Jilguero de verano
LA ESTIVAL ES UNA ÉPOCA PROPICIA PARA LA LECTURA. Es un placer casi primario pasear por la Feria del Libro de cualquier localidad costera, o no costera, o entrar en una librería a la vieja usanza. Demorarse en y con los libros. Dejarse seducir por un título, por una cubierta, por un autor, por una historia. Un lujo al alcance de la mano. Vacaciones. Ensoñación. Mundos que jamás habitaremos fuera de unas páginas concretas. Porque el ocio vacío de contenido acaba siendo tan tedioso como la espera en un aeropuerto o una estación ante un retraso capaz de arruinar la paciencia de cualquiera.
Así me encontré cara a cara con Donna Tartt, de la que no había oído hablar antes del zafarrancho promocional de primavera. Seducida por el reclamo del Pulitzer 2014 estampado en la cubierta. En el mostrador de una feria de una localidad veraniega. Tal como descubrí a Carson McCullers en una mesa de novedades de la Casa del Libro de la Gran Vía madrileña cuando empezaba la universidad. Una nueva edición de una obra de 1940 de la que no tenía noticias. Un título contundente: El corazón es un cazador solitario. Y el libro se vino conmigo a casa.
El jilguero no hubiera corrido la misma suerte en otra estación que no fuera la veraniega. Por una razón muy simple. Su número de páginas, 1152. Sólo me animé a comprarlo por tener todo el mes de agosto y parte de septiembre por delante para demorarme con él.
Y es que al contrario que su paisana sureña, que escribía corto e intenso, a Tartt le gusta tirar a todo lo que se mueve. Tiene balas en la recámara, de eso no hay duda, pero las dispara a discreción. A mi juicio le convendría seleccionar, cribar y podar. Afinar una narración que tiende al noir, como ella misma lo llama, solo que el noir resultante esta falto de pertinencia. Imaginemos las series The Wire o Breaking Bad escritas por guionistas ajenos al mundo de la delincuencia y la droga, de memoria como si dijéramos, simple enumeración de lugares comunes cuando estas series, si algo tienen, es la verdad que encierran sus tremendas historias, reales como la vida misma. Al contrario, Tartt repite hasta la saturación las veces y las sustancias que Boris, Theo e altri ingieren. Camellos de pacotilla, delincuentes de atrezzo, todo muy voluntarioso e ingenuo. Un relato que está en el grueso de la narración durante páginas y páginas; hay tramas que se entrecruzan pero esta es la única realmente transversal. Las demás se van sucediendo de manera discontinua. Como la de la tienda de antigüedades, fraude incluido, del local que Theo pasa a regentar cuando acaba la carrera por gentileza de su propietario, un restaurador de primera llamado Hobart, o la del cuadro que está en el arranque de la historia, o la historia subyacente de amor sostenido a lo largo del tiempo. Una llama que no deja de arder. Que no se consume ni se consuma, a pesar de los sentimientos recíprocos. Hay otras relaciones amorosas, sí, un compromiso que acaba en boda, cierto, pero sin la intensidad de estos primeros amores que todo lo incendian. De título, de pretexto y desenlace el cuadro de Carel Fabritius que da título a esta, la última, novela de Donna Tartt. La escritora de Misisipi se dio a conocer con El secreto (1992); once años después, cuando parecía que sería autora de una única novela, se publicaba Un juego de niños (2003); y ahora, transcurridos de nuevo once años, la que nos ocupa, cuando la autora, a lo que parece, domina las claves del bestseller.
Ha confesado Tartt, compañera de generación y de andanzas de Brett Easton Ellis, sentirse literariamente deudora de Dickens y Stevenson. De hecho esta novela aborda las peripecias de Theodore Decker –13 años–, que al morir su madre en un atentado en un centro artístico, durante un periodo de su vida mucho más largo de lo que quisiera, se encuentra con que madurar es una dura pelea entre sobrevivir o dejar que la corriente te engulla. Un Oliver Twist escrito con soltura y fluidez, con buen manejo de ambientes y atmósferas varios, de comportamientos, caracteres y tics sociales propios de las clases media y alta que encierran numerosos guiños para connaisseurs de ciudades –Nueva York, Las Vegas, Ámsterdam– y referencias musicales, pictóricas y literarias múltiples para aderezar la travesía de una lectura a ratos extenuante por la información meramente instrumental que aflora aun sin necesidad.
MILAGROS FRÍAS
EL JILGUERO Donna Tartt Traducción de Aurora Echevarría Lumen. Barcelona, 2014 1152 páginas. 24,90 € Una versión de este artículo ha sido publicada en el número de octubre de 2014, 256, de la edición impresa de la Revista LEER. Cómpralo en quioscos y librerías, en el Quiosco Cultural de ARCE o, mejor aún, suscríbete.