Revista leer
Revista leer
Entremeses

La voz completa de Aleixandre

portada

El Ate­neo de Madrid aco­gió el pasado miér­co­les 9 de marzo la pre­sen­ta­ción de ‘La memo­ria de un hom­bre está en sus besos’ (Ste­lla Maris), espe­rada bio­gra­fía com­pleta de Vicente Alei­xan­dre rea­li­zada por Emi­lio Cal­de­rón. Recuer­dos, ver­sos y besos en una velada cer­cana y poética.

Tras ese sem­blante ova­lado y ama­ble que se le fue afi­nando con los años, el poeta Alei­xan­dre escon­día el secreto de quien vive de implo­sio­nes. Por­que no fue hom­bre de acción, sino de con­ti­nuo vér­tigo inte­rior. En oca­sio­nes, la pre­sen­cia más dis­creta y los pasos más repo­sa­dos res­guar­dan en su silen­cio el grito de la vida y el vuelo irre­ver­si­ble e irre­fre­na­ble de la poe­sía. Pro­te­giendo su inti­mi­dad con la mirada y el hablar, mos­traba a tra­vés de sus poe­mas, a quien qui­siera acer­carse a des­cu­brirlo, el tor­be­llino de belleza que le inun­daba por dentro.

Su pro­pia voz irrum­pió solemne en el Ate­neo, dando comienzo, como el mejor de los anfi­trio­nes, al acto con­me­mo­ra­tivo. Unos ver­sos reci­ta­dos con sen­ci­llez pau­sada, que a Eduard Gon­zalo, direc­tor edi­to­rial de Ste­lla Maris, le sir­vie­ron des­pués para recor­dar­nos lo que Ramón Gaya decía sobre los bue­nos poe­tas: los que no nece­si­ta­ban enfa­ti­zar, hacer gran­des aspa­vien­tos con la voz, pues el pro­pio poema, las pala­bras que lo for­man y el sig­ni­fi­cado que lo con­for­man; ya llega y sabe impreg­nar, como hace la hume­dad, por sí solo.

«Esta bio­gra­fía des­pe­jará nie­blas», anun­ció Ale­jan­dro Sanz, Pre­si­dente de la Sec­ción de Lite­ra­tura del Ate­neo, al inicio de su inter­ven­ción como pre­sen­ta­dor y guía de la sesión. Nos des­cu­brirá una vida ale­jada de la torre de mar­fil en la que, por des­co­no­ci­miento o infor­ma­ción impre­cisa, se le sitúa y piensa. Y Sanz situó enton­ces al poeta en el Ate­neo, haciendo refe­ren­cia a los actos y home­na­jes en los que par­ti­cipó, e ilus­trando aquel año de 1918 en el que, allí, Alei­xan­dre cono­ció a Sali­nas. Cuando éste expo­nía su pin­tura y, aquél, estaba des­cu­briendo la poe­sía en los tex­tos de Rubén Darío, Anto­nio Machado o Juan Ramón Jimé­nez.

Pro­te­giendo su inti­mi­dad con la mirada y el habla, mos­traba a tra­vés de sus poe­mas, a quien qui­siera acer­carse a des­cu­brirlo, el tor­be­llino de belleza que le inun­daba por dentro.

Poe­sía en ellos, en Alei­xan­dre, y en el título esco­gido para esta bio­gra­fía, que no podía sino estar acorde con lo que él fue. Un gran amante de la vida y del amor («el que ama vive sin tiempo», decía). El amor como cen­tro vivi­fi­ca­dor de sus poe­mas y de sus días, el amor como el lugar desde donde reco­no­cer y reco­no­cerse. «Se asfi­xiaba de amor», recordó con admi­ra­ción Javier Los­talé, único de los poten­tes que tuvo la opor­tu­ni­dad de cono­cerle y la suerte de ser su amigo. Tam­bién el dolor y el cuerpo, recalcó, son vér­ti­ces impres­cin­di­bles en su escri­bir. «Mira, Javier –le citó, reme­mo­rando aque­llos ins­tan­tes de cono­ci­miento y expe­rien­cia com­par­ti­dos–. En un cuerpo, se pue­den beber luces». El cuerpo, mate­ria tan impor­tante como la inma­te­ria­li­dad del alma. El cuerpo como ven­tana de acceso al alma.

Y a la ven­tana de Vicente Alei­xan­dre se asomó Emi­lio Cal­de­rón hace muchos años, cuando aún no había ter­mi­nado la carrera y ya se pre­gun­taba por qué nadie, tras los incom­ple­tos –al estar aún vivo el poeta– tra­ba­jos de Leo­poldo de Luis o Anto­nio Coli­nas, había que­rido ter­mi­nar esa nece­sa­ria y mere­cida labor bio­grá­fica. Esperó en vano que alguien alzase esa mano, sin ser cons­ciente aún de que era él quien tenía la «misión» de poner por fin, por escrito, la voz com­pleta de Aleixandre.

DSCN8484
Con­clu­sión del acto con Amaya Alei­xan­dre, sobrina de Vicente Alei­xan­dre, junto al Pre­si­dente de la Sec­ción de Lite­ra­tura del Ate­neo, Ale­jan­dro Sanz.

Cal­de­rón se enfrentó a la cos­tosa empresa de que­rer publi­car una bio­gra­fía en España, hecho al que Eduard Gon­zalo tam­bién hizo refe­ren­cia, y tuvo, a cam­bio, el ali­vio de su pro­pio ofi­cio: el de ser docu­men­ta­lista. «Siem­pre me ha gus­tado encon­trar cosas», com­par­tió afa­ble con los asis­ten­tes, «tengo faci­li­dad para ello». En una bio­gra­fía, gran parte del tra­bajo es resul­tado de un largo y pedre­goso camino de docu­men­ta­ción, espe­cial­mente para alguien que, como él, busca con ambi­ción el dato pre­ciso y honesto. La memo­ria como labe­rinto peli­groso, el viaje emo­cio­nal al autor y el viaje físico a los luga­res que fue­ron parte de él como único seguro de estar haciendo algo sin­cero. Aun­que, como bien sabe Cal­de­rón, una obra así nunca podrá ser abso­lu­ta­mente cierta y cer­tera. Como dijo Jaime Gil de Biedma, «una bio­gra­fía de Vicente Alei­xan­dre sería tan apa­sio­nante de leer como impo­si­ble de escri­bir». Pero aquí no se bus­can impo­si­bles, sólo un posi­ble que se le parezca.

Se asfi­xiaba de amor, recordó con admi­ra­ción Javier Los­talé, único de los poten­tes que tuvo la opor­tu­ni­dad de cono­cerle y la suerte de ser su amigo.

Y, al final, un gesto ines­pe­rado. Amaya Alei­xandre, sobrina del poeta, estuvo allí. Como gran bro­che final, por invi­ta­ción de Ale­jan­dro Sanz subió al pequeño esce­na­rio, lle­nando de un silen­cio expec­tante el salón de actos del Ate­neo. Tras agra­de­cer el tra­bajo de esta bio­gra­fía, y la afluen­cia de público, admi­tió no haber leído aún el libro. «Algu­nas cosas me gus­ta­rán, otras no», son­rió con edu­cada humil­dad, y enfa­tizó la impor­tan­cia de la labor bio­grá­fica y difu­sora de nues­tros hom­bres ilus­tres, como lo fue y sigue siendo su tío, sobre todo en estos tiem­pos. Se nece­sita la poesía.

La memo­ria de un hom­bre está en sus besos se ini­cia con una intro­duc­ción en la que puede leerse que «sus ver­sos se abren a una car­na­li­dad lumi­nosa, en que los labios –rojos, fríos, hir­vien­tes– pue­den con­ver­tirse en beso que no cesa. Y lo mejor, en beso sen­tido por el lec­tor, por­que nada en la poe­sía de Alei­xan­dre es difuso o huero». El lec­tor como cóm­plice, dia­lo­gante. «Una exi­gen­cia de la poe­sía de Alei­xan­dre es el recurso a la voz ajena, es la lec­tura en voz alta». Una lec­tura que nos de el nom­bre exacto de las cosas que sen­ti­mos. Que com­plete nues­tra voz.

Andrea Reyes de Prado (@AudreyRdP)

Fotos: Maica Rivera (@maica_rivera)

aleixandre_portada_ok.inddLA MEMORIA DE UN HOMBRE ESTÁ EN SUS BESOS. BIOGRAFÍA DE VICENTE ALEIXANDRE
Emi­lio Cal­de­rón
Ste­lla Maris. Bar­ce­lona, 2016
535 págs. 19 €

Togel178 Togel178 Togel178 Togel178 Togel178 Pedetogel Pedetogel Pedetogel Pedetogel Pedetogel Sabatoto Sabatoto Sabatoto Sabatoto Sabatoto Togel279 Togel279 Togel279 Togel279 Togel158 Togel158 Togel158 Togel158 Togel158 Colok178 Colok178 Colok178 Colok178 Colok178 Colok178 Colok178 Colok178 Novaslot88 Novaslot88 Novaslot88 Novaslot88 Novaslot88