Pasiones cretenses
Editado muy oportunamente en el año dedicado a El Greco, Informe al Greco (Cátedra) de Nicos Casandsakis tiene su pequeña (o grande) pero muy gozosa trampa. Y es que en puridad no se trata de ninguna apología del genial cretense (Casandsakis, por cierto, coincide en el adjetivo y en el gentilicio, pues había nacido –en 1883– en Iraclio, cuando Creta pertenecía aún al Imperio Otomano) sino del informe que sobre su vida presenta el soldado al general.
Ahora bien, y pues España (y Toledo, naturalmente) figuró como etapa intensísima en el recorrido del viajero compulsivo que fue el autor de Vida y hechos de Alexis Zorbas (sí, la base de la película Zorba el griego, de Cacoyannis, como Cristo de nuevo crucificado, también de Casandsakis, inspiró el filme homónimo de Jules Dassin), no sorprenderá que el libro se cierre en “las estrechas callejuelas de Toledo”, con las campanas de Santo Tomé sonando a maitines. En un epílogo intensísimo, como todo el libro, Casandsakis trata a su compatriota de abuelo, y le hace una de las rendidas declaraciones de amor, desde el concepto arrebatado, que jamás se hayan hecho.
Y por ahí vamos entendiendo el porqué del libro, traducido del griego y editado por Carmen Vilela Gallego en un trabajo igualmente fervoroso. No se merecía menos un libro tan ardiente, de un cretense iluminado que a mí me recuerda en su vehemencia a sus coetáneos de nuestro 98 (y con Antonio Machado debió de coincidir en París, en 1908, en los cursos de Bergson, gran devoción de ambos), muy en especial a Unamuno, en el arrebato paramístico, y a Baroja en el amor a Nietzsche. Esto último fue en Casandsaski –también lo sería su pasión wagneriana– una constante, a partir de la epifanía que le supuso la lectura de El Anticristo. Ello nos lleva al amor/rechazo de la religión en estado puro que encontramos en el autor de Informe al Greco, tan heteredoxo en sus pronunciamientos y en su obra que lo llevaron al Índice de autores prohibidos. También de que a su muerte –aprendemos en la cronología utilísima dispuesta por Vilela Gallego–, ocurrida en Friburgo en 1957, la Iglesia Ortodoxa prohibiera que sus restos embalsamados fuesen expuestos en Atenas. Sí lo fueron en la catedral de Iraclio (Creta), entre el fervor popular.
Y es que, véase este libro, Nikos Casandsakis fue un cretense hasta la médula, brutalmente apasionado por aquella tierra seca, riquísima en su economía expresiva, limitada tan solamente por el mar, pariente no tan lejana de la Castilla que el viajero impenitente que fue este enamorado de El Greco (y político activo, prosoviético luego de su viaje a Rusia en la deriva de la Europa totalitaria) conoció en sus años de mayor decadencia estoica. Informe al Greco es un libro excepcional, en edición ejemplar. Y no merecían otra cosa Nicos Casandsakis y su abuelo, aunque tangencialmente, ¡pero vaya tangente!, Doménikos Theotokopóulos.
VICENTE ARAGUAS