Lo que comenzó hace casi 30 años como el afán coleccionista de un apasionado de la Historia ha terminado configurando uno de los fondos documentales privados más importantes de nuestro país. Más de 10.000 documentos sobre los grandes conflictos del pasado reciente reunidos para promover la paz en el futuro. Hoy se ha publicado que parte de ellos pasarán a formar parte de los fondos de la Haughton Library de Harvard tras fracasar las conversaciones con el Ministerio de Cultura para que permanecieran en España. Rescatamos por ello el reportaje de BORJA MARTÍNEZ que publicamos en diciembre de 2011, el primero que se hizo eco en nuestro país de la importante labor de la Fundación José María Castañé.
Una carta de Stalin a su hija Svetlana en la que un rendido Koba le pide a su gorrioncito que le envíe “unas cuantas decenas de truchitas” de esas que tanto le gustan. La misiva remitida a Franco por una novia de José Antonio Primo de Rivera preguntando por el paradero del fundador de Falange pocos días después de su ejecución, y la fría respuesta telegráfica del cuartel general del Caudillo reconociendo ignorar el paradero de “dicho señor”. Varias páginas de la agenda de Winston Churchill durante la Segunda Guerra Mundial. La genealogía encargada por Heinrich Himmler para certificar la pureza aria y centenaria de su sangre. El plan de escape del Enola Gay concebido en previsión de que el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima saliera mal…
A su pasión por el arte, Castañé sumó a finales de los 80 una fascinación adicional: los documentos históricos
Esto es sólo una muestra de los más de 10.000 documentos originales, sorprendentes y esclarecedores que conserva la Fundación José María Castañé, una institución insólita en nuestro país creada en torno al fondo acumulado durante los últimos 25 años por su presidente y creador.
Bisnieto de Joaquín Costa, economista e ingeniero industrial, empresario y financiero, miembro del patronato del Museo del Prado y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia, José María Castañé Ortega (San Sebastián, 1938) es un veterano y consumado coleccionista. Su repertorio de arte contemporáneo y vanguardias rusas se encuentra entre los mejores de España. Prueba de ello es que la Fundación Juan March contó con cinco de sus obras para el montaje de la exposición dedicada a Aleksandr Deineka en 2011.
A su pasión por el arte, Castañé sumó a finales de los años 80 una fascinación adicional: los documentos históricos. Poco después de la muerte de uno de sus hijos, y casi a modo de terapia, comenzó a buscar y adquirir todo tipo de materiales originales –fotografías, discursos, cartas, telegramas, carteles, pasquines, revistas, banderas, mapas de operaciones bélicas…– relacionados con la historia contemporánea. Lo que empezó como afición terminó generando un valiosísimo fondo documental, y en 2004 Castañé creó la fundación que lleva su nombre para su adecuada conservación y difusión.
Son los grandes conflictos del siglo XX, particularmente la Segunda Guerra Mundial, también la Guerra Civil Española, los que articulan el grueso de una colección que, según la Fundación, pretende favorecer el conocimiento de los “errores, atropellos masivos y sinrazones” que han provocado grandes sufrimientos colectivos y la destrucción masiva de países y pueblos, y ayudar con ello, en palabras del propio Castañé, a que “las generaciones venideras se abstengan de reincidir en ellos”. “Que puedan ver por sí mismas el horror de la guerra. Que no se lo cuenten, sino que puedan verlo y tocarlo”, explica a LEER María Jesús Escribano, vicepresidenta de la Fundación.
Un curioso subgénero documental se encuentra en el germen del archivo Castañé. Tras descubrir en una librería de Nueva York la existencia de todo un comercio internacional de fotografías firmadas de líderes mundiales, Castañé comenzó en 1987 su propia colección con un retrato de Charles de Gaulle. Hoy cuenta con más de 400, la mitad de las cuales pueden verse en la sede de la Fundación en Madrid.
Una respetable finca construida a comienzos del siglo XX en la madrileña calle Fortuny alberga el amplio piso (reformado en su momento por los arquitectos Ábalos y Herreros para la Galería Pepe Cobo) que desde 2010 sirve de sede a la Fundación. Allí se expone una parte de sus fondos, apenas el 5 por cierto. “Todo lo ha colgado el propio José María”, afirma Escribano, subrayando el íntimo compromiso de Castañé con su criatura.
Cuatro salas acogen esa pequeña pero significativa selección del rico patrimonio documental de la Fundación. La primera de ellas está consagrada a su colección de fotografía artística y documental. Son más de 70 imágenes de reconocidos fotógrafos, especialmente soviéticos, tomadas durante su Gran Guerra Patria (la manera rusa de referirse a la guerra contra la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial). Destacan varias instantáneas de Yevgeni Khaldei, entre ellas la mítica fotografía del soldado soviético plantando la bandera soviética en la cubierta del Reichstag el 2 de mayo de 1945. También hay una notable selección del trabajo realizado durante la Guerra Civil por Agustí Centelles.
La Fundación pretende favorecer el conocimiento de los «errores, atropellos masivos y sinrazones» del siglo XX para que «las generaciones venideras se abstengan de reincidir en ellos»
Además de numerosos carteles de propaganda política y bélica de España, Estados Unidos, Francia, Alemania la Unión Soviética o China, la sala principal acoge la ya mencionada colección de fotografía autógrafa. Son más de 200 retratos de líderes políticos y militares de los cinco continentes. Incluye una de las pocas fotos firmadas de Stalin –se cree que sólo existen cinco en todo el mundo–. Todavía reciente la controvertida ejecución de Muamar el Gadafi, llama especialmente la atención la imagen sonriente del dictador libio, todo un galán mediterráneo en el apogeo de su revolución.
Una miscelánea de objetos y documentos cuelga de las paredes de la tercera sala: propaganda antisemita editada durante el nazismo, un cartel publicitario de Mein Kampf, un ejemplar impreso del llamamiento “a todos los franceses” realizado por el General de Gaulle a través de la BBC tras la firma por Pétain del armisticio con Alemania en junio de 1940, sendas banderas de dos submarinos, uno alemán y otro soviético, el banderín de un sargento de la Legión Cóndor con las enseñas franquista, falangista, italiana, nazi, marroquí y portuguesa; una fotografía panorámica de la sala del Proceso de Nuremberg durante una sesión o un espectacular boceto del banquillo de los acusados realizado en 1946 por la artista británica Laura Knight.
Precisamente esta obra ilustra la portada del catálogo de la exposición sobre el proceso de Nuremberg que en 2007 pudo verse en el Círculo de Bellas Artes de Madrid y el Salón de Exposiciones del Ayuntamiento de Valladolid. El archivo del juez norteamericano Benjamin Kaplan y otros documentos relacionados con el proceso, todos ellos pertenecientes a la Fundación, sirvieron para tramar una muestra que explica de manera transparente “lo que significó el nacionalsocialismo alemán y cómo tuvo que responder de sus crímenes”, en palabras de César Vidal, su comisario.
Aquella fue la primera y única exposición organizada hasta la fecha por la Fundación. La crisis económica frustró otros proyectos. En 2011, coincidiendo con el Año Dual España-Rusia y el setenta aniversario de la Operación Barbarroja, estaba prevista una muestra dedicada al plan de Hitler para la invasión de la Unión Soviética. Esta y otras propuestas permanecen en el cajón de la Fundación a la espera de obtener los fondos necesarios para llevarlas a cabo.
En la cuarta sala de su sede el personal de la Fundación convive con más fotografías y documentos. Hay un rincón dedicado a la carrera espacial, otro a la investigación nuclear; una selección de imágenes del archivo personal de Sergei Smirnov, jefe de fotografía del diario Izvestia en época de Brezhnev; hasta una impresionante imagen del centro de Manhattan tomada por Thomas Hoepker el 11 de septiembre de 2001. La enumeración de tesoros fotográficos y documentales sería interminable. Domina la estancia un impresionante mural compuesto por los retratos de Franco y sus generales durante la Guerra Civil realizados por Jalón Ángel para la edición del álbum conmemorativo Forjadores de Imperio, con la particularidad de que se trata del ejemplar personal del propio Caudillo. Las láminas han sido dispuestas alrededor de una colección de cartografía de guerra del bando nacional y del Corpo Truppe Volontarie que operó en España durante la Guerra Civil.
Todo lo expuesto no es más que la punta del iceberg del fondo de la Fundación. Cuentan por ejemplo con 75 álbumes de fotografía bélica inédita. Más de 9.000 instantáneas tomadas por soldados y otros personajes anónimos durante la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. La colección relacionada con la Segunda Guerra Mundial y los países involucrados en ella cuenta con testimonios de excepción: el documento de “máxima urgencia” fechado en diciembre de 1942 con el que el general Montgomery solicitaba combustible para avanzar hacia Trípoli; el discurso de Charles de Gaulle del 15 de mayo de 1945 ante la Asamblea Constituyente con anotaciones manuscritas; las galeradas de un artículo de Pravda sobre el pacto germano soviético con correcciones de Stalin y Molotov de su puño y letra; las fichas íntegras del campo de Bergen-Belsen cuando fue liberado por los ingleses…
La heterogeneidad del archivo de la Fundación podría dar la impresión de que se trata de una excéntrica acumulación de documentos valiosos realizada sin orden ni concierto. Nada de eso. “Constituye un corpus. Cada pieza, cada documento tiene su razón de ser y de estar”, aclara María Jesús Escribano. El fondo, que se encuentra en un avanzado proceso de digitalización, está disponible para todos aquellos investigadores que estén interesados en su consulta. La Fundación está abierta a la visita de grupos concertados y personas que demuestren un interés cierto por la colección. También a la donación. Escribano muestra a LEER dos dibujos entregados por Eduardo Arroyo, “un apasionado de la Fundación”. Un club de apasionados entre los que se encontraba el director de la Real Academia de la Historia, Gonzalo Anes (ya en octubre de 2009, Anes firmaba en LEER un artículo en el que daba cuenta del descubrimiento en el fondo de la Castañé de una carta de marzo de 1937 en la que el ministro de Estado de la República, Ángel Osorio y Gallardo, preveía la creación de una universidad española en el exilio mexicano). Raro es que quien traspasa las puertas de la Fundación Castañé no quede prendado de este fondo rico e insólito en nuestro país.
BORJA MARTÍNEZ
Una versión de este artículo fue publicada en el número 228, Extra de Navidad 2011, de la Revista LEER.