Adictos a las bofetadas
De la efervescencia de los cuentos de La bofetada de Gilda emana una crueldad sensual y exquisita del mejor Jean-Pierre Jeunet. Todo parece posible en el universo onírico de Kike Cherta (1982). Los personajes de su primer libro de relatos nada tienen que envidiar a Amélie, ni al excéntrico vecindario de la post-apocalíptica Delicatessen.
Cherta, publicista, guionista de cortometrajes y escritor en ciernes, da total libertad a los protagonistas de sus relatos. Les deja perseguir sus obsesiones sin límites, pero sin exageraciones, rayando el vértigo de una cotidianidad angustiosa y familiar, ¿quién no ha sentido un halo de chertismo en su interior? Algo de la anciana enamorada de un oso de peluche gigante, -¿quién no ha sufrido un amor imposible?- algo del hombre bueno que harto de sí mismo, su carácter servil y pusilánime se apunta a cazar focas bebé –quién no ha querido atreverse a ser un poquito mala persona–, o del voyeur que trabaja en casa y pierde la noción del tiempo intentando adivinar la vida íntima de sus vecinos, a los que ha visto en ropa interior pero todavía no se atreve a saludar –quién no ha sentido el cosquilleo de contemplar vidas ajenas–. Doce relatos que aúllan, inquietantes, incómodos, adictivos. Doce relatos que dan una sonora bofetada a quien se atreva a leerlos. Doce relatos sin tapujos donde se nombra lo ordinario sin falsos pudores, ‘follamigos’, ‘chicohombres’, ‘escritorzuelos’.
Cherta emplea el lenguaje a su mejor conveniencia. Transmite la satisfacción del que sabe acariciar las palabras, del que sabe cómo modular la intriga y agitar al lector. Disfruta haciéndole cómplice de vidas supuestamente corrientes, donde la frustración y la soledad coquetean en convertirse en algo más, quizás en ese momento decisivo de dejarlo todo, adentrarnos en una tormenta de nieve sin ropa o colarnos en una fiesta sin ser invitados. Este libro hipnótico y vital editado por Musa a las 9, la editorial digital de, entre otros, Ernesto Pérez Zúñiga, Doménico Chiappe, y Juan Carlos Méndez Guédez, fue lentamente cocinado en el Patio Maravillas y se ha alzado con el II Premio de Narrativa Francisco Ayala, razón más que suficiente para no perder de vista a su autor.
GEMMA RAQUEL GARCÍA @gemmaraquel