Algunos buenos libros (vii)
Veintisiete mujeres fantásticas, una poeta desesperada, versos para reformular la maternidad, la vieja y olvidada historia del galeón de Manila y los relatos andinos y fabulosos de Ednodio Quintero.
«¿Por qué sabemos tanto de Zeus y casi nada de Metis?». El viejo dios griego se comió a su primera esposa –literalmente–, y podría parecer que con este arbitrario gesto inauguró un patriarcado caníbal que relegó a las mujeres a un papel subsidiario, también en la literatura. «¿Quién ha devorado a nuestras autoras?». Preguntas sucesivas de Teresa López-Pellisa y Ricard Ruiz Garzón en la introducción de Insólitas, primera recopilación de relatos de género fantástico escritos por mujeres de España y Latinoamérica. Los esfuerzos por reivindicar a «las hijas de Metis» se han multiplicado en los últimos años –ahí está el proyecto Bieses que fue portada de LEER en marzo de 2016–. Este, de la mano de Páginas de Espuma, busca la perspectiva femenina sobre un género en el que han sido consideradas tradicionalmente unas intrusas, pese a las maniobras pioneras de Shelley, por ejemplo. Esta antología demuestra que la mirada de la mujer escritora aporta virtudes adicionales al extrañamiento con que lo fantástico se aproxima a la realidad. Y nos hace mirar de nuevo a otra antología, Las otras, editada en 2018 por Eolas y también a cargo de López-Pellisa, compilación de relatos de mujeres artificiales escritos esta vez por autores y autoras, y en la que encontramos nombres que repiten en Insólitas como Sofía Rhei, Ana María Shua, Patricia Esteban Erlés, Lola Robles o Elia Barceló.
INSÓLITAS
Varias autoras. Edición de Teresa López-Pellisa
Páginas de Espuma
«¡No puedo más! Me duele todo el cuerpo, toda el alma. Hace sol y no lo veo. Canta el pájaro y me suena a funeral. No puedo más, no puedo más. ¡Qué mala estoy!». La patria de otros es un libro de una crudeza inhabitual. Concha de Marco (1916–1989), escritora, poeta, esposa asimismo del escritor y crítico e historiador del arte Juan Antonio Gaya Nuño (1913–1976), dejó seis cuadernos de dietario intermitente y memorias, escritos entre noviembre de 1974 y septiembre de 1977, en los que retrata una vida cotidiana marcada por la frustración y recuerda una vida dura marcada por el trance traumático de la Guerra Civil. Recientemente han visto la luz de la mano de Cálamo en una edición a cargo de José María Martínez Laseca. «Yo no sé este hombre, yo no sé qué es lo que quiere. Tiene dinero y se desespera y rabia y me mentaliza de angustia por nada. Y me encuentro que no soy más que una pobre mujer sin libertad que no dispone para sí de nada que no tenga que pedir al marido que es el amo de todo incluso de mi salud», escribe un año antes de enviudar. Los nervios, las indigestiones, las dolencias del marido conviven en sus páginas con la sensibilidad extrema, el amor por la ópera, los versos propios y ajenos, la admiración por Machado. Y una mirada al mundo que le rodea teñida de amargura y desesperación. «Me encontré a Luis Rosales y me dijo que mi libro era muy bonito», anota poco después de la publicación de su poemario Celda de castigo. «Me ha llamado Carmen Conde y me lo ha puesto por las nubes, de verdad, con entusiasmo (…). Pero qué pensarán esos mierdas. No saben que la celda de castigo es mi propio cuerpo, y eso se sabe desde los místicos. Ignorantes, berzotas». Tacos, maldiciones, críticas a los figurones habidos y por haber, especialmente acerbas contra Julián Marías. Despiadada en la intimidad de sus libretas. «Se ha llegado ya al tocar el fondo en el terreno de la cultura. En prosa: Umbral. En poesía: Gloria Fuertes. Y pues que el vulgo es necio hablarle en necio para darle gusto. Yo no doy gusto a nadie. Mierda». El 22 de diciembre del 75 apunta: «El franquismo ya está enterrado bajo una losa de tonelada y media. La otra noche Celaya intervino en Directísimo, daba pena, lástima (…). Van a reponer en sus cátedras a los Tierno, Aranguren y etc. Espero que a nosotros nos sigan silenciando, espero, lo deseo más que nunca. Que no nos vengan ahora con limosnas, no quiero limosnas. Que nos dejen apartados como antes. Que nos dejen vivir y morir en paz. Ya nada ambicionamos. Más que nunca solos. Más que nunca, inexistentes. Lo deseo con toda mi alma. No somos nada, no existimos. Apartados». Desde «la centralidad de los márgenes», escribe Gonzalo Santonja en el prólogo, Concha de Marco ha dejado un testimonio necesario, «imprescindible, para conocer la verdad de un tiempo que, pese a quien pese, todavía no se trata de un tiempo ido».
LA PATRIA DE OTROS
Concha de Marco
Cálamo
«En ninguno de los libros / que leí para ser madre perfecta / encontré lo único importante: / la maternidad es un largo camino / para amar mis imperfecciones / tanto como te amo a ti / querida hija imperfecta». El primer poema de este libro de Ana Pérez Cañamares editado por Ya lo dijo Casimiro Parker –que de paso ha recuperado Las sumas y los restos, el volumen con que la poeta tinerfeña afincada en Madrid ganó en 2012 el Blas de Otero-Villa de Bilbao– es un pórtico ideal que condensa las virtudes de este precioso poemario de la nueva maternidad. Desde los dolores del parto a los del desdén adolescente de la criatura en trance de convertirse en adulta, Cañamares busca a través de la poesía respuestas a la perplejidad, a los sentimientos que se supone no debe albergar como madre multitarea, al choque entre las necesidades de una niña y las vicisitudes y problemas de sus progenitores, a la culpa de madre de la madre como madre y como hija. Versos y reversos del amor incondicional y la condición femenina.
QUERIDA HIJA IMPERFECTA
Ana Pérez Cañamares
Ya lo dijo Casimiro Parker
Después de preparar sendas ediciones de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo y de los Naufragios de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, el académico de la Lengua Juan Gil prosigue la labor de esclarecimiento y rescate de los viejos textos de aquellas pioneras aventuras americanas españolas en el llamado Nuevo Mundo para la Biblioteca Castro con este volumen que recopila y ordena los documentos relativos a los viajes entre América y Filipinas que dieron lugar al galeón de Manila con el viaje a las llamadas islas de Poniente desde México y el descubrimiento, tras muchos intentos frustrados, de la ruta del tornaviaje en 1565. Y con ello la recuperación de las figuras de esos navegantes olvidados por el Pacífico norte del subtítulo. Memorias, instrucciones, relaciones de viajes que fascinan por hacerse a tientas y con una voluntad insospechada por parte de sus protagonistas. Los Legazpi, Urdaneta y otros personajes menos conocidos, en un nuevo volumen que ayuda a clarificar los pormenores de aquellas navegaciones precarias y heroicas, y que Gil dedica con muy buen criterio a uno de los grandes divulgadores de las hazañas náuticas castellanas, el añorado Miguel de la Quadra-Salcedo.
LEGAZPI. EL TORNAVIAJE
Edición de Juan Gil
Biblioteca Castro
Ednodio Quintero es ya un clásico de las letras venezolanas e iberoamericanas, por más que su nombre, pese a resultar inconfundible, siga siendo un tanto secreto. Escritor para escritores, de los «de antes», en categoría de Fabián Casas citada por Vila-Matas en el texto que sirve de prólogo a estos Cuentos salvajes. Cuentos completos de Quintero que vieron la luz en Venezuela en 2017 de mano de la editorial El Estilete y a los que ahora Atalanta da nueva vida en un precioso volumen que se incorpora a una colección, Ars Brevis, que ya a cobijado a otros extraordinarios autores americanos como Felisberto Hernández, Francisco Tario o Nicolás Gómez Dávila. El imaginario andino y rural de Quintero, venido al mundo en una aldea remota a más de 1.700 metros de altitud en el estado venezolano de Trujillo, alimenta unos relatos dispuestos aquí de una manera que se antoja natural, orgánica. Porque empieza Quintero con un «Autorretrato» y un «intento de ars narrativa» donde se presenta, se esclarece, y adelanta las claves de su particular universo. Explica con breves y precisas pinceladas el primer combustible poético en el entorno agreste de su infancia, la concomitancia mágica entre el recuerdo de un buey avanzando por el camino real, montado por un muchacho como si de un caballo se tratara, y un poema de Li Po que descubrirá décadas después; y el hallazgo del cine proyectado contra una pared encalada; y sus primeras tentativas literarias al calor de las lecturas en la enorme biblioteca de su padrino Efraín, en un pueblo sólo un poco menos remoto que el suyo. Y ya en Mérida, como estudiante de Forestales, el encuentro con los autores que le fascinaron –Borges, Schwob, Bierce, Kafka, Cortázar– e intimidaron, disuadiéndole de escribir durante una década pero sólo para que comenzara entonces a escribir, casi sin darse cuenta, su primera novela, La danza del jaguar, y tantos cuentos maravillosos aquí recogidos.
CUENTOS SALVAJES
Ednodio Quintero
Atalanta