Las múltiples lecturas de un poeta total
Todos los registros creativos de Luis Eduardo Aute están marcados por lo que leyó, en el constante reflexionar y hacerse preguntas que fue su carrera de más de 50 años. De todo ello habló con LEER coincidiendo con la publicación de 'El niño que miraba el mar'. Por FERNANDO PALMERO
A finales de los 70, una tuberculosis obligó a Luis Eduardo Aute a quedarse en cama durante cinco meses y, cual recluso ante una larga condena, aprovechó el tiempo y el reposo para leer. «Fueron lecturas muy caóticas, de todo tipo, pero sobre todo de filosofía, terminé sobredosificado por un empacho de filosofía mal digerida». El resultado fue De par en par, un disco por el que desfilaban Nietzsche, Cioran, San Agustín, el Hölderlin que acababa de traducir su amigo Jesús Munárriz, Agustín García Calvo o Heráclito, «sí, Heráclito, el eterno retorno y el conflicto de contrarios, poco más se ha hecho después de Heráclito».
Quedaban así incorporados estos autores a la larga lista de referencias literarias que recorren la poesía (13 poemarios publicados), las canciones (33 LP’s), las películas (8 cortometrajes dirigidos), la pintura, el dibujo y todo lo que sea capaz de producir una mente tan inquieta como la de quien lleva en activo desde que en 1960 inaugurase su primera exposición individual o en 1967 grabase su primer single. En las paredes de su casa y en las estanterías de una biblioteca que aprovecha cada rincón para asentarse puede seguirse el rastro de un artista que ha vuelto a sorprender con este triple trabajo, fílmico, gráfico y musical, El niño que miraba el mar. Ahí están los poetas de vanguardia que tanto le deslumbraron en su primeros trabajos, Paul Éluard, Tristan Tzara, André Breton, los españoles Juan de la Cruz, Lorca y Aleixandre, Las oraciones de Vailima, el testamento poético de Stevenson, uno de sus libros de cabecera, Alicia en el País de las maravillas, Camus, que «siempre ayuda a resituarte en el vértigo», Octavio Paz, Cortázar o Carlos Edmundo de Ory, «hacia el que tengo una especial predilección a pesar de que está poco reconocido. Me gustan sobre todo los poetas que han navegado por lo onírico más que por lo testimonial, como Rilke, durante su época juvenil».
¿Y ahora qué estás leyendo?
Una biografía que ha hecho Ruperto Long sobre Lautréamont, un autor del que hay muy poco escrito. Soy muy adicto al mito de Maldoror.
Como Lautréamont, el niño que mira al mar en tu disco también incuba el ‘mal de aurora’. ¿Qué has descubierto en este ejercicio de mirar con tus ojos de adulto el niño que fuiste?
No sé muy bien lo que es este trabajo. Es una reflexión sobre cómo incide el paso del tiempo en nosotros y nos convierte en verdugos de nosotros mismos. Hace dos veranos, mi hija me hizo una foto en el malecón de La Habana y me di cuenta de que estaba tomada desde la misma perspectiva que otra que me había hecho mi padre cuando tenía yo dos años en el malecón de Manila. Entre mis dos hijos hicieron un montaje con las imágenes y a partir de ahí me vino la idea de desarrollar alguna reflexión sobre ese encuentro imposible. La palabra reflexión es una palabra preciosa, no es lo mismo pensar, racionar, o discurrir que reflexionar, reflexionar es descubrir tu subjetividad, es mirarte en el espejo y descubrir tu yo, preguntarte ¿qué es esto del yo?
Y en esa imagen que proyecta el espejo, ¿reconoces al Aute de los 70 o de los 80?
No hablo de mi yo, hablo del concepto del yo, que a mí me parece tan enigmático como el concepto de Dios. La conciencia universal existe, puesto que tenemos nuestro yo particular y creamos el universo, cada ser humano que nace crea el universo, le da nombre y en ese sentido el yo es creador. Cuando nace, el primer impulso que tiene el niño es el de la supervivencia, por eso mama; después tiene curiosidad, empieza a mirar qué es lo que hay alrededor y ve si puede coger las cosas y romperlas y de repente empieza a mirarse y descubre sus manos y sus pies, hasta que ya se ve en el espejo y reconoce su imagen. Los animales no saben que van a morir, no tienen concepto del tiempo, y del espacio, relativamente. Sin embargo, el ser humano descubre el espacio y el tiempo a través de la reflexión, porque para reflexionar tienes que salir de tu plano, cruzar el espejo, o la pupila del otro, que es el primer espejo, y recorrer un espacio a través de un tiempo, porque el espacio y el tiempo existen; o me los he inventado yo. No sé. Lo que quiero decir es que sin reflexión no hay nada, no sabes ni que estás vivo, y aquí tenemos la condena de que sabemos que estamos vivos, que soy yo precisamente el que está aquí y no otro. Muchas preguntas. Esto de escribir poemas, canciones o lo que sea es una manera de hacerte preguntas, a mí me apetece más preguntar que responder, puedo tener algunas respuestas más o menos claras, pero la mayor parte no están nada claras.
¿Y son las mismas las preguntas cuando dibujas, cuando haces cine, o cuando escribes canciones o poemas?
Yo creo que sí. En mis pinturas, el único protagonista es el cuerpo humano, y en las canciones yo creo que también, el territorio de búsqueda o de interrogación es ese, el bicho humano, esta cosa que somos, que no sabemos bien lo que es; y el hecho de que estemos aquí sin haberlo pedido, ¿por qué yo? ¿por qué tú? Lo único que sabemos es que esto se acaba, pero no lo que pasa después. El bicho humano es un invento un poco extraño, capaz de imaginar, capaz de soñar, capaz de fabricar, de reflexionar, de hacerse preguntas… Yo creo que no es casualidad, hay un sentido de las cosas, una razón de ser de las cosas, y eso es lo que me incita y me provoca. No hace falta irse a ninguna galaxia lejanísima para poder entender el universo, yo creo que el universo está todo comprendido aquí, el ser humano es el universo en síntesis.
¿Te consideras religioso?
Desde que uno se pregunta quién soy, de dónde vengo y a dónde voy ya es un ente religioso. Pero nada tiene que ver Dios, en caso de que exista, con el Vaticano; la religión es una filosofía teológica convertida en institución. Sí, me considero una persona religiosa, pero absolutamente enemigo de la institución, que es lo contrario de cualquier espíritu mínimamente reflexivo. Soy teísta, creo; creo que creo; lo que no soy es ateo. Mi pintura, por ejemplo, es religiosa, todo son anunciaciones y crucifixiones, hay mucha iconografía religiosa, porque en la pintura religiosa está la mejor pintura erótica. Y una de mis primeras canciones era «Aleluya nº1″, es decir, hay una preocupación, un hilo argumental más o menos constante, desde que empecé a escribir hasta esto de ahora: los estertores, la muerte y el sexo están muy presentes. Y Dios. Desde que tengo uso de razón y desde que leía el catecismo me hacía preguntas y veía que aquello no me cuadraba. En el colegio me gustaba preguntarle a los curas por qué existía el mal si Dios es bueno, y cosas por el estilo, pero en vez de encontrar respuestas lo que hicieron los curas fue castigarme. Me enviaron a hacer ejercicios espirituales a la sierra y yo me dije: cojonudo, ahí sí que se va a discutir y voy a poder encontrar respuestas. Pero llego allí y es todo lo contrario: silencio absoluto y ni una sola palabra, meditar, pasear, dos misas diarias… Así que tuve una discusión con el cura y me echaron. Y me dije, de la Iglesia no quiero saber nada más en mi vida. Sí con la religiosidad, pero no con esa cosa que es el corteinglés de la religión, esa multinacional de toda la vida de Dios.
La necesidad de la religión es también en el ser humano una necesidad de búsqueda de la identidad, ¿no crees?
La búsqueda de la identidad transcurre a lo largo de toda la vida. Cada etapa de la vida tiene una identidad, no distinta pero sí diferente. El proceso vital te va conformando una identidad diferente, pero la necesidad de buscar esa identidad dura toda la vida para aquel que tiene una cierta sensibilidad como ser humano, que de eso hay poco. La gran mayoría de la gente pasa por aquí sin tener la más mínima preocupación ni hacerse la más mínima pregunta, tan solo pasárselo teta y ser millonarios en seguida. Y eso es lo más ajeno a la búsqueda de la identidad.
¿Qué elemento de identidad encuentras, por ejemplo, entre el Aute de “Al alba” y el Aute de “El niño que miraba el mar”?
En unas cosas más y en otras menos, pero sí me reconozco, sin duda. Soy incapaz de escribir nada que no tenga la creencia de qué es lo que tengo que escribir. Todo lo que he escrito, en mayor o menor grado, responde a una necesidad de ese momento.
Como en otros de tus discos, en este también hay canciones reivindicativas…
Sí, este disco es muy hijo del anterior, Intemperie, que a su vez es hijo del anterior, A día de hoy. Forman, sin haberlo pretendido, una trilogía, porque casi todas las canciones gravitan sobre el mismo núcleo, pero no creo que sean canciones reivindicativas, son canciones más bien tristes…
Incluso pesimistas, cuando dices que ocurre lo que en realidad ha ocurrido siempre, con la diferencia de que ahora «han comprado la cabeza de Espartaco».
No me considero pesimista. El pesimista se rinde, saca la bandera blanca y yo sigo escribiendo y componiendo, porque me siento más cómodo con una mirada escéptica de la realidad. El escéptico es activo, tiene muy poca fe en lo que pueda venir, pero es activo; el pesimista no, simplemente se rinde.
Movimientos como el 15-M, ¿te parecen una propuesta interesante?
No son propuestas, son la manifestación del rechazo al desaguisado que están haciendo, la gente sale a la calle por desesperación, para decir lo que no quiere; qué es lo que quiere, no se sabe bien. Lo chungo de esta llamada crisis es que está en todas partes, es una crisis sistémica, como se dice, es todo un sistema el que está haciendo aguas, va más allá del capital, porque ahora son unas mafias financieras las que deciden lo que se tiene que hacer. Yo soy muy conspiranoico en todo esto y no creo que sea sólo una crisis económica, es una crisis provocada por el derrumbamiento de un sistema, el capitalismo de mercado, digamos, porque ya estamos en el capitalismo del macro-supra-mercachifle, pero son personas con nombres y apellidos los que están moviendo los hilos con una estrategia largamente pensada. Hay también una sensación muy confusa en cuanto a que históricamente no se ha vivido una situación parecida, siempre ha habido alternativas, dictaduras, democracias, capitalismo, socialismo, pero ahora no hay perspectivas de una convivencia mínimamente humana.
Revista LEER, número 239, febrero de 2013