La madrileña calle de Doctor Fourquet, a la espalda del Museo Reina Sofía, es una vía a las que cuesta atribuir una paternidad concreta: no se sabe si pertenece a la multicultural Lavapiés, si conduce a la ajetreada Atocha, o si ya, con varias galerías de arte ocupando sus portales, ha empezado una nueva etapa de sofisticación en simbiosis con su destacado vecino. En todo caso en su número 11, hace apenas tres meses, ha abierto sus puertas una nueva librería, Cave Canem, palabras y cosas, a la que LEER ha querido acercarse en los que pretendemos sea el inicio de un viaje permanente y curioso al mundo de las librerías. Y qué mejor hacerlo con la más cercana, geográficamente hablando –a la vuelta de la esquina–, a nosotros.
Al entrar en Cave Canem algo nos recuerda inmediatamente a Berlín o Praga, a esos espacios construidos para la vanguardia desde la tradición, amigables con el lector desde el primer momento. Nos recibe Guillermo Enríquez, uno de los dos libreros –junto con Alejandro Schwartz– que han dado vida a este nuevo proyecto, y al que asaltamos mientras parece enfrascado en algún tipo de búsqueda bibliográfica en la red. Guillermo nos empieza a explicar en qué consiste Cave Canem y habla con seguridad sobre los libros, con rapidez de los principios que les han movido a iniciar esta aventura, y de alguna manera las dimensiones reducidas de la librería comienzan a desplegarse, como en un juego de de papiroflexia, y muestran muchas más cosas de las que se perciben a simple vista.
Los proyectos de gran librería fundamentada en el flujo constante de novedades, nos comenta Guillermo, están ahí, «son parte del sector del libro, y más allá de la opinión que tengamos sobre ellas, no es nuestro campo de juego». La librería Cave Canem se basa, sobre todo, en la selección cuidadosa de su fondo; tanto, que al librero no le haga falta siquiera un programa de gestión para saber con qué títulos cuenta o para que, ante la pregunta curiosa de un cliente, sepa qué recomendar y cómo, al momento.
Cave Canem dispone de alrededor de 4.000 títulos –libros de reciente aparición, pero también ejemplares de hace unos pocos años que, pese a su interés, han sido barridos de los anaqueles convencionales por las pleamares incesantes de las novedades– recogidos en sus secciones de literatura y ensayo filosófico, aunque también música, bellas artes, política y cómic, pertenecientes a cualquier editorial pero con especial atención a las independientes. ¿Es una toma de postura? “Es una dinámica natural”, responde Guillermo. “Nosotros tenemos lo que nos gusta, recomendamos los libros que leemos y, al final, la mayoría de cosas que se lanzan y nos parecen interesantes vienen de la edición independiente”.
Nos llaman la atención unas estructuras que cuelgan de las paredes, cajas de madera abiertas con una serie de libros dentro de ellas. ¿Decoración? A pesar de la esencia cuidadosamente alternativa de la librería hay algo más. Las cajas son selecciones temáticas que Enríquez y Schwartz van realizando para ofrecer títulos de interés sobre cuestiones como la guerra, la poesía o Walden –más que el ensayo de Thoreau, un determinado concepto de vida–. Es una forma de promoción, pero también de demostrar que en esta librería las cosas se hacen por esa necesidad que, los que leemos, conocemos tan bien: la de compartir con los demás aquellas frases certeras que nos han llegado especialmente.
¿Por qué una librería con subtítulo? “El palabras y cosas, además de un eco foucaultiano –vemos varios títulos del francés en las mesas de destacados–, se refiere a ese concepto cultural en el que los objetos son hijos y además testimonio vivo de una época”. Podemos, por ejemplo, averiguar cuáles eran los miedos, dudas y esperanzas del inicio de la década de los cincuenta leyendo El tigre de Tracy de William Saroyan –las palabras como túneles hacia la realidad de un momento–; pero también observar qué era lo que el mundo esperaba de sí mismo –justo en ese instante en que comenzaba el miedo nuclear y a la vez una nueva encarnación del american way of life– viendo la propuesta cotidiana que un estudio de diseño de Stuttgart hacía sobre los útiles de cocina. Así, Guillermo nos mostró varias piezas originales de Wilhelm Wagenfeld, un referente en el ámbito del diseño industrial forjado en la Bauhaus.
Otro de los objetos que cuelga de sus paredes es, curiosamente, parte de ese vórtice cultural de la Francia de principios de los setenta: una cronología detallada de más de un metro de largo de la historia de la Internacional Situacionista editada, cómo no, por Champ Libre, la editorial de Lebovici y refugio de Debord.
Le preguntamos a Guillermo –que se nota posee la fuerza de quien acaba de empezar una aventura y podría estar hablando horas de ella– que nos recomiende tres libros por los que haya paseado recientemente. Nos habla de Domingos de un burgués en París de Guy de Maupassant (editado por Periférica); de La ciudad y las ratas, obra del argentino Raúl Damonte Copi, autor poco conocido en España pero que comparte nacionalidad con Alejandro Schwartz –lo que hace que en esta librería tengamos a mano títulos y ediciones de Argentina de forma habitual–; por último Guillermo también nos recomienda Hacia la sobriedad feliz, ensayo autobiográfico de Pierre Rabhi editado por Errata Naturae –y comentado por Javier Morales en el extra de Verano de LEER de 2013– que transita alrededor de la vida de un hombre que, en busca de ese bien preciado llamado felicidad, llega a la conclusión que hay que lograr algún tipo de autogestión personal realista, volver a lo pequeño, a lo hecho a mano, al detalle de las cosas creadas con interés. Un libro que podría resumir perfectamente lo que espera al visitante en esta librería, Cave Canem, palabras y cosas, donde, de nuevo, lo sencillo y cuidado toman protagonismo.
DANIEL BERNABÉ
Cave Canem. Doctor Fourquet, 11. 28012, Madrid.