El Lethem más ambicioso
Veinte años después de su primera novela, Jonathan Lethem publica su décima obra, Los jardines de la disidencia (Literatura Random House), posiblemente la más ambiciosa de su carrera y una consecución de lo trazado con anterioridad. Fiel a su modo de construir las narraciones, el autor neoyorquino ha seguido combinando dentro de una misma narración diferentes géneros: novela sobre un barrio, novela política, novela social, novela racial, novela realista con toques fantásticos, novela de iniciación juvenil… todo ello tiene lugar en Los jardines de la disidencia. Si bien nunca antes Lethem ha conseguido combinar convenientemente todos esos géneros para dar forma una narración equilibrada, es en esta nueva propuesta en la que más cerca ha estado de lograrlo.
Como todos los miembros de esa generación de escritores surgidos en Estados Unidos durante los años noventa, Lethem ha heredado de autores anteriores la aspiración de crear la gran novela americana con Los jardines de la disidencia, algo que ya trató de elaborar en Huérfanos de Brooklyn, La fortaleza de la soledad o Chronic City, en este caso, con una historia que comienza en la década de los treinta y termina en nuestros días. Mediante una narración no cronológica llena de saltos temporales, Lethem recorre diferentes movimientos político-sociales de la norteamericana del siglo XX para narrar la historia de su país: el comunismo, la lucha racial, el movimiento hippie, la contracultura, la década neo-con de los ochenta, la lucha contra la Contra en Nicaragua hasta llegar a la época-Obama y Ocupa Wall Street. Todo ello narrado a partir de una familia cuyos cambios generacionales sirven al autor para llegar a una visión más general desde lo íntimo. Su estructura discontinua relaciona momentos y crea interesantes paralelismos entre épocas, a veces más conseguidos, otras menos, pero siempre evidenciando la gran capacidad del autor para fabular a partir de la historia. Sus elaboradas descripciones, tanto en lo que se refiere a los personajes como a su contexto espacio-temporal, son propias del autor, pero la novela acaba resintiéndose por su propia ambición. Estamos, no obstante, ante una novela envolvente a pesar de su irregularidad.
ISRAEL PAREDES BADÍA
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