Ignacio Martínez de Pisón acaba de ganar el Premio Nacional de Narrativa por “La buena reputación” (Seix Barral), la historia del desarraigo de una familia en la Melilla de los años 50 que la revista LEER presentó en 2014 como la última y más ambiciosa novela del autor de “Carreteras secundarias” y “El día de mañana”, entre otros títulos. Recuperamos la entrevista de CARMEN R. SANTOS.
¿Cómo se fue gestando “La buena reputación”?
Mi idea era escribir sobre una persona que quiere influir en la vida de otras, incluso después de muerta. En este caso, una anciana que se empeña en regir la de sus nietos y para ello les impone varias condiciones en el testamento, que tendrán que aceptar si desean la herencia. Hay en eso algo de teología caricaturizada, una fijación enfermiza por el más allá. Para justificar un personaje así tenía que contar su trayectoria, rebuscar en su pasado los acontecimientos que lo convirtieron en quien acabó siendo.
¿Qué le llevó a interesarse por el mundo judío de Melilla?
Al descubrir Melilla pensé que tenía que ambientar una novela allí. Una ciudad europea en un rincón de África, con una historia como la suya, tantas veces convulsa, con una mezcla tan peculiar de culturas… He vuelto luego en varias ocasiones, y mi guía ha sido uno de mis mejores amigos melillenses, Moisés Salama, hebreo. La historia de su familia y las de otras familias judías de Melilla me parecía al mismo tiempo muy cercana y muy exótica.
Nunca antes había escrito una novela de más de 600 páginas… Según la nota que pone al final, ha utilizado una amplia base documental…
Tuve que documentarme bastante sobre la historia del puerto de Melilla, sobre las actividades de las agencias de consignaciones… Era un mundo que no conocía. También sobre las operaciones de los servicios secretos israelíes para sacar judíos de Marruecos tras la desaparición del Protectorado español, y especialmente sobre un episodio real que aparece en la novela, el del naufragio del Pisces, donde en 1961 murieron más de cuarenta hebreos que huían a través de Melilla y Gibraltar. Pero toda esa documentación no sirve de nada si uno no acierta a insuflarle vida.
Vuelve a uno de sus asuntos predilectos: la familia. ¿Qué singulariza a la de Samuel y Mercedes?
La identidad colectiva, las raíces, los sentimientos de pertenencia son un mito, pero un mito que funciona para muchas personas. Esta familia vive en un mundo movedizo. Muchos judíos vuelven a un país, Israel, al que creen pertenecer pero que sus antepasados abandonaron hace mucho. Y numerosos españoles que han nacido y crecido en el Protectorado se preparan para volver a la Península, que consideran su auténtica nación aunque apenas la han pisado. Los miembros de esta familia arrastrarán siempre esa sensación de desarraigo forzoso: estén donde estén, no son plenamente ni de un sitio ni de otro.
Samuel vive una disyuntiva entre sus raíces y su deseo de asimilación. ¿Este desgarramiento le marca?
En su fuero interno combaten la libertad individual y la lealtad a la propia comunidad. Pero, efectivamente, Samuel ni siquiera está seguro de cuál es su verdadera comunidad: ¿los españoles?, ¿los melillenses?, ¿el pueblo judío?
Los novelistas no tenemos que escribir sobre las familias felices, tan parecidas entre ellas, sino sobre las infelices, esas que, como decía Tolstói, lo son cada una a su manera
¿Cómo definiría a su mujer, Mercedes? Las relaciones entre Samuel y Mercedes me parecen uno de los aspectos más sugestivos…
Si Samuel intenta conciliar las diferentes facetas de su identidad, Mercedes, en cuanto atisba la primera crisis matrimonial, se aferra a su condición de católica y peninsular. En lugar de buscar lo común con su marido, preferirá marcar las distinciones. El conflicto entre ambos está asegurado, y toda la familia terminará sufriendo sus consecuencias. Pero ya se sabe lo que escribió Tolstói sobre las familias felices y las infelices… Los novelistas no tenemos que escribir sobre las primeras, tan parecidas entre ellas, sino sobre las infelices, esas que lo son cada una a su manera.
Samuel advierte sobre el olvido que a todo acecha. ¿Es la literatura un antídoto contra eso?
El mundo se renueva constantemente, y a cierta edad empiezas a ver cómo desaparecen muchas cosas que creías eternas sólo porque existían antes que tú. En Samuel, esa sensación es más acusada porque su mundo está en trance de desaparición. Primero desaparecen sus clientes y amigos del Protectorado, luego la propia comunidad judía de Melilla, que emigra… Él, que creía tener su sitio en Melilla, ve cómo en muy poco tiempo deja de serlo. La literatura nos proporciona un tibio consuelo por la lenta pero imparable desaparición de nuestro tiempo y nuestro mundo.
CARMEN RODRÍGUEZ SANTOS
* Fotografía de cabecera: Malcolm Otero Barral
Ignacio Martínez de Pisón
Seix Barral. Barcelona, 2014
640 págs. 21,90 €
Una versión de esta entrevista fue publicada en abril de 2014, número 251, de la revista LEER (cómpralo, o mejor aún, suscríbete).