Talese, el hijo del sastre
En la primera mitad del pasado siglo, una nueva oleada de emigrantes llega a Estados Unidos. El gigante norteamericano siempre ha sido tierra de promesas, imán para muchos que abandonan su país espoleados por razones económicas o directamente por la miseria. Motivos a los que puede unirse el deseo de no limitarse a una vida que se prevé anquilosada. Joseph Talese, padre del autor de este deslumbrante libro, no reniega de su pueblo, Maida, situado en la región de Calabria, al sur de Italia, pero no deja de sentir el peso de un mundo sometido a seculares reglas y supersticiones, donde “el pasado lejano y el presente apenas eran distinguibles”. Así, cuando apenas ha superado la adolescencia, decide marcharse a París y desde allí dar el salto al otro lado del Atlántico. Después de una accidentada travesía, en la que Joseph estaba convencido del hundimiento del barco, este atraca en el puerto de Nueva York en el neblinoso amanecer del 23 de diciembre de 1920. Tan neblinoso que no se distingue la Estatua de la Libertad.
No será, sin embargo, la niebla el rasgo que caracterice su personalidad y su existencia ni tampoco el que rubrique las de su hijo Gay Talese. Joseph tiene clara su vocación de sastre, gracias a la cual, ayudado por su mujer, Catherine, saldrá adelante. Instalada la pareja en Ocean City (Nueva Jersey), allí nacerá en 1932 Gay Talese: “Mi destino”, dirá el autor, “era convertirme en el hijo cumplidor de un sastre exigente que presumía de poseer la medida exacta de mi cuerpo y mi alma”. Pero el hijo del sastre cambia la aguja por la palabra como hilo de Ariadna para arrojar luz sobre la compleja realidad. Y sobre sí mismo, sus orígenes y su familia, como en Los hijos. No es la primera vez que Talese aborda estos asuntos, ya explorados en Vida de un escritor (Alfaguara, 2012), su fascinante autobiografía. En el monumental volumen que ahora felizmente se pone al alcance de los lectores españoles se amplía esa perspectiva para ofrecernos con detalle y minuciosidad la historia de sus ancestros en un relato de aliento épico que recorre diversos escenarios y épocas, como Calabria, París, los frentes de la Primera Guerra Mundial, Ocean City, la Italia de Mussolini… y que se alza no únicamente como la descripción de una saga familiar concreta, sino como el retrato de la inmigración italiana a Norteamérica, incluido, aunque no se ponga aquí el acento, el fenómeno mafioso que Talese trató en Honrarás a tu padre (Alfaguara, 2011), base de la exitosa y célebre serie televisiva Los Soprano.
Quienes sean seguidores, y son numerosos, de la producción de Gay Talese encontrarán en Los hijos todas sus virtudes, quizá en este caso elevadas a su máximo esplendor, y para aquellos que no hayan disfrutado hasta ahora de ellas es una excelente ocasión para descubrir a un escritor que puede encuadrarse sin lugar a dudas en la gran novela americana. Porque aunque oficialmente Gay Talese se inscribe como fundador, junto a Truman Capote y Tom Wolfe, del denominado nuevo periodismo, su obra se lee con la fruición que despiertan las más intensas y potentes novelas. Con pulso firme y maestría, Talese lleva a cabo una perfecta simbiosis entre periodismo y literatura, valiéndose paralelamente de los mejores recursos y técnicas de cada uno. Su dominio de la narración, de la crónica y el reportaje, que se apoya en una concienzuda y paciente labor previa de documentación –Talese confiesa que tardó diez años en elaborar Los hijos, y que la mitad del tiempo lo dedicó a entrevistas y lecturas–, y su estilo personal, han convertido a Talese en una figura de dimensiones míticas que tras entrar en The New York Times como chico de los recados se impregnó muy pronto de la pasión periodística, escribiendo en esa prestigiosa cabecera y en otras no menos solventes como The New Yorker, Harper’s Magazine o Esquire, que calificó el artículo de Talese “Frank Sinatra está resfriado” como el mejor aparecido en su historia. Este y otros brillantes perfiles de carismáticos personajes se recogen en Retratos y encuentros (Alfaguara, 2010).
Las páginas de Los hijos, aunque también contienen referencias a figuras de relumbrón como el propio Sinatra, están pobladas por hombres y mujeres anónimos que Talese sabe presentarnos con soberbio atractivo. Sobre todo, su padre, Joseph Talese, descrito como “un hombre singular en su actitud y su manera de vestir, al que no me parecía nada y con el que nunca me pude identificar”. Sin embargo, esta obra, a la postre, encierra mucho de homenaje a su progenitor y, con él, a los millones de emigrantes que engrandecieron el Nuevo Mundo.
CARMEN R. SANTOS
LOS HIJOS Gay Talese Alfaguara. Madrid, 2014 757 páginas. 22 eurosUna versión de esta reseña ha sido publicada en el número de septiembre de 2014, 255, de la Revista LEER (cómpralo en tu quiosco y en librerías seleccionadas, o mejor aún, suscríbete)