cultura gratuita, no el libro digital”. Los tanteos de GG con los nuevos formatos son hasta el momento poco lucrativos. “Para el libro ilustrado y especializado la transición es difícil. La experiencia para una editorial de nuestras características es muy diferente al mundo de la ficción y la narrativa”. Tienen algo más de 100 títulos en formato digital y están en las principales plataformas, pero ni siquiera la vía académica o profesional da vuelo al negocio. “Sigue siendo muy residual”.
BORJA MARTÍNEZ (@BorjaMzGz)
Artículo publicado originalmente en el número de febrero de 2014 (249) de la Revista LEER.