No existe una calle con un nombre más apropiado que Relatores para montar una librería. Aunque el término alude a un cargo judicial, evoca a su vez a quien es capaz de narrar, a quien conoce que la diferencia entre un buen relato y uno mediocre consiste en saber contarlo, en tener claras las palabras pero también los pensamientos que las eligen.
Enclave de Libros es un proyecto más amplio que la suma de una librería y una editorial; es la aventura personal de Pino Maio y María Macchia, dos italianos afincados en España desde hace más de veinte años. Justo este mes de noviembre de 2014 Enclave cumplirá su quinto aniversario, por lo que LEER ha encontrado en la efeméride una excusa perfecta para pasar una gris mañana de otoño en Madrid conversando con ellos.
Ambos nos advierten, desde el principio, que aquí no hay nada casual, ni siquiera el nombre –o eso menos que cualquier otra cosa cuando de lo que se trata es de darle carácter a algo–. Un enclave se podría definir como un lugar cerrado con unas leyes autónomas que establece unos límites con el exterior, y Enclave es justamente eso. Una librería es, como nos dicen, un lugar místico, religioso, conspirativo y subversivo, ese espacio donde actúan unas leyes muy diferentes a las de ese paisaje más allá de sus anaqueles llamado mundo exterior.
Sorprende, de primeras, encontrarse con dos personas que en la época de los quizás como refugio y el atropellamiento de la razón sepan definir tan bien el lugar que están construyendo. Al referirnos a esta librería como la aventura personal de sus propietarios no intentábamos dar un carácter metafórico a la frase. En un momento vital difícil y cuando el mundo del trabajo asalariado se tornaba hostil, decidieron hacer lo que les pedía el corazón –y la cabeza– y partir desde cero –en lo material, no en conocimientos– para montar este baluarte del papel impreso.
Enclave comenzó con 200 libros y hoy tiene un fondo de más de 15.000. Y a nuestro criterio un fondo excepcionalmente bien elegido, donde, si fuera menester, cualquiera de los títulos que lo componen tendría una razón de ser para estar allí. No estamos por tanto ante una librería con apellidos, estamos ante un lugar que rinde tributo, no sólo a los libros, sino a las ideas que en ellos se exponen.
Enclave coincidió en su momento de apertura con la apertura, a su vez, de una nueva época que ha girado en todas sus vertientes política, social, económica y cultural– en torno a ese aglutinador del desastre llamado crisis. Obviamente, además de las dificultades propias de iniciar un negocio, una época convulsa y de escasez añade un grado de inclinación mayor al proyecto. Sin embargo, es posible que aquel fuera el momento perfecto para que Enclave se pusiera en marcha.
El fondo de esta librería –fundamentalmente dedicado al ensayo en todas sus versiones, pero también con espacio para la narrativa, la poesía el cine o el arte– gira en torno a la idea de crítica radical –buscando las causas primeras, la raíz– de lo que se da por sentado, de lo normalizado y habitual. Es además un lugar que no admite esquemas rígidos. Aunque posicionados, según nos dicen los libreros, en lo libertario, su intención ha sido siempre abrir el debate hacia cualquier sector, buscando el disenso como oportunidad para hacer patente la contradicción.
Para los creadores de Enclave lo fundamental del debate es que tenga ambición intelectual, en un momento como el actual en el que este, se encuentre en el punto del espectro ideológico que se encuentre, no es más que un sumatorio inabarcable de opinión no razonada, información superficial y algoritmos empobrecedores.
En esta librería se busca una experiencia convivencial con sus clientes. No es por ello extraño que muchos de quienes que han estado interviniendo activamente en la realidad social desde ese ya lejano mayo de 2011 hayan sido visitantes habituales de Enclave. La fuerza de las personas, consideran Pino y María, es una parte muy importante en la retroalimentación del proyecto. Los clientes son clientes cuando pasan por caja, pero además son un factor esencial en el intercambio de información y conocimiento que enriquece su experiencia librera, un grupo de gente que ha elegido Enclave por sus afinidades. En un momento –ya posiblemente época– en el que el dinero escasea, los clientes quieren acertar con el libro que compran. De ahí la importancia de tener un fondo selecto y adaptado: más una cuestión de afinar la puntería que del grosor del calibre comercial.
Este juego de afinidades ha hecho que una librería con cinco años de existencia no haya recurrido nunca a la publicidad ni al marketing. Por la sencilla razón de que su “posicionamiento de mercado” ha sido, simplemente, hacer el trabajo que tenían planificado. ¿Deseos para después del aniversario? Volver a dar un nuevo salto de calidad, poniendo en marcha su web y aumentado lo que denominan la bibliodiversidad: entender la función librera como algo vivo, mutable y representativo de la multiplicidad del pensamiento humano.
Una librería como Enclave se enfrenta por su propia naturaleza a los cambios antropológicos que se están dando en la sociedad y del que quizá el libro electrónico es uno de sus exponentes –del que por cierto Pino tiene una opinión un tanto escéptica, considerándolo más una apuesta de multinacionales de lo tecnológico que del mundo de la cultura–. Cambios que se sustantivan en la lectura cada vez más parcial, en el salto de un tema a otro sin profundizar e incluso –nos ponen el ejemplo gráfico de aquellos que fotografían las tapas de los libros para recordarlos– la disminución de la memoria.
Por eso Enclave está ampliando el rango de propuestas que se dan cita en su espacio. Así, por ejemplo, se han abierto a géneros considerados menores, pero buscando las publicaciones de calidad. No se trata de no disponer de libros de fantasía o novela negra, sino de buscar aquellos que tengan la calidad suficiente para demostrar que se puede hablar de lo esencial desde cualquier prisma. Dinamitan, pues, la estructura cultural que categoriza y segmenta algo –la propia literatura– que es un continuo indivisible. Siguen cuidando especialmente a editoriales como Pepitas, La Felguera, Acantilado u Oriente y Mediterráneo, por considerarlas afines no tanto en contenido como en el cuidado con que desarrollan su labor. También disponen de un fondo infantil y de libro de ocasión, ambos, ya marca de la casa, elegidos con precisión.
Otro de los aspectos importantes de Enclave es su espacio cultural, pensado para actuar sobre su entorno ya que consideran el barrio como un espacio que necesita de puentes con otros ámbitos como la realidad académica. En estos momentos, por ejemplo, se imparte un seminario sobre la Teoría del Valor, con su blog como herramienta que sirve de depositorio y espacio de participación. También tienen lugar talleres de poesía, de literatura infantil o psicoanálisis, sobre autores como Bourdieu o un grupo de lectura sobre los Grundrisse.
Enclave Editorial
Y llegamos al punto en el que hablamos de la otra faceta principal de Enclave de Libros, la editorial. María y Pino insisten en que no son una librería que edita libros, sino que ambos proyectos se complementan y que, aunque la editorial inició su andadura hace dos años, estaba pensada desde el principio del proyecto. Potenciar y sumar; librería y editorial como uno solo.
Enclave empezó editando un par de textos que recogían las intervenciones de un seminario cinematográfico que tuvo lugar en la librería –ya agotados pero de posible reedición– aunque su primer libro programado fue En el acuario de Facebook, escrito por el colectivo Ippolita, un libro que trataba de discernir la “transparencia radical, ese conjunto de prácticas narcisistas y de pornografía emocional” y buscar las relaciones entre el anarcocapitalismo de los right libertarians de California, Facebook, los partidos pirata europeos o Wikileaks.
Esta doble naturaleza de librería y editorial, apuntan, surge como compensación de la dificultad de llevar adelante el negocio literario. Además de los márgenes escasísimos que dejan los libros y el bucle de tener que costear las publicaciones venideras con las existentes, la sinergia librería-editorial es necesaria por, creen María y Pino, la política de devoluciones del mercado del libro. Un sector donde las grandes superficies pueden “secuestrar” una parte sustancial de una publicación y tenerla en un almacén cogiendo polvo, mientras que ese libro se solicita y parece agotado y, para rematar la jugada, devolverlo a los años cuando ha perdido su impacto inicial.
A pesar de las dificultades, los editores de Enclave siguen apostando por llevar adelante sus publicaciones –de las que a menudo también son los traductores–. Buscar textos, primero que les gusten, pero también que cohesionen a la editorial; dar a conocer libros no publicados en España, sin sesgos pero siguiendo sus afinidades.
Estas herramientas para expandir el discurso, como las denominan, contarán el próximo año con entre seis y ocho nuevos libros que se unirán a los ya doce que han editado, con títulos como Anarquia en Acción, de Colin Ward o Conversaciones con Ivan Illich, de David Cayley. O el reciente La política fuera de la historia de Wendy Brown, un trabajo que se interroga sobre cómo podemos movernos en el paisaje político contemporáneo una vez que los referentes de la modernidad han desaparecido.
Dejamos a María y Pino en su enclave particular, en ese espacio tan relacionado con la realidad exterior pero a la vez tan independiente de ella. Miramos los estantes y las mesas repletos de libros, de ideas, y pensamos que con un lugar como este merece muchas y repetidas visitas. Primero por el gusto de conocer librerías que aún siguen creyendo en su función de mediación entre la avalancha de lo editado y el lector, y segundo, y más importante, porque en Enclave de Libros podremos poner en práctica la virtud de escuchar y disfrutar de ser escuchados.
DANIEL BERNABÉ (@diasasaigonados)
ENCLAVE de LIBROS Calle Relatores, 16 28012 Madrid +34 91 369 46 49 / enclavedelibros.blogspot.com.es