Paz, lecturas y buenas intenciones
En el prólogo al volumen III de las Obras Completas (Generaciones y semblanzas, Sor Juana Inés de la Cruz) preparadas por el mismo autor y que Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores puso a nuestra disposición de manera tan esmerada y pulcra, Octavio Paz escribía: “Se dice y repite que las obras literarias son la expresión de la sociedad y la época en que fueron compuestas. Habría que matizar esta sumaria afirmación señalando que la literatura expresa a la sociedad no sólo cuando pasivamente la refleja sino sobre todo cuando la contradice o la trasciende, la escarnece o la transfigura. Casi todas las obras literarias se han hecho frente, contra o de espaldas a la sociedad”. El Nobel mexicano proseguía con una pesimista afirmación: “Los pueblos hispánicos no son aficionados a la lectura”.
Viene esto a cuento cuando se cumplen cien años del nacimiento de Paz y celebramos el reto que persiguió durante su vida, haciéndose escritor de múltiples voces y osadías: poner nombre a las sombras que surgen de todas partes, incluso como amenazas de esa sociedad que te da la espalda. Un reto que sus palabras no desmienten. Impresiona contemplar reunidos los volúmenes de esa gran obra completa y poder intuir cuántas páginas han logrado cumplir el formulario de ese deseo y cuántas sombras encontraron la luz entre sus páginas.
A poco hará dieciséis años que la Revista LEER empezaba su Nueva Época y lo hacía con dos protagonistas, al margen del Quijote que lo abarcaba todo desde la portada: Octavio Paz y José Luis Gutiérrez.
El primero, porque recién muerto ya se estaban disputando su testamento. Ya se sabe que hay niños que vienen con un pan debajo del brazo. Lo que no se sabe es adónde van a parar las migas que no se han comido las palomas. La crueldad de las herencias que se batallan sobrepasa a la literatura. El segundo porque, además de publicar Veinte años no es nada, libro revelador también de unas intenciones muy parecidas a las esgrimidas más arriba para con la sociedad y la actualidad de aquel momento, y, pese a la opinión de Paz sobre la escasa afición a la lectura, se atrevió a intentar que no zozobrara, precisamente, una revista dedicada a la información y crítica de libros como LEER.
Dicho quede que Octavio Paz, en el prólogo ya citado, afirmaba que las revistas y los suplementos literarios eran, a un tiempo, los canales de transmisión de la nueva literatura y los centros de discusión y crítica. Casi dieciséis años después, gracias a ellos, celebramos el centenario de Octavio Paz y contemplamos todavía embelesados la hogaza de sus obras completas y, en breve, celebraremos la primera edición del Premio de Periodismo Cultural José Luis Gutiérrez, cuyo plazo de presentación concluye precisamente hoy. Y lo hacemos, hoy, desde la extensión digital de las páginas donde un día coincidieron dos plumas polifacéticas y de claras intenciones. Lo que demuestra que el reto no estuvo mal y que a veces no hay que hacer mucho caso a la sociedad para que las cosas funcionen.
Aún nos quedan cuatro años para cumplir los veinte de esta nueva época de LEER y sabemos que veinte años no es nada, pero en la nada cabe todo.
AURELIO LOUREIRO