Un día de furia (cristiana)
CON UN ESTALLIDO. Así comienza Impenitente. Sin escatimar un párrafo, ni siquiera una línea, Francis Spufford comienza a la defensiva una reivindicación de las emociones cristianas en su “inteligibilidad y dignidad adulta”. Y lo hace derrochando una corrosiva ironía e incluso avasallando.
Tras una primera toma de contacto, el lector concernido desde la fe quizá cierre el ejemplar de Impenitente sobre su regazo con estupor. Ah, el de este irreverente no es el talante correcto, pensará. Cierto. Pero en absoluto su arranque le resultará ajeno como cristiano aquí y ahora. Al contrario, parece terriblemente familiar porque es semejante al talante con que los fans acérrimos de Richard Dawkins se burlan de sus creencias, infiriendo automáticamente de ellas una supuesta inferioridad intelectual y tantas otras barbaridades nacidas del prejuicio.
A priori puede parecer que las de Spufford no son las formas que exige el legítimo desarrollo ensayístico de la materia. El objeto de análisis demanda, siquiera por ósmosis in extremis, una actitud distinta. En cuestiones de fe no se trata de imponer sino de proponer; por ser más hiriente no se gana en razones y, lo más importante, si hay algo incuestionable es que “por sus frutos Le conoceréis”.
Pero retomar su lectura será una buena decisión porque no es sólo ruido, y mucho menos fácil gratificación, lo que prosigue animando esta obra. Con los pies bien metidos en el barro e incluso desde algún código barriobajero, el autor mantendrá una constante crítica (y autocrítica) a la elevación hacia misticismos impostados que supondrá la mayor sorpresa para agnósticos y ateos, quienes se hallarán inéditamente encarados a los entresijos de la forja de fe en sus facetas más pedestres.
Lo mencionado hasta el momento basta para adelantar que el gran pecado del enardecido escritor es la soberbia, que le aboca a ser un kamikaze y cometer fallos como intentar corregir al mismísmo C.S. Lewis estrellándose estrepitosamente. He aquí el talón de Aquiles de Spufford, quien no se revela como autoridad a causa de sus particularismos que son fruto de someterse a un estado de ánimo (hay que atender más y mejor los consejos lewisianos), factor que le lastra para poder asentarse en lo universal. Tampoco parece muy útil que su discurso dé vueltas al concepto de “culpa” o que insista en las divergencias del cristianismo con otras religiones.
Sin embargo, como “cristiano indignado”, Spufford pone certero el dedo en la llaga de los principales tópicos actuales. Y, sobre todo, si este libro merece mucho la pena es porque el autor sí se revela como maestro en algo muy valioso: es un agudo analista del proceso íntimo de fe y de la descripción de todas sus fases frente a lo inefable, ágil en domar el lenguaje para el discernimiento y brillante en su reclamación de la metáfora como vía necesaria de conocimiento.
MAICA RIVERA (@maica_rivera)
IMPENITENTE Francis Spufford Turner. Madrid, 2014 216 págs. 19,90 € Una versión de este artículo aparece publicada en el número de noviembre de 2014, 257, de la edición impresa de la Revista LEER. Disponible en quioscos y librerías de toda España (¡suscríbete!).