La noticia editorial más relevante de la semana, uno de los lanzamientos más importantes del año y el acontecimiento del mes, Pureza (Salamandra), ya está a la venta. ¿Qué nos trae?
Es su quinta ficción, su tercera gran historia, y se ha hecho esperar cinco años. En diciembre de 2012 Jonathan Franzen confesó que tenía un esbozo de lo que sería su nuevo paso hacia la gran novela americana de nuestro tiempo –una senda en la que camina con plena consciencia– y, una vez más, la expectación que acompaña a sus procesos de escritura no hizo sino crecer desde aquel día. Sucede así que el lector llega al fin al libro pensando que tiene entre sus manos una obra maestra o un trozo de Historia de la Literatura, un luminoso que lleva escrita la frase “clásico que está a punto de serlo”. En Las correcciones o en Libertad las certezas en este sentido eran mayores que en el caso de Pureza. Digamos que las bombillas brillaban más o de otra manera. La ambición de aquellas era claramente la de ser un panóptico de nuestro mundo. El Franzen de Pureza es quizás más personal y derrocha menos bilis.
La trama en esta ocasión gira en torno a la veinteañera Purity Tyler, apodada, como el personaje de Grandes esperanzas, Pip, en una clara reivindicación de las historias dickensianas que se manifiesta de distintas formas a lo largo de las páginas. Como muchos estudiantes norteamericanos, la joven arrastra una deuda de préstamos académicos y, además, una lacra familiar: su hipocondriaca madre, que ya desde el primer párrafo resume la vida como “un largo proceso de traiciones corporales”, no quiere desvelarle la verdad en torno a su misterioso y desaparecido progenitor. En la América post Occuppy Wall Street, la chica, que vive rodeada de activistas, desea proceder con un fin: cambiar el mundo (“Y Pip quería hacer el bien, aunque sólo fuera por no tener mayor ambición que esa”).
Franzen vuelve deslumbrar cuando se trata de desmontar los pormenores de nuestro siglo con flashes de auténtica calidad literaria
Este anhelo es la clave de la obra, acaso una suerte de exposición en clave irónica de las distintas formas que puede adquirir el idealismo en nuestro tiempo. ¿Acierta el escritor en este objetivo? Sí y no. La historia, la anécdota, a veces expulsa al que lee de su cauce por aburrida y sosa, hasta el punto de que en ocasiones no entiende uno qué hace aquí ni por qué continuar, esto a pesar de que, como también ha celebrado la crítica de su país, corona cumbres más altas en la búsqueda de la intimidad y el respeto hacia sus propios personajes, en cuyas psiques ha ahondado más que en anteriores ejercicios. Pero donde de verdad vuelve deslumbrar es cuando se trata de desmontar los pormenores del siglo en que vivimos, alcanzando momentos de auténtica calidad literaria, a veces en frases de apenas un par de líneas. A saber, la era de Internet, la de la sobreinformación, la de las familias desestructuradas, la de sus queridas clases medias norteamericanas y, sí, la del feminismo, un tema espinoso que reportó al narrador chillonas polémicas en el pasado y que soporta un peso importante en la novela.
De modo que Pip, en parte motivada por la posibilidad de hallar quién es realmente su padre, en parte por zafarse de los asfixiantes brazos de su madre y en parte por ese deseo tan revolucionario como naif de hacer cosas que cuenten, acaba enrolada como becaria en Sunlight Project, un movimiento con sede en Bolivia e imaginado por Franzen a la imagen y semejanza de Wikileaks, un ejército de hackers a vueltas con los grandes secretos de la política internacional liderado por Andreas Wolf, el trasunto de un Assange que cree que “Internet es la mejor máquina de la verdad que se ha inventado”. Desde este punto de partida el libro recorre diferentes épocas y continentes a la búsqueda del binomio formado por ideología y tecnología, las bases, en fin, del mundo moderno, y dos de los conocidos monstruos del escritor.
Pero el huevo de la novela se halla, claro, en el título y en el nombre de la protagonista. Cada elemento estructural, cada movimiento de una anécdota que, tras un comienzo a confuso y casi a trompicones, alza el vuelo cimentada en giros y saltos temporales, ganando según se avanza en la lectura, está al servicio de explorar el concepto de la pureza, así como las ideas y los ideales. ¿Qué implica tener creencias? ¿Cómo afectan estas creencias a nuestras relaciones? ¿Qué papel desempeña Internet, el supuesto gran medio social, en estos asuntos? La mirada hacia estos temas no es tanto cínica como escéptica y cómica pero se aprecia el esfuerzo del novelista a la hora de comprender aquello que biográficamente se sabe que le repugna. Como le ocurre en parte a Pip e incluso a Andreas y como nos ocurre a todos nosotros justo en ese momento en el que, por ejemplo, publicamos algo en Facebook para que enseguida nos devoren el arrepentimiento y las dudas de si todo esto tiene de verdad un sentido.
MARTA CABALLERO (@martabcaballero)
PUREZA
Jonathan Franzen
Salamandra. Barcelona, 2015
714 págs. 24 €
Una versión de este artículo aparece publicado en el número de octubre de 2015, 266, de la revista LEER (cómpralo, o mejor aún, suscríbete).