La inovidable voz de Juan José Plans
Pasarlo de miedo, con miedo. A la luz de la llama de una vela. ¿Cuántos radioyentes nocturnos nos reconocemos en este santo y seña? Muchos “osados”, muchos “valientes” de varias generaciones. Todos los que fuimos miembros incondicionales de aquel Club Historias con el que mantuvimos una sagrada cita semanal durante seis años hasta su última etapa en 2003. Aquella sintonía, el eco de aquella careta todavía resuena en la memoria junto al recuerdo de nuestras mejores pesadillas: “Radio 1 de Radio Nacional de España presenta Historias. Historias de terror, de aventuras, de suspense, de ciencia ficción. Un programa escrito y dirigido por Juan José Plans”. ¡Y entonces, de repente, la música se tornaba desasosegante! La melodía se rompía con unas notas que nos desalojaban de lo que hoy está tan de moda denominar como “nuestra zona de confort” para dar paso a la presentación de la esperada entrega de radioteatro: “Esta noche…”.
Quienes antaño nos sobrecogimos con cada emisión y descubrimos una nueva forma de experimentar lo literario mediante las magníficas dramatizaciones, a través de un formato injustamente olvidado por las ondas, lamentamos con enorme aflicción el fallecimiento de nuestro querido Juan José Plans, narrador de narradores, a los setenta años el pasado 24 de febrero. Lo hacemos con el desconsuelo que nos provoca el tener plena conciencia de cuán irreparable es la triste pérdida del escritor, periodista y locutor para el mundo de la cultura. Sin duda, ha sido uno de los principales representantes de la literatura de género en nuestro país. Autor de más de cuarenta libros (Crónicas fantásticas, Cromos de películas…), fue Premio Nacional de Relatos de Ciencia Ficción por El retorno, artífice del excepcional ensayo La literatura de ciencia-ficción (Editorial Prensa Española), explorador de otras áreas como el ámbito policíaco (De noche, un sábado) y, recientemente, participante en dos interesantísimas antologías que recopilaron sendos relatos con su firma (Aquelarre, editorial Salto de página, 2010; y La ciudad vestida de negro, Editorial Drakul, 2012).
Pero, sobre todo, de su extensa trayectoria profesional (que, contra todo pronóstico, desarrolló con total humildad y sencillez), cómo olvidar la inquietante cadencia de su voz, pausada y profunda: “Esta es su noche, la noche de cuantos desean vivir intrépida, osada, audazmente, las más fantásticas, las más sorprendentes, las más extraordinarias historias”. Cómo olvidar las palabras sugestivas que dedicaba directamente al oyente, esas maneras elegantes con las que te introducía en el corazón del misterio para, sin tregua, “adentrarte en las tinieblas y hacerte presa del pánico” en medio de aquellas “presencias abominables”. No exageró ni un ápice Federico Volpini cuando aseguró que Juan José Plans es, por excelencia, el teatro de nuestra radio.
Fue en la madrugada del 27 de enero de 1997 cuando se emitió el primer espacio de Historias, dedicado a Otra vuelta de tuerca de Henry James. Cabe señalarse que respondía a la evolución de un proyecto anterior, Sobrenatural, emitido del desde el 6 de marzo de 1994 al 2 de septiembre de 1996; en total, 117 capítulos (y, si las cuentas no fallan, de septiembre de 1996 a enero de 1997, tuvo lugar un pequeño descanso). Abriéndose a otros géneros y temáticas, Plans emprendió la nueva etapa radiofónica y se dirigió a cuantos estuvieron “dispuestos a vivir las más fantásticas historias, escritas por los más grandes autores de la literatura universal” y fueron las suyas unas “historias apasionantes para oyentes apasionados como usted y usted, y también usted”.
Siguieron muchos más homenajes a célebres clásicos: El hombre invisible de H. G. Wells, El invitado de Drácula de Bram Stoker, El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde, Viaje al centro de la Tierra de Julio Verne… De entre todos, se nos imponen los de mayor escalofrío, los que recrearon el auténtico “sonido del miedo”, como Carmilla de Joseph Sheridan Le Fanu, El caso del señor Valdemar de Edgar Allan Poe y los del ciclo dedicado a Robert Louis Stevenson, Los ladrones de cuerpos y Olalla, a cuya grabación tuve el honor de asistir en febrero del año 2000, acompañando en una sesión a Roberto Cruz, destacado actor del equipo (allí constaté, y conservo la prueba documental, que Plans seguía redactando los guiones con máquina de escribir).
No sería sino once años más tarde (uno después de que el maestro recibiera el Premio de las Letras de Asturias) cuando tuve la gran oportunidad de conocer personalmente a Juan José Plans. Me uní a la celebración en Madrid del aniversario de El juego de los niños. Su famosa novela, llevada al cine por Narciso Ibáñez Serrador, cumplía treinta y cinco años y la editorial La Página le dedicaba una merecida edición a la efemérides. Me emociona leer en estos momentos la dedicatoria, a la altura del genio y su narración: “Para Maica, deseando que no ocurra lo que aquí cuento, pero, por si acaso, ten cuidado…”.
Como curiosidad, en la obra que la originalísima colección Tyrannosaurus Double Feature (Tyrannosaurus Books) le dedica a la figura del cineasta Ibáñez Serrador, La residencia + ¿Quién puede matar a un niño?, los autores Carlos Benítez y Montse Rovira explican que posiblemente el propio Juan José le ofreció a Chicho el argumento con la intención de que formara parte de Historias para no dormir pero éste, al terminar de leerlo, pensó que “aquello podía ser mucho más que un guión para TVE, ya que había nuez suficiente para una película”, según sus propias declaraciones.
Como se observa en este particular análisis, las diferencias entre el libro y el largometraje “son ligeras aunque significativas”. Pero sobresale una fundamental: la novela intenta dar una explicación sobrenatural o extraterrestre al mal, acusando la presencia de un extraño polen amarillo que cubre toda la isla y que es el causante del anómalo comportamiento infantil, aunque no se explica su origen”. De tal modo que, “en la parte final del texto, los niños son los encargados de propagar este polen hacia el continente”. Resulta muy interesante detenerse en esta divergencia de la adaptación cinematográfica, porque el tono apocalíptico del libro tiene, en efecto, una marcada vertiente ecologista que puede quedar inédita para el espectador pero nunca para el lector: “el científico habla de una venganza por parte de la naturaleza hacia la especie humana, un mensaje del que carece, en parte, la película, que atribuye el comportamiento de los niños a su venganza sobre los adultos, culpándoles a estos de los males que sufre la infancia”.
Por todo ello, nos damos cuenta de que hubo algo de Peter Pan en Juan José Plans (sí, cierto, también de su Pasión de Drácula, delicioso libro que le publicó Nickel Odeon en 1993). Entraba en nuestro dormitorio a horas intempestivas, nos seducía con la promesa de una tentadora realidad más allá de la nuestra y nos hacía volar a través de la oscuridad para alcanzar un destino extraordinario, nunca antes imaginado de tal forma. Fue aquella la filosofía que acuñó con su polifacético buen hacer y defendió hasta el final porque decía que “la vida es una aventura y esa aventura hay que vivirla intensamente”. Descansa en paz, amigo, y que así sea.
MAICA RIVERA (@maica_rivera)