Acompañado por la editora de Nevsky, Marian Womack – toda una #G30LEER–, Ángel Luis Sucasas ha tenido el detalle de visitar Espacio LEER para traernos personalmente La tercera cara de la luna (Fábulas de Albión), una recopilación de trece relatos (¡buen número!, con prólogo de Félix J. Palma) muy exigentes con el lector que hacen avanzar un paso más al fantástico español. Hoy sale a la venta con aspiración de codearse en las estanterías, sin complejos, con la alta literatura.
¿En qué caldo de cultivo ha de germinar el éxito de “La tercera cara de la luna”?
El lector español está preparado para el fantástico, aquí gusta mucho. Lo único que hace falta es exposición. Si Juego de Tronos y True Detective llegan a todo el mundo es porque se emiten por televisión en horario de prime time desde los canales más conocidos. Por su parte, la actual generación de autores en castellano dedicada a la literatura fantástica puede alcanzar perfectamente a ese público con el que conecta a través de variadas influencias (filosóficas, históricas, televisivas…) porque no está limitada a un nicho literario. El único paternalismo que podríamos permitirnos en todo esto sería el referido a encontrar la mejor vía de difusión para alcanzar al mayor número de personas.
¿Y cuál sería el propósito de esa mayor difusión?
Mi intención, como la de otros autores con los que comparto edad y temática, es aplicar las reglas del fantástico para contar dilemas emocionales, morales, éticos y políticos que nos interesan y no podrían ser reflexionados de la misma manera si se narrasen de forma realista.
Sorprende la ausencia de una influencia cinematográfica explícita en estas páginas, tan habitual en firmas de su generación…
No me interesa nada ese modelo de prosa volcado de adaptación de película. Tengo vocación de estilo, miro hacia la literatura iberoamericana del realismo mágico y mis influencias son transmedia: me dedico a un videojuego por la mañana, leo filosofía por la tarde y termino la jornada con un libro de Neil Gaiman y viendo un filme histórico, por ejemplo.
¡Y se atreve a hacer lírica con el fantástico!
¡Sí! Constituye uno de los retos que más me interesan. El fantástico es el lugar donde la retórica puede explotar, como bien demuestran las obras clásicas (la Odisea, la Iliada, la Eneida, la Divina Comedia, El paraíso perdido….) donde se puede observar claramente cómo romper la realidad es la vía perfecta para introducir todas las herramientas del lenguaje. Y me gusta hacerlo con una voz flexible, arriesgándome a utilizar las figuras retóricas en función de lo que le va conviniendo al texto en cada momento. Por ejemplo, un texto como “El ocaso de los sueños” ha de escribirse con esa prosa barroca y recargada porque las densas imágenes que evoca podrían ser estampas de Doré o El Bosco, con textura y plagadas de detalles concebidos para la lenta recreación del lector. Sin embargo, el caso del último relato, “Máscaras”, es justo el contrario: hay que quitar retórica porque lo prioritario es que las sensaciones se perciban a la mayor velocidad posible.
¿Algún relato predilecto?
Por lo puramente emocional, “La despedida” (elegido por la World Fantasy Convention para representar a España en una antología de nuevos talentos). A mí, que me obsesiona el mundo de la infancia y su tratamiento, me sobrecogió sobremanera el intentar plasmar las emociones de un niño que se sintiera como adulto. Por imaginario, me encanta “Más allá”, me apasiona todo lo que implica el tratar de transmitir un personaje no humano con esquemas emocionales y cognitivos muy distintos a los nuestros. Y en correspondencia a la dedicatoria del libro (“para mis pesadillas”), «Máscaras» es también uno de mis favoritos porque se parece mucho a cómo funcionan mis sueños gracias a la total integración de los elementos fantásticos, que no parecen tales por no llevar un subrayado especial.
No me interesa un fantástico explicativo sino un lector activo que entre en mi juego sin pedirme que sea pedagógico
¿Cuál es el peso de lo simbólico en estas páginas? Parecen estar llenas de arcanos…
¡Lo están! Siempre hay mucho más de lo que estás leyendo. La simbología es fundamental en estos relatos porque me obsesiona lo mitológico. Me interesa mucho la utilización del símbolo para ocultar las claves de funcionamiento de las realidades internas de mis mitologías, todas las historias más grandes de lo que aparentan: existen muchas cosas en marcha, que se presuponen, que no cuento… Bajo todo ello, lo que subyace es una visión de la infancia, incluso en los argumentos protagonizados por adultos, entendida desde dos conceptos: el sentido de la maravilla y la emoción del miedo.
Es usted muy exigente con el lector…
Escribo para personas a quienes les gusta leer, sumergirse en una ficción como parte de la vida… que no necesitan condescendencia por parte del autor. No tengo la necesidad de contarlo todo, no me interesa un fantástico explicativo como el que, por ejemplo, practicaba Tolkien, sino un lector activo que entre en mi juego sin pedirme que sea excesivamente pedagógico.
¿Qué puede contar del relato que parece alzarse como clímax de la recopilación, “La sonrisa y el reflejo”?
Surgió de una imagen que es anecdótica en la narración: una urna de cristal que alberga una estación. Empecé a pensar qué podría ocurrir si lograra encerrar un pedazo de invierno o de otoño y tenerlo dentro de los anaqueles del laboratorio de un mago. A partir de este detalle, aparentemente nimio, me planteé desarrollar el tema de la identidad y del otro, de quién podemos llegar a ser y de la oscuridad del útero donde se están forjando todas las decisiones de futuro sobre cómo va a ser la persona. Todo esto lo quise trasladar a la fantasía épica, así que tomé el esquema más clásico de héroe-villano y para hacer el juego de contrarios pensé que uno defendería el realismo como bárbaro o caballero frente a un mago. Respecto a tales roles fijos, me pregunté qué podría suceder si ser héroe o villano dependiera de una decisión completamente aleatoria de una fuerza sobrenatural, perversamente juguetona. Y, finalmente, resolví exponer esto en muy pocas páginas, dando relevancia a la idea del espejo donde ver lo opuesto a lo que serías, tan solo separado de ello por una lámina de cristal.
Al leerle, da la sensación de que es usted muy “rolero”…
Los esquemas de rol los tengo integrados a través de videojuegos y juegos de tablero. Es cierto que estudio mucho mis propias reglas, me gusta que mis historias tengan una arquitectura oculta y nunca dejo las peripecias al azar. Es increíble todo lo que puedes hacer cuando admites que puedes romper el reglamento de lo real: usar todos los tópicos del fantástico y deconstruirlos, acercar el fantástico al realismo sin renunciar a llevarlo a las estrellas y demostrar que puede irse mucho más allá. Si leo mainstream es para tener herramientas de consumo fácil que me permitan entrarle a mi lector de forma rápida, para saber cómo enseñarle la bisutería con objeto de poder sacarle después las joyas. Es un claro ejemplo de ello el primer relato, “Un cuento de la Dama Blanca”: yo sé que el tema del hombre lobo es muy atractivo, en general, pero la clave está en trascender el tópico y aprovecharlo de otra manera (en este caso, llevándolo hacia Clive Barker), encontrar el patrón repetitivo y destrozarlo, ver hasta dónde puede explorarse.
MAICA RIVERA (@maica_rivera)