Philip Hoare: «Todo el mundo es precioso en el mar»
'El alma del mar' confirma el talento de Philip Hoare para cruzar experiencias personales, observación naturalista y ensayo literario. El resultado es un libro más allá de los géneros, que el autor de Southampton presentó en Barcelona durante la primera edición del Festival Movistar Liternatura.
El alma del mar es un libro maravillosamente inclasificable. ¿Cómo lo definirías?
El libro es como un paseo por la playa en el que descubres conchas, cristales marinos y piedras interesantes y, por otro lado, la historia que construyes a partir de tus propias experiencias. Es un proceso muy ecléctico en el que se combinan la memoria, las experiencias y las lecturas. El título original en inglés, RisingTideFallingStar, refleja de algún modo este proceso, en el que hay una parte de creación y otra de descenso, como la caída de Ícaro. Es un ciclo y el libro es una continuación de ese ciclo.
¿Qué importancia ha tenido La tempestad de Shakespeare en la construcción del imaginario literario y poético de Occidente alrededor del mar?
La tempestad es la obra clave en mi libro. Es una especie de mito moderno y ciencia ficción. Shakespeare podría haberlo escrito en el siglo XXI o incluso en el XXV. Shakespeare se mueve a través del espacio y el tiempo, y eso es algo que me interesa mucho sobre los escritores y artistas. El filósofo Timothy Morton afirma que todos los artistas son del futuro. Y creo que es verdad. En La tempestad, Próspero, el mago, es como el Hombre de las Estrellas en mi libro, David Bowie, o como Virginia Woolf. Es omnisciente, tiene poder supremo. Está comprometido con el poder del mar y el poder de transformación que el mar nos ofrece.
¿Qué cualidades literarias ofrece el mar como tema más allá de la estilización romántica de la tormenta?
El mar escribe su propia historia, que se presenta a nuestros ojos como un manuscrito vacío, pero está lleno de vida. El mar tiene una historia, algunas partes tienen cuatrocientos años de historia y otras cuatro mil. Esta perdurabilidad está siempre ahí, siempre igual y siempre cambiando. Emerge y vuelve a sumergirse, es un elemento muy teatral, como la caída y subida de un telón. Persiste a través de la memoria, la experiencia, los animales que cobija y su conexión con nosotros.
Una vez más el mar es el protagonista de uno de tus libros, los que precisamente te han hecho popular en España y otros países. ¿Cómo te aproximaste al mar después de tus años londinenses? ¿Cómo explicas la atracción que sientes por él, tu necesidad de él?
Experimento el mar con temor. De niño me daba muchísimo miedo. Me asustaba lo que contenía y lo que podía hacer, a pesar de que me crié junto al mar. Escuchaba las aves desde mi casa, pero lo rechazaba, a pesar de que también me fascinaba. Creo que tenía que ver con su inmensidad, con el hecho de que uno puede ahogarse en él con facilidad. Cuando vivía en Londres pasaba la mayor parte del tiempo bajo tierra, en clubes nocturnos y conciertos, escuchando a grupos y haciendo punk. Se trataba de una subversión, una rebelión, como lo es mi relación con el mar hoy en día. Ahora mismo me siento físicamente atraído al mar. Estoy enamorado de él, pero, como ocurre con la persona que amas, a veces también lo odio.
Y también de nuevo, Melville. ¿Qué supone para ti el autor de Moby Dick?
Melville. No puedo escapar de él, es mi guía, como el Hombre de las Estrellas, Bowie, como Próspero, el inventor, el hechicero, el mago. Es la persona que ha transformado el mar en alta literatura. No existe mejor libro sobre el mar que Moby Dick y jamás se escribirá algo parecido. Pero no trata solo del mar, también de las ballenas, de la fragilidad humana, de la ambición, del bien y el mal. Trata sobre lo que experimentamos en el mundo natural, aquello que la naturaleza nos expresa de manera poética. Por supuesto, Melville era un poeta. Creo que él se consideraría un poeta, por encima de todo.
Se aprecia una sensualidad especial en la relación con el mar de los poetas y escritores de los que tratas en el libro. ¿Ha sido el mar un entorno ideal para formas alternativas de sensualidad, para maneras de sentir proscritas por la sociedad, como el amor entre personas del mismo sexo?
Es muy evidente en Virginia Woolf, para quien el mar se convirtió en un vehículo para su ficción. Hay una nota en su diario en la que afirma que, en el futuro, nadie podrá creerse que toda su obra fue inspirada por una aleta lejana, como la de un delfín, en el horizonte del mar. Veía a su amante Vita como una marsopa, un animal sensual. Para Wilfred Owen el mar representaba su propia sexualidad. No me gusta pensar en él como un poeta triste o miserable. El mar es transformador y todo el mundo es precioso en el mar, el sexo y el género no importan. En el mar, estos conceptos con, literalmente, fluidos. Por eso en el mar las personas pueden expresar sus diferencias, escapar los confines del mundo natural y mostrarse tal y como son.
En el libro el mar también subraya la muerte. Es el caso de Shelley o de los naufragios diarios frente a las costas de Cape Cod. ¿Son vida y muerte más intensas en el mar?
Todas esas playas lúgubres, especialmente las que conozco, en invierno se ven azotadas por las tormentas, la nieve, el hielo y la niebla. No son las mismas playas que pueden verse en verano, cuando extiendes la toalla, te tumbas a leer un libro y bebes tequila. Son feroces y energéticas, pero también reconstituyentes. Del mismo modo que destrozan la vida, pueden crearla de nuevo. En Cape Cod se pueden encontrar multitud de pecios, de maderas que sobresalen de la arena como huesos, astillas que asoman de la carne humana. Se pueden ver muchos cadáveres, sobre todo de pájaros. Thoreau, en un paseo por Cape Cod, vio una cabeza humana. Son lugares mortales. Sylvia Plath escribió una historia sobre Cape Cod y yo creo que en ella se refleja su intento de suicidio, ahogándose, como su heroína, Virginia Woolf. Estos acontecimientos atan al mar con la mortalidad.
El Philip Hoare de El alma del mar arranca cabezas de pájaros muertos y recoge piedras y cristales pulidos de la playa. Nos ofrece el mar la posibilidad de reencontrarnos con nuestra primitiva condición humana?
Sí, ahí estoy, un hombre adulto que le arranca la cabeza a pájaros muertos y lidia con cadáveres de animales. El mar es un lugar mortal que representa la muerte tanto como la vida. Todos los días, a las cuatro de la mañana, nado a oscuras en el mar. Es una forma de nacer, una especie de bautismo y, al mismo tiempo, de muerte. Es un ciclo de vida y muerte.
Dedicas muchas páginas a Pat De Groot. Te sientes de algún modo reflejado en su experiencia, en su decisión de abandonar la gran ciudad e irse a vivir junto al mar?
Pat de Groot era mi Próspero femenino. Interrogaba al mar por mí, era el espíritu encarnado del mar. Por desgracia, falleció hace un par de meses. Tenía 88 años e incluso en los últimos días entraba en mi habitación desnuda, porque era un animal tanto como era una persona. Era una mujer del mar, pintaba el mar con obsesión, creaba iconos del mar que eran ventanas a otro reino, a lo extraño. Tenía un espíritu animal, con sus perros, sus pájaros y su casa que flotaba junto al mar como un arco. El mar pasaba por debajo de su casa. Podía sumergirme directamente en el mar desde la cama. Ahí he escrito mis libros: Leviatán, El mar interior y El alma del mar. Le debo muchísimo.

La presencia casi mágica de Bowie junto a las páginas dedicadas a Stephen Tennant ¿ha sido una manera de vincular tus antiguos y tus nuevos intereses?
No me gusta mencionar el nombre de Bowie, prefiero llamarle el Hombre de las Estrellas. Escribí el libro para él, es una carta de amor. Lo terminé antes de que muriera y tuve que cambiar el final del libro, porque estaba editándolo cuando llegó la noticia, en enero de 2016. Es el hombre que me ha creado, el que me abrió las puertas a la cultura, a lo extraño, a la ambición, a una manera diferente de vivir. Para un niño suburbano como yo, él era una especie de dios que alargaba su mano a través de la pantalla de la televisión y me decía: «Dame la mano, porque eres increíble». Stephen Tennant era el Hombre de las Estrellas de los años 20. Era igual de extraordinario. Los que le conocieron le comparaban con el Hombre de las Estrellas. Es la primera persona sobre la que escribí, la que inició mi carrera literaria. Es otra de mis musas, en su habitación plateada en Westminster, con su colección de conchas con las que llenaba la bañera. Dejaba el grifo abierto porque así era como más bonitas estaban. Era un hombre mayor. El mar entró en su casa.
En tu manera de hablar del mar se deja sentir una admiración y una energía espiritual especiales. ¿Crees que el medio ambiente es fuente de inspiración mística, que en el siglo XXI estamos empezando a sentir un nuevo panteísmo naturalista?
Creo que es muy interesante. Shelley y Owen se consideraban panteístas. Literalmente, en el sentido del dios Pan, que era mitad humano y mitad cabra, de la misma manera que una sirena es mitad pez y mitad mujer. Una especie trans, una fluctuación entre dos especies. Hoy en día existe gran interés por las sirenas. En mi opinión, esto refleja nuestra desconexión con la naturaleza y la forma en que deseamos transformarnos, especialmente en la era de la inteligencia artificial. Estamos a punto de convertirnos en robots, de cierta manera.
¿De dónde surge tu fascinación por las ballenas? ¿Qué tienen estos animales para despertar tu interés de manera tan intensa?
Mi fascinación por las ballenas comienza en mi infancia. Mi bisabuelo dibujó una gran ballena en el cuarto de baño. Nunca la vi, pero mi madre me contó la historia y asocié las ballenas con el oscuro mar. De adolescente vi una ballena en cautividad en Londres. Eso me hizo ser consciente de lo arruinada que estaba nuestra relación con la naturaleza. Años más tarde vi mi primera ballena salvaje, en Cape Cod en el año 2000. Fue un enfrentamiento absoluto, una representación del espíritu animal del mar. La ballena rompe la piel del mar y nos demuestra que el mar está vivo. Las ballenas con las que nado ahora son mis compañeras; nunca me siento tan a salvo como cuando nado con ballenas.
Sobrepesca, contaminación, plásticos marinos… ¿Cómo ves la situación de conservación del medio marino hoy en día?
La contaminación es un problema de crucial importancia. No vamos a terminar con ella por reciclar botellas de plástico, tenemos que encontrar una solución global. Tenemos que dejar de darle la espalda al mar. Como no podemos ver bajo la piel del mar, lo ignoramos, de modo que se convierte en un repositorio de nuestros pecados, el lugar en el que arrojamos nuestra basura. El mar absorbe el calor que producimos, el dióxido de carbono. Nos ha estado salvando del calentamiento global, pero ha llegado a su límite.
¿Cómo recuerdas tu época londinense desde tu vida actual? ¿Ves la transición entre aquello y esto de manera natural, tal y como anticipaba el cuaderno juvenil del que hablas en el libro?
Cuando era pequeño pensaba que las personas como yo, los homosexuales, éramos antinaturales. Con la creación de categorías aparecen las acusaciones. A la gente le encanta etiquetar a las personas. Ser natural se convirtió para mí en un reto. Tardé mucho tiempo en aceptarme. El mar es un lugar permanentemente extraño, en el que hay transiciones. Como en La tempestad, te conviertes en algo rico y extraño. En el mar puedes ser una sirena, un delfín, una marsopa o un extraterrestre. Puedes ser cualquier cosa. Es algo que nos enseñó el Hombre de las Estrellas. Como dice en una de sus canciones: «Me gustaría nadar como nadan los delfines».
