ARSTRONOMY (hasta el 30 de agosto en La Casa Encendida de Madrid) es una muy poco habitual cámara de maravillas ufológicas y paracientíficas que, si bien incluye obra de artistas tan conocidos como Yves Klein o Keith Haring, permite descubrir líneas de producción tan magníficamente delirantes como las del belga Panamarenko o las del sierraleonés Abu Bakarr Mansaray (en la imagen superior). Allí encontraremos planos arquitectónicos futuristas como los del proyecto de hotel postgaudiano de Paul Laffoley, la impactante compilación documental Ovni de Tony Oursler y el trabajo de otros treinta y cuatro creadores nacionales e internacionales. El resultado es un despliegue heterogéneo de cuadros, objetos escultóricos, fotografías, dibujos y media; un despliegue de materiales serios –véanse las ínfulas científicas del citado Panamarenko o las grandes impresiones cromogénicas de Thomas Ruff– por una parte, y de composiciones bidimensionales que recuerdan a Visiones Paralelas –la exposición del MNCARS sobre arte marginal de 1993– por otra.
Parece que todo empezó cuando la comisaria, Danielle Tilkin, visitó a Robert Llimós. El artista presuntamente abducido en Brasil (la historia puede leerse en una cartela que flanquea uno de sus cuadros) debió de dar a Tilkin la idea de una exposición que viaja a los 50 y 60 del siglo pasado; a esa época en la que, como observaba Iker Jiménez en uno de sus Cuarto Milenio, los avistamientos y otros misterios alienígenas eran recogidos por los medios generalistas. Claro que también encontraremos creaciones del siglo XXI y de entre estas, algunas tan icónicas como el platillo volante sesentero de Panamarenko, Bing of the Ferro Lusto (2002), o los bustos de los extraterrestres que Llimós asegura haber visto: Home alienígena (2013) y Dona alienígena (2014). Junto al alien de hielo que puede encontrarse en el refrigerador de la última sala, cierto Aquae Profundo (2011 y 2015) del grupo Greatest Hits, estas son las obras llamativas; esos objetos que destacan en los dossieres de prensa y sobre los que podrá hablarse en el bar más cercano a La Casa Encendida.
Arstronomy no es finalmente tan astronómica. Lo que allí se encuentra parece a la misma distancia de lo espacial que de mundos imaginales más o menos jungianos
La animación de Gyula Kosice, un artista últimamente reivindicado por Rafael Lozano-Hemmer (recuérdese La abstracción biométrica en Espacio Fundación Telefónica el año pasado), merece una atención que se corresponda con los ocho minutos y pico que dura. La ciudad hidroespacial (2003) muestra siete naves amerizando muy cerca de la aportación mal envejecida de Klein a la propuesta de Tilkin. El vídeo de Kosice recuerda a El cortador de cesped (Brett Leonard, 1992) tanto como los dibujos de Mansaray o Evru a ciertas esferas representacionales de lo marginal; al mundo de la colección enferma del psiquiatra Prinzhorn y el Codex Seraphinianus (Luigi Serafini, 1976–1978). Exceptuando algunos cuadros y series fotográficas, todo en Arstronomy está envuelto en un aura sensacional de chaladura. No en vano, las preguntas que se plantean en la cuartilla azul de la exposición –si estamos solos, si hemos sido visitados, qué hay en el más allá– siempre han resultado sospechosas; preguntas díscolas de un presente que, por lo pronto, se resiste a abandonar su antropocentrismo fundacional.
Todo lo dicho puede resumirse en la idea de que Arstronomy no es finalmente tan astronómica. Lo que allí se encuentra parece a la misma distancia de lo espacial que de mundos imaginales más o menos jungianos. Trae a la mente ese Cultura del Apocalipsis (Valdemar, 2002) de Adam Parfrey que recientemente se ha visto sucedido por un segundo volumen, o esa vieja colección de Ciencias Ocultas de Bruguera que se encuentra fragmentariamente omnipresente en toda librería de viejo. De hecho, solo Struth y sus fotografías de instalaciones tipo Cabo Cañaveral, los paisajes de Angelo Vermeulen y algunas otras piezas de la primera planta encajarían con el concepto que cabe presuponer en ese juego de palabras que forman Ars y Astronomy. Sea como fuere y a pesar de la oferta cultural de la capital, la exposición diseñada por Tilkin es de lo más excepcional que se ha programado en 2015 en Madrid. Es más, debidamente asumida la subjetividad implícita en la conclusión que viene, quizá se trate de la mejor exposición que La Casa Encendida a alojado últimamente.
GONZALO PERNAS FRÍAS
’ARSTRONOMY. Incursiones en el cosmos”, puede visitarse en La Casa Encendida de Madrid hasta el próximo 30 de agosto.