Está convencido de que estáis todos locos pero os tiene cariño. Es cinéfilo, escéptico, erotómano y burlón, y siempre trae bajo el brazo alguna reliquia inesperada, esta vez un cómic de Beà con diseño de Iván Zulueta. Le he convocado en una terraza porque Fulgencio Pimentel le ha recopilado en papel La Hora Atómica, los textos que publicó en la revista electrónica El Butano Popular.
Rubén quiere desvincular el libro de su origen en internet, pero no le voy a dar ese gusto. Quiero sacarle los dientes sobre esta época de pantallas, que la tiene tan cruzada que hasta su móvil es de teclas. Su libro también muerde, al mundo en general y al prójimo en particular, así que hará justicia verle repartir justicia.
No sé si te esperabas que los textos publicados en ‘El Butano Popular’ terminarían en papel.
Ya me había pasado con el libro anterior, con Imbécil y Desnudo, que eran textos de un blog personal.
Un blog que borraste, como también has borrado la web de ‘El Butano Popular’.
Sí, ¿verdad? Qué pasa ahí, esto es una patología o algo. A todo el mundo le sorprende que borre los blogs. Y a mi me sorprende que os sorprenda.
‘El Butano popular’ ya era un proyecto un tanto kamikaze, hacer una web de literatura justo cuando los blogs morían.
Fue más bien una excusa para congregar ahí a gente afín. Me acuerdo que Javier Pérez Andújar me decía “tú tienes que estar escribiendo, porque tienes que dar ejemplo, te jodes”. Ejemplo de escribir ahí cada semana, porque sí y gratis. El Butano no lo pensé para mí, yo me hubiera montado un blog para mí solo. Era por congregar y hacer panda. ¿Pero qué te voy a contar, si estabas tú en la primera reunión?
Recuerdo que insistías en que fuera todo letra, nada de imágenes. Y lo recuerdo porque ya entonces teníamos la internet de ahora, la sobrecarga visual, la obsesión de las fotos de desayuno y de las sonrisas en la playa.
Supongo que me estaba defendiendo. A mí me cuesta muchísimo más ver un video que leer un texto. El Butano estuvo en internet porque costaba mucho dinero hacer una revista en papel, y por eso aguantó. En papel habría durado dos meses. Por eso la idea del negro sobre blanco dentro de internet, ese marco era el mal menor. El momento no lo recuerdo. Tengo claro cuándo desaparecieron los blogs, pero no se sustituyó inmediatamente por las redes sociales, hubo un apagón ahí. Y todas estas revistas culturales de ahora, eso no estaba, empezó poco después.
La oleada de revistas culturales que vivimos ahora, que sé que te pone rebelde.
Si, los Jot Downs y todo esto. Cuando salió el Butano, a los dos días apareció todo este rollo de publicaciones culturales entre comillas y nos quedamos como una anomalía extraña, donde escribíamos cada uno lo nuestro y no había comentarios ni había nada. Recuerdo, fíjate, no sé por qué ataco a nadie pero vamos a atacar, recuerdo que yo el Jot Down lo descalificaba diciendo que parecía un suplemento de El País. Y al final, resulta que ha acabado siendo un suplemento de El País. Lo puedes escribir con las letras bien grandes, es una mierda caliente enorme. Nosotros no teníamos nada que ver con esa liga.
El pasar del ‘Butano’ al papel lo trato como si fuera una anomalía, pero de allí salieron bastantes libros.
Es verdad, si te pones a contar han salido muchos libros del Butano. Aprendiz de Kung-Fú de Fran Nixon, Mystic Topaz de Pilar Pedraza, el Diccionario enciclopédico de la vieja escuela de Javier, que incluye cosas que salieron en el Butano, y los cuatro que sacamos bajo nuestro sello, Los libros del Butano Popular. Encontré en la red un tío que tenía en su currículum que había colaborado en el Butano y no es verdad, nadie sabemos quién es, pero bueno, para él es un mérito. Haber colaborado en el Butano viste, por lo que parece.
¿Y cómo ha sido preparar ‘La Hora Atómica’ para llevarlo al papel?
El problema del asunto es que no te puedes reescribir y mejorarte ni nada parecido, más que muy levemente, unos toquecitos de colorete. Hay rincones, a veces te encuentras cosas que dices esto está muy bien, no parece mío. Pero por lo general te estás viendo el autorretrato y no puedes retocar, porque te cargas la naturaleza del material. El libro ha sido accidental, porque Fulgencio me estaba pidiendo algo desde hace años y unos amigos me convencieron de recopilarlo. Se lo envié, me dijo que sí, y me alegro un montón, porque el otro día me dijiste que te funcionaba mejor en papel que en la pantalla.
Lo he leído muy distinto. En la sección semanal tratabas de nada en particular, y al principio me recordaba esas historietas cuyo tema era no encontrar tema. Pero así avecinadas, se ve muy bien que el tratar sobre nada es una constante de navegación.
Ese planteamiento fue consciente desde el primer momento. Creé la sección para no hablar de nada. Y a veces me traiciono, porque sale alguna película. Pero la idea era desintoxicarse del rollo cultural de estar escribiendo siempre de películas, de lo que lees, de transformarlo todo en materia intelectual. Era el resto, el residuo vital. Meterlo ahí y consumirse uno mismo. Las cosas empezaban a ser fugaces en internet, efímeras, y escribir sobre nada también incluía la idea de hacer algo más rocoso, más permanente.
Te libras del contenido y lo que te importa son las palabras. Lo dices en el texto, que aquí a lo que vienes es a hacer música.
Sí, son ejercicios de estilo todo el rato, mis punteos de guitarra. La música es algo que no se oye en internet, es muy difícil, ya no está ese lector ahí. Cuando me he tenido que revisar, veo que mi motor es el de la musiquita y el de la papiroflexia.
Y es más efectivo como así todo mezclado, sin títulos que separen las piezas. Tiene un aire de conversación de terraza, de cambio de tema abrupto porque apetece, de no terminar con nada en particular antes de pasar a lo siguiente. Al juntar las columnas no las distingo.
Eso es hallazgo del editor. Yo desde el principio veía un salto de página en cada entrega, pero él hizo esta otra cosa, marcarlos con unas respiraciones. Los libros que me gusta leer son esos. Bueno esos y otros, también literatura de aventuras, libros que me gustaría saber escribir, me dan una envidia enorme. Pero este tipo de libros donde no pasa nada y todo son digresiones, me encanta leerlos. Sobre el no distinguir, estuve viendo la exposición de Topor en París y hay ideas que las usó siete veces. Pero no reciclando aquello que hizo para una revistilla y tal, no: dibujó un cartel para Amnistía Internacional y luego esa idea del martillazo la usó en otros seis sitios. A mi me cuesta mucho. Pero a veces dices, esta imagen sigue latiendo en mí, pues adelante. De eso me ha convencido Topor y también Umbral, gente así que son geniales y que sólo se atienen a su voz. Yo los libros de Umbral no los distingo, se repite tanto, es algo que me encanta. Pero hay que tratarlo con muchísimo cuidado, porque es tóxico. Lo tengo hablado con Javier [Pérez Andújar], a Umbral lo plagias sin darte cuenta. Cuando le descubres no puedes leer otra cosa, porque nada es tan masticable, es el chicle al que más le dura el sabor. Yo no le leo hace mucho tiempo. Puedo hojear, mirarle una columna, pero hace mucho daño, es absolutamente tóxico.
Tu pasión por los dibujos de Topor tiene que ver con tu pasión por los tebeos.
Lo de los tebeos es una pasión loca que tenemos tú y yo, pero somos cuatro, tampoco somos muchos. A mí me influyen los tebeos, te diría que los dibujos, más que los libros. Me marca más un dibujo de Christophe Blain que un libro de no sé quién. No leo autores actuales, leo a mis amigos pero porque son mis amigos. Y más ahora, que salen libros que no son libros. Recibes notas de prensa que te anuncian “el primer libro escrito en Whatsapp”. Hay muestrarios enteros con libros de youtubers, que no son libros, son lemas en cada página. El otro día en la tele, en un programa de parejas, uno decía “a mi me gusta mucho leer, paso más tiempo en la Wikipedia que en el Whatsapp”. Esa frase es alucinante.
Nunca hemos hablado sobre si traducir tebeos te ha contaminado la pluma.
El traducir tebeos no contamina, es escribir pero con todo hecho, solo tienes que armar puzles. A ver, sufres mucho, hace poco en una portada de Crumb había un bocadillito de tres líneas y estuve cuatro días para traducirlo porque no entendía nada. Hay callejones sin salida. Pero en general traducir lo disfruto muchísimo, te da aceite para escribir después, porque para poner una palabra has barajado treinta. Te abre compuertas, es una maravilla.
Te oigo cargado de bondades pero luego tu libro es otra cosa. ‘La Hora Atómica’ tiene espinas.
Es más dañino suavizar. Ahora que las redes magnifican cualquier cosa, la gente se modera para no generarse problemas. Y yo tengo obsesión por los artistas atroces. Por reacción en estos tiempos, a mí me sale todo el rato ser atroz y me dan ganas de escribir burradas. La sangre, el sexo y la mierda son cosas que me interesan y que nos retratan con mucha precisión. Yo no puedo regalarle esto a todo el mundo, pero tampoco sé hacer otra cosa.
RAÚL MINCHINELA (@raulsensato)
Una versión de este artículo aparece publicada en el número de mayo de 2017, 282, de la Revista LEER.