El Ayuntamiento de Teruel nombrará Hijo Predilecto al escritor Javier Sierra. El premio Planeta no podría ser más celebrado. Por muchas razones. La primera muy clara, que el galardón para Javier Sierra, uno de nuestros más queridos en España, turolense superventas dentro y fuera de nuestras fronteras, se ha hecho desear demasiado. Nos colma asimismo de dicha profesional que la distinción se destine a una obra que podemos llamar libro brújula por ser más que inspiradora, un perfecto manual de sugerencias y rituales para crear y forjar mejores lectores aquí y ahora. Aquí, en nuestro país, donde tanta falta hace la estimulación masiva sin complejos, crear con(s)ciencia y escuela activa para facilitar con las concesiones justas el salto –en tantos públicos– de Harry Potter a la literatura “adulta”, de Dan Brown a la ficción “honesta”. Ahora, en el nuevo milenio, cuando resulta tan contraproducente que el acceso a las enseñanzas clásicas sea en papel sepia, cuando resulta tan urgente entender que no hay necesidad de torrar al personal para inculcar ganas e intuición por el valor de lo bueno entre libros y entre líneas.
Género patrio del enigma en sí mismo, Sierra honra sutil a los clásicos despertando el apetito por ellos, enamorando con páginas oraculares (qué hermosura lo de vislumbrar sibilas, musas y epifanías en el siglo XXI) y apuntando a las revelaciones de la verdad que todo mito esconde. A través de su encantador protagonista, David Salas, sabe insuflar en los espíritus el amor más genuino por la literatura e inflamar los corazones de los iniciados con un deseo insaciable de Conocimiento mediante lo literario. Es El fuego invisible un libro iniciático en tantos círculos, sentidos y niveles como lectores y sensibilidades, e, incluso, espiritualidades (del cristianismo al taoísmo, por hacer un poquito pie), y encarna una auténtica cruzada explícita contra la literatura escapista. Sin perder de vista el sentido de la metáfora.
Todo esto lo pelea con su pasión habitual Sierra, buscador de buscadores (sí, te busca a ti, para formar parte de su academia) en la (meta)historia, a través de ese alter ego que es el citado doctor Salas, profesor del departamento de Lingüística del Trinity College con tesis sobre Filosofía. Pronto percibimos que las vacaciones en Madrid del prometedor joven están destinadas por un orden superior a convertirse en una trepidante aventura que el protagonista vivirá enrolado en la actividad clandestina de un taller de literatura experimental dirigido por una vieja amiga de la familia, misteriosa historiadora del arte, Victoria Goodman, y su joven ayudante Paula Esteve. Sobre todo será con esta última, Pau, (para entusiasmo del encandilado David) con quien investigará mano a mano las supuestas conexiones españolas del Santo Grial en peripecias que irán creciendo en peligro. Al ver la trama en panorámica como se nos invita al final al más estiloso modo de ECM, todo es una fábula sobre el despertar de David: su prueba de fuego como discípulo de Parménides de Elea en el ejercicio del aforismo griego Nosce te ipsum, su paso de la teoría a la práctica en el hermanamiento de las ideas racionales y metafísicas, y su curso intensivo de comunicación en lugares de poder orientado a la recepción de la infinita sabiduría divina que alimenta la creatividad para alumbrar nuevos mundos. Sierra redignifica la palabra, las humanidades –interconectadas, ¡bravo!– y el oficio de autor, al que convierte en chamán necesario y urgente al grito de: “Necesitamos un ejército de escritores que salven a la humanidad de los peligros que la acechan”. Y ahí nos deja una teoría de la conspiración sobre los descendientes de quienes llevaron a Sócrates la muerte, dueños del mundo.
Sierra forja lectores en su cruzada contra la literatura escapista, redignifica lo literario como vía de conocimiento con la figura del escritor como chamán
Elevar la mirada a lo alto y sacar pecho como autor y lectores pasa por la invocación a un desfile ejemplar de maestros que facilita las cosas: entre otros, Philip K. Dick, Edgar Allan Poe, Julio Verne, Bram Stoker, Virgilio, Homero, Valle-Inclán, Unamuno, Lord Byron, Shelley, Conan Doyle, Yeats y Mark Twain, motor de arranque con El forastero misterioso. Para dar más emoción, se ejecuta a mitad de la historia un giro argumental de matices terroríficos hacia el Apocalipsis de San Juan, herramienta narrativa fulminante. Y qué decir de la genialidad de convertir al daimon griego en Slenderman.
Pero lo mejor es que Sierra no deja en ningún momento de interpelarnos. De hacernos sentir el Parcival de Chrétien de Troyes, que pertenecemos por derecho propio a La Montaña Artificial, a su club privado de filósofos y amantes del saber. Ese es su triunfo. Y dejarnos impacientes a la espera de su próxima reunión secreta para leer arcanos escondidos en cajitas de madera de sándalo con incrustaciones de nácar, entre libros y más libros, mapas, máscaras africanas, ajedreces de marfil y pisapapeles con aspecto de moái pascuence.
MAICA RIVERA (@maica_rivera)
Una versión de este artículo aparece publicada en el Extra de Navidad de 2017, 288 de la Revista LEER