La comunión con la naturaleza es una presencia recurrente en la literatura desde sus orígenes. Ya en la antigüedad el espacio literario propicio para el amor, el locus amoenus, se describe como un paraje idílico, alejado del ruido de la ciudad, y lo seguirá siendo –más o menos silvestre o domesticado, según las épocas– hasta el romanticismo… y más allá.
Pero la Literatura de naturaleza que protagoniza el número de febrero de 2017 de LEER parte de una sensibilidad diferente. Que surge primero de la aproximación ilustrada y científica a lo que nos rodea, y más adelante de la conciencia de la agresión del ser humano al entorno y de la necesidad de protegerlo. El observador moderno y sensible se despoja así de la arrogancia de rey de la Creación fundada en el relato bíblico y fortalecida por los avances de la civilización; acaso recupera la actitud franciscana y el arrobamiento protoecologista de otros eremitas. Observa en cualquier caso la maravilla de la naturaleza con una simpatía y una admiración irremediables.
En la Literatura de naturaleza que con pluma maestra aborda Antonio Sandoval en el texto principal de nuestro tema de portada hay observación y descripción científica, pero también poesía, voluntad estilística en la transmisión de lo percibido, de contar lo inefable, y con frecuencia una búsqueda de sí mismo de quien escribe a través de reflexiones que con suerte sirven para, citando a Sandoval, “vincular emocionalmente al lector con los paisajes y ecosistemas que trata” y lograr indirectamente un compromiso con la conservación.
Sumidos en la ansiedad por el entorno hipertecnificado en el que nos desenvolvemos y preocupados, más que nunca y con razón, por la huella del hombre en el entorno, la Literatura de naturaleza vive un florecimiento que acoge clásicos olvidados y alumbra extraordinarias nuevas obras.
«Nadie mejor para llevarnos por el bosque de las letras verdes que el autor del artículo que ocupa estas páginas», asegura Pedro Cáceres en la semblanza que acompaña el artículo de Antonio Sandoval (A Coruña, 1967), ornitólogo, experto en educación e interpretación ambiental y una de las firmas más notables y prometedoras del género de la literatura de naturaleza en España. Con la elocuencia de un escritor natural y tardío, Sandoval recorre los hitos de estas letras salvajes desde sus primeros exponentes –George Perkins Marsh, John Muir, Thoreau, Arséniev– hasta nuestros días ejecutando al mismo tiempo un bellísimo ejercicio práctico de Nature Writing. De nuevo Pedro Cáceres ejecuta sus mensuales Páginas Verdes reseñando algunos de los títulos más importantes publicados en los últimos meses, y acercándose a las narrativas de la ecociudad, porque las urbes son hoy el espacio en el que se dirime la actitud de la Humanidad ante el reto del cambio climático. Gonzalo Pernas elucida la relación entre escritura de naturaleza y disidencia, en la línea de un libro suyo de próxima aparición sobre la materia. David Pintor le da color y vida a todo con su talento ilustrador en portada e interiores. Y Carlos de Hita, nuestro técnico de sonido de la naturaleza, pone la coda literario-sonora desgranando las onomatopeyas del bosque, donde el ser humano lo es más que nunca poniendo nombre a los pájaros por lo que cantan.
Y si comenzábamos hablando de espacios tópicos del amor, en vísperas de otra convención romántica como San Valentín resulta pertinente aproximarnos a un género denostado pero muy consumido como el de la novela romántica. Revitalizado gracias a actualizaciones recientes y erotizantes como Cincuenta sombras de Grey, los subgéneros tradicionales basados en romances arrebatados y ambientaciones exóticas mantienen sin embargo una excelente salud comercial que Maica Rivera trata de dilucidar a través de su sello internacional más icónico, Harlequin.
Es solo uno de los muchos temas que completan este primer número de 2017 de LEER. Víctor Márquez Reviriego entrevista a Vicente Blasco Ibáñez en su 150 aniversario; y los Cuentos completos de Chéjov, cuya monumental edición acaba de culminar Páginas de Espuma, abre una nutridísima lista de recomendaciones, que sigue con el nuevo libro de Vila-Matas, y el de otro Vilas, Manuel, y el último premio Vargas Llosa, Luis Noriega, y una colección de novelas cubanas para el post castrismo. Y mucha y buena poesía, como la de Manuel González, sorprendente autor y uno de los principales animadores del I Ciclo de Poesía Ciudad de Valladolid, con el que LEER colabora y que es objeto de una primera crónica en las páginas de nuestra edición impresa.
Y un reportaje de Ada del Moral sobre V. C. Andrews, autora de ese awful classic llamado Flores en el ático. Atada desde los quince años a una silla de ruedas y fosilizada en una adolescencia eterna, su desdichada historia de cuatro niños condenados a un desván sigue encandilando a los adolescentes del siglo XXI. Además, ofrecemos un adelanto del libro Mi individualismo y otros ensayos de próxima publicación, con el que Satori recupera a Natsume Sōseki en el aniversario de su nacimiento.
(Re)Citando a Juan Ramón: vámonos al campo por romero… por romero y por amor. Y a quioscos y librerías a por el número de febrero de 2017, 279, de LEER.