#leer295: enseñar a escribir
En 2009 Ana Merino llegó a Iowa City para dirigir la creación de un máster de escritura creativa en español. Diez años después, el Master of Fine Arts (MFA) in Spanish Creative Writing de la Universidad de Iowa es una referencia ineludible en el cada vez más universal y atomizado mapa de la literatura hispanoamericana. Enseñar a escribir, aprender a escribir, es el tema de portada del último número de LEER.
La necesidad de un MFA en español en el epicentro de la enseñanza de la escritura creativa, replicado ya en otras universidades norteamericanas, pone de manifiesto el creciente e indeclinable peso del idioma en Estados Unidos, donde ya cuenta con más de 42 millones de hablantes nativos. También la demanda sostenida de un estudio, la escritura creativa, poco conocido y comprendido en España pese a haber modelado el canon literario estadounidense de las últimas décadas. Hay aquí una suspicacia, un recelo hacia la idea de que la escritura se puede enseñar. Una pervivencia del culto romántico al genio, prejuicio que debieron vencer los primeros workshops norteamericanos después de la Segunda Guerra Mundial y que en nuestro país todavía afrontan quienes se dedican a ello en escuelas y talleres.
A reflexionar sobre la posibilidad y la necesidad de enseñar a escribir, de aprender a escribir, está dedicado el tema de portada del número 295 de la revista LEER. Después de ceder la dirección del máster al poeta granadino Luis Muñoz, Ana Merino, flamante premio Nadal 2020, cuenta para LEER –en esta su casa lleva más de veinte años escribiendo sobre cómic– los orígenes del proyecto, el esfuerzo para ponerlo en marcha hasta su aprobación final en 2012 y las peculiaridades del fenómeno del tallerismo anglosajón. El director de LEER Borja Martínez indaga en los comienzos y la expansión de los estudios de la escritura creativa en Estados Unidos. Los primeros talleres estuvieron marcados por el final de la Segunda Guerra Mundial y el comienzo de la Guerra Fría. A partir de 1945 cientos de miles de ex combatientes obtuvieron becas para cursar estudios universitarios, y muchos de ellos encontraron en la escritura una vocación cierta. Y las instituciones públicas y privadas norteamericanas apostaron por los estudios de letras para fomentar una visión del mundo favorable a los valores occidentales frente a la influencia soviética.
En marzo de 2017, Elisa Ferrer fue admitida en el máster de escritura en español de Iowa. Dos años y medio después ha recibido el Premio Tusquets por su primera novela, Temporada de avispas. Un éxito que confirma la inserción de Iowa en las rutas de reconocimiento de la literatura en español. «Aunque no sabía muy bien qué me esperaba en Iowa City –más allá de campos de maíz eternos, granjas desperdigadas, y el clima atroz del Medio Oeste americano–, sentía que era el lugar en el que tenía que estar, una beca salvavidas, la habitación propia que reclamaba Virginia Woolf, esa que tenía la suerte de poseer, pero en la que se me hacía imposible sentarme a escribir, arrastrada por el ritmo apabullante de la rutina», escribe Ferrer para LEER. Otro post graduado de Iowa, Iván Parra, aporta su particular visión de la experiencia, no ajena a las contradicciones de un país y un estado arquetípicamente wasp –blanco, anglosajón y protestante– pero con una creciente presencia latina. Parra presenta ahora su primer libro de cuentos, Texarkana, una colección de relatos sobre una comunidad de inmigrantes en una pequeña ciudad imaginaria de Estados Unidos.
Si allí la enseñanza de escritura forma parte natural del paisaje literario, incorporada a la cultura popular a través de la propia literatura, el cine o la televisión, en España sigue topando con la desconfianza de quienes lo consideran una actividad propia de aficionados. «Yo trabajé entre las suspicacias de los escritores españoles y creo que todavía hoy consideran que los talleres son una fábrica de hacer textos iguales, pero me da la impresión de que no tienen ni idea de lo que es un taller», explica la escritora Clara Obligado, directora de uno de los talleres más veteranos de España, al también profesor, escritor y periodista Javier Morales en las páginas de este número de LEER. «El escritor nace o no, pero siempre se hace», añade Javier Sagarna, director de la Escuela de Escritores. «Texto a texto, lectura a lectura, crítica a crítica». Solo o, como en el taller, en compañía. El broche a este número de LEER lo pone Eduardo Halfon. El escritor guatemalteco, que acaba de reeditar con Libros del Asteroide El boxeador polaco, estuvo un semestre enseñando en Iowa y lo cuenta en una particular crónica-relato de su estancia.
El último número de LEER cuenta con otros contenidos. La heterodoxa aproximación de Álvaro Bermejo a la Bauhaus en su centenario va más allá del mito y busca las raíces de la inspiración original de Walter Gropius en catedrales góticas y pirámides espirituales, referencias donde el racionalismo se cruza con el misticismo y la utopía. Óscar Caballero recuerda la acerba recepción que hace también cien años mereció la concesión del Goncourt a Marcel Proust. Jaime Olmedo y Javier Lostalé recuerdan al poeta Rafael Morales, precursor del nuevo aliento de la poesía española de posguerra. Fernando Palmero esclarece la devoción vanguardista de Juan Bonilla, expresada en su reciente antología de poesía latinoamericana realizada en colaboración con Juan Manuel Bonet y en Totalidad sexual del cosmos, su última novela; y entrevista al historiador Javier Rodrigo, referente de la nueva historiografía contemporánea, uno de los más activos y prolíficos investigadores españoles y coautor reciente de Comunidades rotas. Una historia global de las guerras civiles. La conversación con la escritora mexicana Valeria Luiselli, una de las sensaciones de 2019 con su novela Desierto sonoro, la Auténtica Entrevista Falsa de Víctor Márquez Reviriego dedicada a Juan Valera y las secciones habituales completan, entre otros artículos, este número de LEER, ya disponible en kioscos y librerías de toda España.