Breviario para el alma
Javier Expósito es un exquisito de la literatura. A él, a su preocupación diríamos que vital por la literatura y a su olfato periodístico le debemos el rescate de algunos imprescindibles de las letras hispánicas, gigantes prodigiosos de la lengua española que habían postergado injustamente la inopia mental y el olvido deliberado y hasta planificado –esos contumaces y deletéreos venenos del escenario social–: ahí están sus rastreos tras la pista de Juan Chabás –admirador de Cocteau–, Vicente Huidobro, Guillermo de Torre, Ramón Pérez de Ayala, Gastón Baquero o el genial Eduardo Zamacois, el último de los proletarios del arte. Su última pesquisa ha dado su fruto en la Poesía de José García Nieto. Todos estos libros armados por Expósito los ha publicado en cuidadas ediciones la Colección Obra Fundamental de la Fundación Banco Santander y solo el tiempo dirá lo importante que para nuestro canon hispánico está siendo su trabajo.
Más allá de su labor de un avezado Sherlock Holmes de los trasterrados de nuestras letras, Expósito posee una poderosa pulsión literaria como creador y ha querido comunicarnos a los demás su narrativa. Alienta en este primer libro del periodista poeta, Más alto que el aire, editado primorosamente por Libros del olivo, un deseo de que Occidente regrese a la espiritualidad perdida. Dividida en tres partes –“Luz”, “Vida” y “Amor”, cada una desarrollada bajo la advocación de Walt Whitman, Rilke y la última de San Juan y Guido Ceronetti–, esta obra que es a la vez cuentos espigados y deleitosa ficción y reconfortante breviario para el alma, concatenación de ruegos y exhortaciones para la vida buena. También se adivina la influencia de Rimbaud y Mallarmé, en ese esfuerzo de reinventar la literatura –e incluso de sanarla– sobre un mundo cada vez más hostil.
Expósito ofrece al lector un libro escrito en sentido ascensional, como el ciprés de Silos, para que se deshaga en lo posible –explica– de cargas milenarias y desate nudos imposibles. Más alto que el aire es un libro espiritual, antropológico y hasta telúrico que escucha a la naturaleza y que como los trascendentalistas –Thoreau, Whitman y Emerson–aguza los sentidos para que no se escape el milagro de la vida. Pero este breviario es más que eso: es a la vez un centón de símbolos que invita a su descubrimiento, trufado de enigmas y de laberintos que pueden conducirnos a recuperar la vista. “Malgastamos la vida apuntalando el muro de la mente”, escribe el autor, que apuesta por un regreso a la niñez, a los libros, a los nombres de las cosas, a la sabiduría de los mayores, a la sabiduría de los ríos y a las narraciones prodigiosas que nos regala la noche.
El orbe y sus fuerzas antagónicas se presentan así como un mapa secreto extraordinariamente sutil ante el cual debemos detenernos y observar y escuchar: hoy en día simplemente esa actitud supone ir contra corriente. Así hicieron también Santa Teresa de Jesús, Robert Louis Stevenson, Herman Melville o Robert Walser, los dioses sagrados que Javier Expósito invoca para acompañar algunos de estos relatos-río preñados de alegoría, serenidad, advertencias y buenos consejos. Las imágenes oníricas recorren las páginas de este delicioso libro sobrevolado por ángeles que se dejan ver, como hicieron William Blake o Alberti con Sobre los ángeles (1929), pero sin el tono surrealista del gran poeta. Las potencias del espíritu y las formas más secretas de la naturaleza también toman forma y se manifiestan en Más alto que el aire, que actúa de ventana de papel por el que se cuela de rondón el misterio transformado en prosa poética.
Llévenselo de viaje o al trabajo y léanlo poco a poco, a pequeños sorbos. Les sentará bien y a buen seguro harán las paces consigo mismos, el principio fundamental para comenzar a hacer las paces con los demás y con el mundo. Y si es a través de la literatura y de un libro hermoso, escrito con el alma,… mucho mejor.
DAVID FELIPE ARRANZ @MarcapaginasGR