“Si has logrado escribir un guión perfecto, por favor, no lo ruedes: ¡publícalo!”. Esta frase atribuida a José Luis Borau representa atinadamente el malestar y la frustración habituales del escritor cinematográfico, mal pagado y acostumbrado a que terceros –productores y directores– violenten la virtud de su trabajo. Un antagonismo resumido a la perfección por esta negación absoluta de Elías Querejeta: “El guión no existe y si alguien dice lo contrario miente”.
El triunfo total de David Trueba en los últimos Premios Goya, como escritor y realizador de Vivir es fácil con los ojos cerrados, y el inminente estreno de otra película con guión de una escritora-escritora como Elvira Lindo, La vida inesperada, dirigida por Jorge Torregrossa, nos invita a reflexionar sobre la esencia literaria de la escritura cinematográfica. ¿Es el guión literatura? Vinculado irremediablemente a su posterior realización, se produzca esta o no, ¿tiene el nasciturus derechos propios? ¿Merece vivir? Contra el criterio implacable de Querejeta, John Huston aseguraba que “un buen guión puede leerse como literatura”.
En torno a ello versa el tema de portada del número de abril de 2014 de LEER. Bajo el título de Escritores de cine reflexionamos sobre “la discutida condición literaria de guionistas y guiones”. Marta Caballero ha recabado el testimonio de cuatro cineastas letraheridos: los citados David Trueba y Elvira Lindo, Manuel Gutiérrez Aragón y Agustín Díaz Yanes. Además, Álvaro del Amo y José María Merino, reunidos en Espacio LEER con el pretexto del reciente libro de relatos del primero, Crímenes Ilustrados (Menoscuarto), debaten con nuestro director, Aurelio Loureiro, sobre las sutilezas de la escritura cinematográfica y su cercanía con el cuento. Y visitamos la Biblioteca Fantástica de Gonzalo Suárez –“Mis guiones están muy elaborados literariamente y merecerían ser editados como obras autónomas”– de la mano de su personaje más veterano y obstinado, Ditirambo, que este año cumple nada menos que 50 años de vida ficticia y discontinua.
También tomamos el pulso de un fenómeno que ha revertido la consideración habitual de los escritores para la pantalla. El gran momento que viven las series estadounidenses ha colocado a los guionistas en una posición de poder y notoriedad inédita hasta la fecha. Ahora ellos son las estrellas de la virtuosa carambola industrial por la cual cadenas como la HBO, amparadas en la fortaleza de su oferta deportiva y sus abonados, apuestan por ese valor añadido llamado prestigio que representan producciones como la reciente y aclamada True Detective. La cruz: el discutible canon español. Nos acercamos a él desde la lectura de España en serie (Aguilar), el libro de Álex Mendíbil sobre las producciones españolas de ayer y hoy que complementa la serie documental de Canal+.
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