Cuando los institutos comenzaron a acudir en masa a sus funciones, se desató el fenómeno de La Joven Compañía. Sucedió a los diez años de rodaje, aupado por “la fuerza de los jóvenes, los profesores y, en definitiva, la ciudadanía”, contó el director José Luis Arellano a LEER durante una intensa jornada de ensayo. Bajo sus directrices, los actores andaban preparando, muy ilusionados, Hey boy, hey girl!, una transgresora obra de Jordi Casanovas que hoy ha llegado al Teatro Conde Duque. Nosotros llegamos queriendo saberlo todo sobre este apasionante proyecto de La Joven y salimos de las instalaciones (¡tan bien aprovechadas, de las que han hecho verdadero hogar!) con la sensación de que hay esperanza para el teatro en nuestro país. Porque lo que están ofreciendo, aquí y ahora, es un nuevo modelo profesional, paradigmático, contra la crisis y con vistas de futuro. Acercan de verdad el teatro a los adolescentes, muchos de quienes, de otra manera, nunca podrían llegar a gustar del mismo por mero desconocimiento (¿cómo amar lo que no se conoce?). Lo hacen con talleres que les introducen naturalmente en el universo dramático y, por supuesto, con esas aclamadas funciones matinales para alumnos de Secundaria y Bachillerato que están seguidas de un estimulante coloquio. Por otro lado, hace cantera con ellos. No sólo son el futuro: nos traen el futuro.
¿Cómo es ese “feedback” que los docentes vienen brindando a La Joven Compañía ?
Maravilloso. Estamos agradecidísimos. Al principio, antes del primer contacto, los profesores buscaban un teatro clásico muy convencional pero ahora ya nos piden que, por favor, les contemos a los alumnos historias contemporáneas para que reciban por nuestra parte el teatro como una herramienta positiva, como un entretenimiento que forma parte de la cultura y les va a permitir experimentar la vida. Es lo que hacemos en Hey boy, hey girl!.
¿Cuál es el balance de la obra anterior, “Punk Rock”?
¡Que la realidad supera la ficción! El excepcional texto de Simon Stephens, que ahora mismo es el gran autor europeo contemporáneo, marcó la diferencia con nuestras producciones anteriores en un punto fundamental: la identificación absoluta del público joven con sus personajes. Esta función bebe de la tradición del teatro inglés que plantea a los jóvenes los problemas como un espejo, sin edulcorarles las situaciones en ningún momento. Y esto generó situaciones emocionantes de catarsis, por ejemplo, que muchos asistentes esperasen al elenco actoral a la salida con frecuencia para darles las gracias y explicarles sus problemas reales, semejantes a los representados, como el acoso escolar, que se veían con fuerzas de superar en adelante después de haber visto la función.
Los profesores nos piden que les contemos a los alumnos historias contemporáneas
Entonces, ¿hay una generación que es ahora cuando está encontrando su teatro?
Indudablemente, ahora mismo hay una revolución en el teatro. De hecho, muy posiblemente en otro momento La Joven Compañía no habría podido emerger de la misma manera que tampoco podrían haberlo hecho las doscientas cincuenta salas alternativas que existen sencillamente porque existe en este momento una necesidad imperiosa de decir quiénes somos no sólo como artistas sino como pueblo, como España. Vivimos un cambio de ciclo y el teatro es muy sensible a ello, le llega muy rápido lo que está sucediendo a pie de calle porque desde el escenario no podemos dejar de mirar a esa gente a la que le contamos historias.
De “Punk Rock”, ¿qué habéis aprendido para “Hey boy, hey gir!”?
Que hay que mirar al ciudadano sin prejuicios. En contrapartida, es un espectáculo brillante con el que Jordi Casanovas pervierte el texto de “Romeo y Julieta” de Shakespeare, dejando en las butacas un mensaje muy esperanzador.
MAICA RIVERA (@maica_rivera)
Ésta es una extensión de un artículo publicado en el número de febrero de 2015, 259, de la Revista LEER (suscríbete).