La batalla del escote
Bienvenido Llopis, propietario de la maravillosa librería Casablanca, ubicada en la madrileña calle Bailén y especializada en carteles, fotografías y programas de mano del cine clásico y actual, es un hombre que ama con pasión el séptimo arte y que ha coleccionado durante toda su vida las imágenes impresas de aquellas películas que dieron forma al imaginario de varias generaciones. Muchos recordamos haber entrado en la tienda, también de jovencitos, con la actitud reverencial de quien se acerca a un lugar ciertamente sagrado, la respuesta eficaz y al alcance del bolsillo del cinéfilo. Una labor propia de filmoteca y documental que ni siquiera el legendario Cine Doré es capaz de satisfacer –salvo por los estupendos folletos informativos que pone a disposición del espectador–. Ahora nos acercamos a la Casablanca de Llopis buscando las miradas, los rostros y los dibujos artesanos que nos enamoran y nos hacen temblar de emoción. Y hablamos con él de las grandes películas, de las que nos faltan y las que hemos conseguido tras mucho trasiego e incluso años.
Llopis nos regala ahora en un libro exquisito publicado con mimo por Guillermo Balmori y Enrique Alegrete, de Notorious, La censura franquista en el cartel de cine, fruto de muchos años de reunir testimonios de ese cine de papel, esas estampas pintadas en colores intensos o en sepia que anticipaban la película que el espectador iba a ver o que pensaba que tal vez un día podría disfrutar. Llopis habla de ellos, de los pintores de estos verdaderos cuadros en pequeño formato, de “creadores de ilusiones” y tiene toda la razón. La destrucción sistemática de la pinacoteca del cine –los grandes carteles pintados que otrora adornaban y maravillaban a los transeúntes en las avenidas de las grandes ciudades– brillan ahora por su ausencia. Ahora, con respecto al planteamiento de la promoción visual del cine de ayer, ya nadie pinta nada –nunca mejor dicho–. Y los que amamos el cine nos tenemos que buscar esas ilusiones en Casablanca, con la seguridad de que allí Llopis siempre nos sorprenderá con una maravilla, tal vez con una mirada inédita de Bogart o de Ingrid Bergman.
Pero también aquel tiempo contó con sus contras, como la de la feroz censura, verdadera cruzada pictórica, que hacía estragos en carteles y programas, listas de material de uso interno, postales, clichés, etc. Llopis descubre incluso las incoherencias de la tijera censora, como en el caso de la portada y la contraportada de la guía publicitaria de Las tentaciones de Enriqueta (1974), el culmen de un desconcierto que Llopis no duda en denominar generalizado. Lo importante era que el público consumidor no recibiese estímulos que excitasen su libido –esos hombros desnudos y escotes pronunciados de las divas del cine– o inclinasen su ideología demasiado a la izquierda. El autor presenta el “antes y el después” o incluso el durante, haciendo las delicias del lector-espectador, que disfrutará por partida doble de estos iconos. Todo este circo terminó el 1 de diciembre de 1977 con el gobierno de Adolfo Suárez, cuando el BOE dio por acabada la censura. La lucha de los bikinis, los muslos y los besos que derriten el recuerdo la había ganado la libertad: lo importante, sin embargo, era conservar las señales de esa batalla y Llopis fue desde el principio lo suficientemente audaz, visionario y paciente para documentarla. Gracias, Bienvenido, por este libro excepcional.
DAVID FELIPE ARRANZ