La calle Santa Isabel, en Madrid, discurre paralela a la calle Atocha, pero a diferencia de ésta carece de su ajetreo y tráfico. Santa Isabel es una calle luminosa, tranquila, con el Cine Doré dándole salida y el Colegio de Médicos recogiendo su fin; en medio encontramos mercados con productos a pie de calle, terrazas sin pretensiones y hasta una zapatería flamenca. Y en uno de sus números, el 7, está La Fugitiva.
La Fugitiva es una librería y un café, es un lugar de encuentro y trabajo, un espacio de paso donde la gente permanece. Nosotros llegamos al final de la mañana y hallamos a uno de sus libreros, Jacobo Paniagua. Nos sentamos en una de las mesas que se esparcen por el local y empezamos a hablar con él sobre qué significa La Fugitiva.
Nos encontramos con una librería general, que intenta, dentro de sus dimensiones, recoger en su fondo todo tipo de materias: narrativa española y extranjera, infantil, poesía, teatro… sin importar su procedencia ni formato. Jacobo nos explica que trabajan desde el gran grupo editorial hasta la autoedición, incluidas muchas de las nuevas revistas que han aparecido en los últimos tiempos. Además cuentan con la ventaja de que su propietario, Santiago Palacios, estuvo en el mundo de la distribución, por lo que disponen de algunas ediciones agotadas y editoriales ya desaparecidas.
La Fugitiva abrió hace cuatro años, aunque antes ya existía. Tenía el mismo nombre y también era una librería cafetería. Aunque posiblemente más lo segundo que lo primero. ¿Qué cambios hubo entonces? Justo los que situaron a este local en lo que es ahora, un punto de referencia para su barrio.
Jacobo nos cuenta que en Lavapiés todo el mundo sabe dónde está la Fugitiva. Mucha gente viene aquí a tomar un café, pero con la intención de ojear algún libro; otros, aprovechando el wifi gratis, traen sus equipos para trabajar en un entorno tranquilo. Incluso los escritores del barrio la tienen como un punto donde encontrarse, alguno casi con mesa adjudicada.
La Fugitiva cuenta con una programación cultural atrayente. Organizan dos clubs de lectura, tertulias filosóficas, coloquios, presentaciones, recitales de poesía y en general todo aquello relacionado con el mundo de las letras, el arte y el pensamiento que tenga cabida dentro de sus paredes.
Y sí, incluso sus paredes reflejan la sinergia entre la librería y su entorno. Exceptuando las grandes cristaleras el resto de muros están tapizados por todo tipo de convocatorias y anuncios, la mayoría generados en la inquieta zona de Lavapiés. La Fugitiva, por tanto, sí hace renacer algo que creímos obsoleto: la librería de barrio.
Jacobo nos comenta que La Fugitiva forma parte de una empresa familiar donde, aún habiendo jefe, las decisiones casi se toman como en una cooperativa. Esta librería es hermana de otras dos, Sin Tarima y Con Tarima, que están situadas en el barrio de las Letras.
¿Cómo iniciar un proyecto hace cuatro años, justo en un momento en el que las dificultades económicas arreciaban? Jacobo piensa que en aquel momento su proyecto era novedoso, algo que les ayudó a darse a conocer rápidamente. Una librería cafetería no es un local donde se sirve café frío y hay algunas revistas para que los clientes las ojeen como en la sala de espera del dentista. Jacobo piensa que las librerías han sido sostenidas por un núcleo de irredentos enamorados de la literatura, pero también del objeto en papel. Lo digital, opina, se está desarrollando de forma muy lenta en España y de momento su público es más lector de best-sellers. Por otro lado está el tema del IVA, ya que el mundo del libro es el único reducto cultural que ha quedado a salvo de la subida. Jacobo nos dice que una novedad que ande por los 18 o 20 euros no podría soportar una subida del impuesto, sería inasumible. Al librero de La Fugitiva sí le gustaría –aunque sea algo que esté fuera, obviamente, de su competencia– que se desarrollara la opción del libro de bolsillo, no tanto como una segunda vida para los libros de éxito sino como una opción asequible que estuviera disponible desde un primer momento.
Para despedirnos le preguntamos a Jacobo qué libros vende y a quién. Nos explica que –además de la infinidad de novedades, tendencias, nuevos descubrimientos– en La Fugitiva los autores clásicos siguen teniendo un peso determinante –Cortazar, Borges o Conrad siempre en primera línea-. Respecto al público, además de los clientes ya conocidos de Lavapiés, a Jacobo le llama la atención el turista latinoamericano –de gran cultura lectora– que viene a Madrid y compra por el menor precio gran cantidad de libros para llevarse a su país.
Nos despedimos mientras que algunos clientes entran. Quizá habitantes del barrio que han bajado a dar una vuelta y han pasado a la librería como se pasa a la panadería o se saluda a la chica de la tienda de la esquina, como tus vecinos, los que están ahí para prestarte la sal o venderte ese libro que tantas ganas tenías de leer.
DANIEL BERNABÉ @diasasaigonados
La Fugitiva . Santa Isabel, 7. 28012, Madrid. Tlf. 91 468 24 53