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Contra la fiebre del unicornio

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En 2008, hace diez años, cuando la gran cri­sis llega a España, las pala­bras star­tup y empren­de­dor se dis­pa­ran en las bús­que­das en Goo­gle. Si vin­cu­las este dato a la tasa de paro te sale una grá­fica intere­sante”. Javier Gar­cía, res­pon­sa­ble del área de Finan­zas e Inno­va­ción del Ins­ti­tuto CIES y autor del blog sin​te​tia​.com, ate­sora una larga tra­yec­to­ria al frente de com­pa­ñías de inver­sión en jóve­nes empre­sas tec­no­ló­gi­cas. Pocos como él cono­cen las som­bras del último gran para­digma del éxito empre­sa­rial. Recien­te­mente ha vol­cado su expe­rien­cia en La bur­buja empren­de­dora (Empresa Activa) un libro coes­crito con Enri­que Gon­zá­lez y que, con pró­logo de Mar­tín Var­savsky, pre­tende aler­tar de los ries­gos de «una narra­tiva de éxito muy per­ni­ciosa, por­que va direc­ta­mente a las expec­ta­ti­vas de la gente. De repente los empren­de­do­res han sido la solu­ción al paro y a la crisis».

Un poder polí­tico inerme para res­pon­der en el corto plazo a la coyun­tura de la rece­sión fomentó ese dis­curso y le puso “alfom­bra roja”, como dijo Mariano Rajoy en 2011.

Y ade­más ha sido muy fácil y muy barato. Mon­ta­mos un edi­fi­cio chulo, lo lla­ma­mos cowor­king, crea­mos toda un relato y empe­za­mos a impor­tar con­cep­tos. Todo son uni­cor­nios [aque­llas star­tups valo­ra­das en al menos mil millo­nes de dóla­res], men­to­ring, coaching, ven­ture capi­tal, busi­ness angels, incu­ba­do­ras y ace­le­ra­do­ras. Pue­des lle­nar una agenda yendo dia­ria­mente de evento en evento de empren­de­do­res desde Cádiz a Astu­rias. Hemos fomen­tado todo esto, edul­co­rado por un relato ins­pi­rado en casos con­cre­tos como el de unos tíos que en una cafe­te­ría levan­ta­ron 250.000 euros, se lla­ma­ron Ins­ta­gram y el que invir­tió enton­ces ven­dió luego aque­llo por 72 millones.

La his­to­ria típica de toda burbuja.

En el capí­tulo ini­cial del libro cito una can­ción de Springs­teen, Ame­ri­can Land, en la que des­cribe El Dorado ame­ri­cano: se decía que te caía el dinero en los bol­si­llos (Gold comes rus­hing out the rivers straight into your hands), que había cara­me­los en los árbo­les para los niños (the sweets, I hear, are gro­wing on the trees), pero en la segunda parte de la can­ción cuenta cómo los que lle­ga­ron a Ellis Island ter­mi­na­ron asfal­tando carre­te­ras. En la fie­bre del oro los que ter­mi­nan ganando dinero son los que ven­den los picos y las palas. Y hoy hay mucha gente jugando con las expec­ta­ti­vas de los empren­de­do­res. Eso nos preo­cupa, y es una de las moti­va­cio­nes del libro.

El dinero se está haciendo enton­ces con la financiación.

Y la for­ma­ción. Están los men­to­res, per­so­nas que quiere un por­cen­taje de tu empresa por ayu­dar a que tu idea tenga éxito te fac­tura por ello. Igual que los coaches y los for­ma­do­res. Todo muy anglo­sa­jo­ni­zado, pero al final se trata de indi­vi­duos que quie­ren vivir de los empren­de­do­res. Hay muchos libros fun­da­men­ta­les a la hora de empren­der, con meto­do­lo­gías poten­tes para tra­tar de ave­ri­guar si tu idea puede fun­cio­nar antes de tomar deci­sio­nes irre­ver­si­bles. Todo eso se está pros­ti­tu­yendo. Pero tam­bién hay empren­de­do­res moti­va­dos con una gaso­lina muy preo­cu­pante que es la de levan­tar dinero, como se dice en el argot. Da igual dónde está el nego­cio cuando el nego­cio es con­se­guir finan­cia­ción y vivir de ello. Hemos trans­mi­tido que todo esto es muy guay, pero la reali­dad es mucho más cruda. Quien emprende tiene que levan­tar una empresa, y una empresa es más que la suma de sus par­tes. Son con­tra­tos, son fac­tu­ras. Esa es la cara B que nunca se cuenta. Aso­cia­mos futuro y empren­di­miento a tec­no­lo­gía, y la tec­no­lo­gía es sólo una parte más, y no es nada si no resuel­ves una nece­si­dad humana. Y ya empieza a haber inver­so­res que sien­ten y dicen que les están tomando el pelo, que no van a inver­tir en un nego­cio donde el indi­ca­dor fun­da­men­tal es el número de usua­rios por­que cual­quiera puede com­prar usua­rios. Hay quien cree que puede hacer dinero por tener rau­da­les de trá­fico, con métri­cas que ade­más se com­pran, cuando la clave es la dis­po­si­ción a pagar del usua­rio, que alguien te com­pre algo.

¿Esta­mos ante un nuevo fenó­meno espe­cu­la­tivo equi­va­lente al de las ‘puntocom’?

Enton­ces se per­dió mucho dinero en bolsa, hasta mi madre invir­tió y per­dió con Terra, pero esto es dife­rente. Cuando invier­tes en bolsa en cual­quier momento pue­des ven­der y hacer líquida tu inver­sión. Pero si metes 150.000 euros en un empren­de­dor, para recu­pe­rar la inver­sión alguien te tiene que com­prar esa empresa o esa par­ti­ci­pa­ción, y si la empresa va mal nadie va a hacerlo.

Con la gran @elena_arnaiz gra­cias por tanto apoyo

Una publi­ca­ción com­par­tida de Javier Gar­cía (@javicies) el

Pero en un con­texto de baja ren­ta­bi­li­dad y dinero barato ha habido mucha dis­po­si­ción a estos nue­vos hori­zon­tes de inversión…

Hay una liqui­dez bru­tal en el mer­cado. Hay capi­tal riesgo público apo­yando capi­tal riesgo pri­vado, hay prés­ta­mos par­ti­ci­pa­ti­vos de todos los colo­res, ayu­das a los empren­de­do­res por todos los lados, ade­más del inver­sor pri­vado que no veía alter­na­tiva en bolsa ni en ins­tru­men­tos clá­si­cos. Eso ha hecho que inver­so­res afi­cio­na­dos estén per­diendo dinero. No se han dado cuenta de que esto es jugar a la ruleta rusa pero al revés: sólo hay una recá­mara vacía. Es inver­tir en algo que da igual que sea una ruina, que no fac­ture un euro, pero que si vale diez y puedo ven­derlo cuando salga a bolsa por 20.000, como Snap­chat, tengo un nego­cio. Ese es el nego­cio de un inver­sor. Pero cuando tú apues­tas a eso y no hay una salida a bolsa o un posi­ble com­pra­dor de tu com­pa­ñía, la solu­ción está en el juz­gado. Hay mucho dis­curso público y aso­cia­tivo: saque­mos el dinero del ladri­llo, invir­ta­mos en los jóve­nes que van a crear futuro. Eso está muy bien, pero hay que saber que inver­tir sólo en dos o tres com­pa­ñías es dis­pa­rar al aire. Un fondo pro­fe­sio­na­li­zado recibe cien­tos de opor­tu­ni­da­des de inver­sión que tú jamás vas a reci­bir. Hay quien está invir­tiendo en esto y le está saliendo mal. Pero esto no es nin­gún titu­lar. Nadie va a salir diciendo que ha per­dido un millón invir­tiendo en star­tups. Sale el titu­lar de la empresa que se ven­dió por 80 millo­nes a un fondo. Pero la reali­dad es que esa empresa estaba a dos meses de la quie­bra y que si no llega a ven­derse se va al carajo. Hay fon­dos muy poten­tes de capi­tal riesgo euro­peos, con pro­fe­sio­na­les for­ma­dos en las mejo­res uni­ver­si­da­des, que están tomando deci­sio­nes de inver­sión y están per­diendo el 80 por ciento de las ope­ra­cio­nes. Es un nego­cio de colas. Vas a per­der mucho en muchas y a ganar mucho más en unas pocas, pero nadie te ase­gura que vayas a ganar. Puede pasar o no pasar.

Es una repro­duc­ción de las his­to­rias de espe­cu­la­ción que lle­va­mos escu­chando toda la vida.

Exac­ta­mente. Com­prar barato, ven­der caro. Edul­co­rado con la idea de apo­yar a los jóve­nes, que luego es un mito, por­que muy pocas de las empre­sas ren­ta­bles de Sili­con Valley tie­nen fun­da­do­res por debajo de los 40 años. Es gente con expe­rien­cia pre­via y una gran capa­ci­ta­ción. Se tiende a creer que la idea es lo más impor­tante, pero como decía mi abuelo, ideas sin eje­cu­ción, ensoñación.

Es difí­cil resis­tirse al dis­curso domi­nante. Lo hemos visto con los com­por­ta­mien­tos de millo­nes de par­ti­cu­la­res durante la bur­buja inmobiliaria.

Richard Tha­ler, el último pre­mio Nobel de Eco­no­mía, ha tra­ba­jado en esto pre­ci­sa­mente. Nos come­mos expec­ta­ti­vas hasta el punto de tomar deci­sio­nes irra­cio­na­les. Y a la vez cuando vie­nen mal dadas sobre­rreac­cio­na­mos. Y es muy difí­cil pin­char esos esta­dos de ánimo. Ni siquiera los regu­la­do­res se atre­ven a hacerlo. Pero ya empieza a haber sig­nos de ago­ta­miento. Muchos empren­de­do­res que quie­ren vivir de los inver­so­res están viendo que no son capa­ces, y muchos inver­so­res que quie­ren vivir de los empren­de­do­res están per­diendo mucho dinero. En los prés­ta­mos al empren­di­miento hay nive­les his­tó­ri­cos de impa­ga­dos por­que no mone­ti­zan. Inver­tir en fase semi­lla es tre­men­da­mente arriesgado.

SoloPortada¿Hay algún défi­cit de regulación?

La ante­rior bur­buja venía de la bolsa, y hay orga­nis­mos que super­vi­san la bolsa. Pero este es un nego­cio muy pri­vado, de socie­da­des limi­ta­das, y por eso es muy difí­cil de regu­lar. Más bien veo al Gobierno y a las ins­ti­tu­cio­nes con el dis­curso con­tra­rio. ¿El pro­blema es crear una socie­dad con 3.000 euros? Hagá­moslo con un euro. ¿Tu pro­blema es que no pue­des pagar 300 euros de autó­nomo? Pon­ga­mos 50. ¿Que tar­das un semana en crear una socie­dad? Hágase en una hora. Faci­li­te­mos la crea­ción exprés de com­pa­ñías que no ten­gan capi­tal, cuando uno de los mayo­res défi­cits que tiene España es que sus empre­sas están muy poco capi­ta­li­za­das. En muchos paí­ses euro­peos, si rein­vier­tes los bene­fi­cios en la com­pa­ñía no pagas impuesto de socie­da­des. Aquí tene­mos las empre­sas sin capi­ta­li­zar en com­pa­ra­ción con el resto de Europa y hemos creado los incen­ti­vos con­tra­rios a tener empre­sas sol­ven­tes. La clave es que las empre­sas crez­can, que ten­gan capi­tal, que usen la deuda de manera racio­nal. No incen­tive usted para que se endeu­den, apli­quen los gas­tos finan­cie­ros y reduz­can bene­fi­cios o con­vier­tan el gasto en activo.

¿Cómo se va a posar todo esto y qué con­se­cuen­cias va a tener?

No somos de ate­rri­za­jes fáci­les, por des­gra­cia. Se empie­zan a ver casos impor­tan­tes de empre­sas que han levan­tado mucho dinero, que se espe­raba mucho de ellas y que están cerrando. Pero el mayor pro­blema que España puede tener con esto es pre­ci­sa­mente que sobre­rreac­cio­ne­mos. Me da pavor que los que han empe­zado a inver­tir de forma no pro­fe­sio­na­li­zada se reti­ren para siem­pre. A mí me impor­tan tanto las empre­sas que creo que eso puede hacer daño e influen­ciar al que cree de ver­dad que puede cons­truir un nego­cio. A mí me gus­ta­ría que fuera calando un dis­curso de rigor, de entrar con bis­turí en la caja negra del riesgo, tomar las deci­sio­nes con sen­tido, diver­si­fi­car, pero no dejar de apos­tar por la inno­va­ción. Hay otras for­mas de inver­tir que no sea la pura espe­cu­la­ción. Hay que crear valor, y me gus­ta­ría que en los cen­tros de empresa públi­cos y pri­va­dos y en los ámbi­tos menos pro­fe­sio­na­les de inver­sión se empe­zara a refle­xio­nar sobre esto. Yo quiero que haya gente solu­cio­nando pro­ble­mas, pero lo que no quiero es que haya gente que crea que sin solu­cio­nar pro­ble­mas y sin cubrir nece­si­da­des va a levan­tar dinero. Eso es humo.

BORJA MARTÍNEZ

Una ver­sión de este artículo apa­rece publi­cada en el número 288, Extra Diciem­bre 2017 — Enero 2018, de la Revista LEER.

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