Metaliteratura del género chico
Longares (1943) es novelista realista y autor de una joya, Romanticismo (2001), crónica de la burguesía madrileña que fue un auténtico superventas: del título se vendieron miles de ejemplares y los lectores conocieron de primera mano, diseccionada con el fino estilete del autor, una casta inmoral que habitaba el barrio de Salamanca, deseosa de mantener la posición privilegiada que había alcanzado durante el Franquismo. Nuestra epopeya (2006), otro título digno de remembranza, buceó en las consecuencias de la guerra civil y en el éxodo de quienes hubieron de huir de sus pueblos o incluso de buscar trabajo en Francia y Alemania.
Este éxito hizo que la crítica se fijase aún más en su obra anterior, en especial en el grupo –que no trilogía– La vida de la letra que ahora edita Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, compuesta por La novela del corsé (1979), Soldaditos de Pavía (1984) y Operación Primavera (1992). El ambicioso ciclo de Longares experimenta estructuralmente con varios géneros: la novela erótica, el esperpento, la ópera y la zarzuela, cuyos ambientes y texturas traslada a los moldes novelísticos sin problema.
En La novela del corsé hay una reflexión metagenérica y ensayística, un juego de alusiones que deleitará a los amantes de los géneros “menores”; en Soldaditos de Pavía son los personajes los que destacan por encima del resto de elementos; y en Operación Primavera la trama operística se funde y confunde con la de la España de la corrupción socialista en la que tres amigos amañan un premio, bajo la estructura teatral y dialógica.
El erotismo de la novela sicalíptica homenajea a aquellas novelitas a partir de una idea de ensayo filológico e histórico: la catalogación de un formidable repertorio del género “prohibido” y que se editó en España entre finales del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX. La novela está construida a partir de las tramas, el estilo y las situaciones que Longares estudió en más de un centenar de estas novelitas escritas por maestros de la pluma asalariada como Eduardo Zamacois, Antonio de Hoyos y Vinent, Emilio Carrere, Felipe Trigo, Jacinto Octavio Picón, o Alberto Insúa.
En ellas ha bebido y asimilado Longares los corazones burlados, los maleficios a medianoche, las mujeres “modernas”, los incestos irreparables, los placeres del sufrir, las dominadoras y los seductores, y los paraísos de los solteros. En gran medida, es la admiración por aquella utopía sexual en el papel de quiosco la que impulsa la magia de la novela de Longares, que recrea de forma impecable los vórtices del amor fácil en aquella España tan difícil. Del impedimento oficial al libre desarrollo de las pasiones, Longares conduce la trama hacia la prostitución, actividad que, por el contrario, se contemplaba con indulgencia y hasta como una válvula de escape “oficiosa” ante tanta represión.
Soldaditos de Pavía es más novela sociológica y plantea un estudio de las relaciones de poder que se establecen en el mundillo artístico. Parte de la memoria que guardan unos ancianos actores que rememoran en un asilo sus tiempos gloriosos de la época de oro de la zarzuela. Quevedo, Goya y Valle-Inclán se convierten en los referentes estilísticos de una novela escrita para gozar con la evocación de un género que ha pasado a ser minoritario. Operación Primavera, que cierra el excelente volumen, da un salto cualitativo y sigue por la senda de la ópera, aunque considerado un género más “alto” que el zarzuelero, las pasiones que desata pueden resultar más “bajas”: así, le ha salido a Longares una novela metaoperística, la excusa perfecta para satirizar las ambiciones de aquellos jubilados del Poder con ínfulas creativas que quieren alcanzar la gloria del reconocimiento artístico por vías poco… ortodoxas. Así, la ópera deviene en sainete, que está más en sintonía con esta España de la decepción que vivimos ahora.
En cualquier caso, “La vida de la letra” configura un grupo imprescindible del canon novelístico español, no solo para aquellos amantes de la buena literatura, sino para los investigadores y curiosos de los mal llamados géneros menores o marginales que Longares vuelve del revés para mostrarnos que los menores y marginales no son los géneros, sino sus muchas veces mediocres y envilecidos protagonistas.
DAVID FELIPE ARRANZ @MarcapaginasGR