Feminismo: conquistas y desafíos de un movimiento en marcha
La Colección Feminismos de Cátedra cumple 30 años. LEER reúne a su directora, editora asimismo del volumen conmemorativo ‘Ser feministas’, y a la autora de una de las penúltimas referencias de la colección, ‘Feminismo e Ilustración’, dedicado al influyente seminario creado a finales de los 80 por la filósofa Celia Amorós. Una conversación con ALICIA H. PULEO y MARTA MADRUGA BAJO
Feminismos es el más importante empeño editorial español en la materia. Su trigésimo aniversario, más de 140 títulos, es un milagro de continuidad de Cátedra y la Universidad de Valencia que merece ser celebrado. El libro editado para la ocasión por la directora y coordinadora de Feminismos, Alicia H. Puleo –y brillantemente ilustrado por Verónica Perales en un juego continuo con la representación del vello y el cabello como elemento clave del rol femenino–, no es un mero trámite, sino un excelente estado de la cuestión de una causa que ya no lucha sólo por la igualdad sino por la transformación del mundo. Una de los últimos títulos de Feminismos está dedicado a Celia Amorós, pionera de la reflexión filosófica en clave feminista en España, y el seminario “Feminismo e Ilustración” que fundó en la Universidad Complutense de Madrid e irradió una influencia germinal en España e Iberoamérica. Su autora, Marta Madruga, conversa con Puleo acerca de Amorós, de su impronta intelectual y de los actuales desafíos que afronta el movimiento feminista.
LEER: Amorós parte de que toda la reflexión filosófica de la Ilustración cojea en tanto que su discurso de emancipación deja al margen a las mujeres.
Alicia Puleo: Ella tuvo la valentía, en una época de emergencia y pujanza del pensamiento posmoderno, de reivindicar la herencia ilustrada. Lo cual no quería decir dejar la Ilustración intacta. Hay que revisar, pero revisar críticamente no es lo mismo que rechazar en bloque. Así, se rescataron las figuras femeninas de la Ilustración, pero también a los proto feministas ilustrados, como D’Alembert, Condorcet o más tarde John Stuart Mill. Amorós solía decir que no hay que tirar al niño con el agua de la bañera, y esa fue una característica del seminario que marcó a todas las investigadoras y seguidoras.
Marta Madruga: Con su teorización, Amorós y las investigadoras que formaron parte de su seminario han llevado el feminismo a toda la sociedad. El propio hecho de pensar no solo nutre la teoría, sino que es acción. Es la misma idea de Alicia como editora y coordinadora de la colección: que el feminismo es pensamiento y acción. Celia tiene una capacidad teórica y analítica extraordinaria, única diría yo en el pensamiento filosófico español. En 1985 publica Hacia una crítica de la razón patriarcal, y aunque es verdad que esa obra no se centra exclusivamente en el pensamiento ilustrado, estudia muy en profundidad a autores como Kant y Hegel. Ya en 1982 publica un artículo, en un libro editado por María Ángeles Durán, que señala la necesidad de analizar específicamente desde un punto de vista feminista el pensamiento ilustrado, porque ahí es donde se produce la máxima contradicción: el pensamiento de la modernidad ilustrada, que está tratando de establecer la igualdad natural de todos los hombres, que deslegitima la organización de las sociedades medievales, preserva ese resto feudal, mantiene un lugar natural para las mujeres. Esa intuición, que no es una intuición, sino el resultado de mucho saber y de mucho pensar, ofrece una línea de trabajo tan enorme que una cabeza sola, por brillante que sea, no puede afrontar, y es lo que al final acaba desarrollando el seminario: la necesidad de estudiar en profundidad, hasta su raíz más recóndita y desconocida, todo el pensamiento ilustrado que se nos ha transmitido y el que no nos ha llegado, esa otra Ilustración feminista.
L_: ¿Hasta qué punto la propuesta de Amorós hace que el feminismo académico e intelectual español sea original respecto a otros países de su entorno?
M_M_: Lo primero que diría es que, en el ámbito estrictamente filosófico, salvo las aportaciones de Victoria Sendón de León, la perspectiva feminista en España era inexistente como tal. Había otros seminarios, había otras mujeres, profesoras universitarias que por un interés personal y militante habían abierto líneas de investigación, pero en filosofía lo que hizo Celia y han continuado haciendo sus seguidoras no lo había hecho nadie. Como dice Alicia, Celia fue una pensadora intempestiva. A finales de los 80 y primeros 90, el feminismo que se llevaba y que fue muy seguido, sobre todo en Italia y en Francia, era el pensamiento de la diferencia. Que es en sí mismo un caballo de batalla: la lucha teórica contra los problemas del pensamiento de la diferencia sexual creo que ha ayudado en cierto sentido a construir el propio feminismo filosófico de Amorós. Su afán era encontrar el fundamento más sólido para un planteamiento feminista teóricamente coherente que al mismo tiempo conservara una entraña vindicativa que facilitara la acción.
L_: Resulta muy estimulante que la crítica de la Ilustración de Amorós y el seminario sea al mismo tiempo una plataforma para la reivindicación de los valores ilustrados a favor del feminismo. Esa racionalidad de base contrasta con otros movimientos reivindicativos actuales que, enraizados en la posmodernidad, cuestionan toda certeza, entre ellas el mismo sujeto. ¿Cómo afronta el feminismo esta situación?
A_P_: Es un tema complejo. Vivimos tiempos difíciles, nos adentramos en una crisis ecológica sin precedentes, y mientras tanto estamos discutiendo sobre identidades, asuntos que pueden ser relevantes, pero a veces pareciéramos la orquesta del Titanic tocando hasta el final mientras el barco se hunde. Que la razón se vea postergada no me parece raro en una situación de quiebra civilizatoria. Richard Sennett ya explicó cómo la fragmentación del sujeto sería el correlato subjetivo de la organización del neoliberalismo, donde no hay una identidad estable. Porque no hay un trabajo estable, porque todo se disuelve… ¿Cómo reivindicar la racionalidad en una situación así? Con valentía y mucho optimismo. Y también con la fuerza del movimiento feminista, que tiene su historia, que tiene claros sus objetivos y que viene de unos años en que ha cosechado ciertos avances.
M_M_: La fragmentación del sujeto no es sólo que sea un correlato, es que es extraordinariamente conveniente, y quizá ahí está la clave de por qué desde la superestructura se refuerza la estructura; por qué desde lo académico, desde lo intelectual, desde la producción más teórica se apuntala la importancia de la identidad. Al final, insistir tanto en las subjetividades anula la unión de sujetos de derechos para movilizarse socialmente. En esta sociedad absolutamente todo está impregnado de psicología en el peor sentido de la palabra. Tú puedes ser feliz, y si no lo eres es porque no sabes gestionar tus emociones. Se insiste en presentar los problemas como individuales y la gente los vive así. Y en lugar de afiliarnos a un sindicato vamos al psicólogo a que nos diga, no te preocupes, esto le pasa a todo el mundo. Este correlato es necesario para que el sistema perviva. El movimiento feminista probablemente sea el que puede servir de ejemplo, de paradigma para enfrentar este tipo de actitudes que individualizan, que insisten en la subjetividad hasta que ya no hay problemas comunes. No hay un sujeto común, ya no hay clase obrera, y del mismo modo es muy conveniente que no haya mujeres.
–«Es realmente increíble que el feminismo sea acusado de ser excluyente o de tener diversas fobias cuando siempre ha apoyado a las minorías sexuales» (Alicia H. Puleo)
L_: Avanza con una rapidez extraordinaria la aceptación de determinadas realidades, como la normalización de la homosexualidad o la reivindicación de los derechos de las personas transgénero, pero al mismo tiempo permanecen sin cuestionar estructuras de tipo machista muy evidentes y se observa una sospecha renovada hacia el feminismo. Para Amorós, la cuestión del género era sinónimo de patriarcado, y ahora la disposición que pueda haber hacia el género redunda, según advierte Asunción Oliva en su artículo de Ser feministas, en que la realidad de la opresión de las mujeres resulte invisibilizada. Este estado de cosas ha llevado a que personas vinculadas históricamente al feminismo hayan sido atacadas o desplazadas del discurso reivindicativo. ¿Cómo responde el feminismo a todo esto?
A_P_: Es realmente increíble que el feminismo sea acusado de ser excluyente o de tener diversas fobias cuando siempre ha apoyado a las minorías sexuales. Ha sido, de hecho, el que ha introducido muchas veces estas temáticas en la discusión pública. Yo no conozco a nadie en el movimiento con fobias hacia colectivos sexuales minoritarios. No es propio del feminismo y me parece insólito.
M_M_: Cualquiera que se moleste en leer, aunque sea por encima, las obras clásicas del feminismo puede corroborar lo que dice Alicia. Y cualquiera que se haya aproximado mínimamente a la militancia feminista, a cualquier asociación con una trayectoria consolidada, se habrá dado cuenta de que allí nadie pregunta a qué te dedicas, ni cuál es tu preferencia sexual, ni si tienes o no tienes pareja. Yo no he conocido mayor solidaridad que en el feminismo, como pensamiento y como activismo. Es un asunto muy espinoso, el debate está muy enconado, y creo que tiene relación directa con lo que hemos hablado antes. Es muy oportuno incidir en la subjetividad de los deseos.
A_P_: Hay demandas que se pueden mercantilizar más fácilmente. Fenómenos que por su aparente novedad pueden ser más atractivos para los medios. Y luego hay también una cuestión política en el sentido amplio del término, de la Escuela de Frankfurt, de la política como relación de poder, y es que no tanta gente se va a sentir amenazada por demandas de un colectivo específico, mientras que muchas más personas se van a sentir amenazadas en su subjetividad y su vida cotidiana por las demandas de las mujeres, que son algo más de la mitad de la población. Eso también explica la resistencia que se puede encontrar frente al feminismo y la aceptación de otro tipo de demandas que no amenazan tanto a todo el mundo.
M_M_: Si nos paramos a pensar en el pensamiento estrictamente político, el feminismo apunta al corazón mismo de la democracia, de nuestras sociedades. Asumir sus demandas desde el poder obviamente no va a ser tan fácil. Pero hay otro tipo de demandas que son muy fáciles de asumir, y en ocasiones, casualmente, coinciden con negocios muy rentables.
A_P_: Dicho esto, estamos de acuerdo en que las minorías tienen que tener toda la aceptación, la normalización y disfrutar de igualdad y derechos. Creo que no es esto lo que aquí estamos discutiendo. Pero no deja de ser curioso que se haya elegido al feminismo como enemigo.
L_: Hay varios capítulos de Ser feministas que inciden en la capacidad del movimiento para descubrir puntos de desigualdad o frentes que atender en la sociedad. El texto de Eva Antón sobre la brecha salarial explica cómo, en situaciones de igualdad teórica por ley, la desigualdad permanece a través de la segregación ocupacional o la minusvaloración de determinadas actividades, algo que la fría estadística no siempre detecta. Y el artículo de María José Guerra Palmero pone en orden la idea de interseccionalidad de las discriminaciones.
A_P_: En los últimos años el concepto de interseccionalidad a veces se ha esgrimido para intentar refutar el feminismo que suelen denominar hegemónico o tradicional, o incluso radical. Y olvidan que desde ese feminismo se realizaron análisis sumamente interesantes de la intersección entre raza, clase y sexo. O sea que el concepto de interseccionalidad que han desarrollado autoras como Kimberlé Crenshaw o Nira Yuval-Davis también viene de ahí. Al principio, en la segunda ola –o tercera según la genealogía del feminismo– de los años 60–70, hubo mujeres afroamericanas que decían que no les concernía el feminismo porque ellas estaban explotadas como sus propios varones, pero poco tiempo después empezaron a desarrollar sus planteamientos feministas, porque la experiencia y la reflexión les fue llevando a ello.
M_M_: Creo que la idea de interseccionalidad está siendo utilizada espuriamente como una excusa para volver a reivindicar la diversidad como un derecho que no tiene nada que ver con la igualdad. Al final ese feminismo de la tercera ola que menciona Alicia ya puso de manifiesto la conexión de las distintas opresiones. Y por eso resulta llamativo que se insulte a las feministas radicales llamándolas transexcluyentes o TERF, cuando probablemente ningún otro movimiento o pensamiento se haya preocupado tanto por otros tipos de opresiones además de la de sexo.
L_: Antes hablaba Marta, de pasada, del tema de la diferencia sexual. En tu libro, cuando reivindicas el punto de vista de Amorós frente a la diferencia, dices que «huye del esencialismo y reivindica al individuo» y «reconoce los géneros no como esencias sino como conjuntos prácticos en el sentido sartreano». ¿Puedes explicarlo?
M_M_: Esa idea de los conjuntos prácticos sartreanos me pareció innecesario desarrollarla con más detalle en el libro porque es un concepto complejo, pero al mismo tiempo era imprescindible mencionarla porque la propia Celia insiste en su nervio sartreano, como dice ella. Su planteamiento me parece brillante por la capacidad que tiene de encontrar en el pensamiento de algunos grandes filósofos lo aprovechable para el feminismo. Esta es una de esas grandes cuestiones. No podemos hablar de la existencia de esencias, no hay nada en la realidad fuera de nuestra mente que sea la mujer o el hombre, existen individuos concretos. Lo que ocurre es que los individuos vivimos en sociedades, nos relacionamos con las demás personas. Y al relacionarnos reproducimos lo que se espera de nosotros en función de cómo somos socializados. De manera que no existe el hombre o la mujer como esencia, no existe una esencia femenina igual que no existe una esencia masculina, pero sí existen el género masculino y el género femenino como conjuntos de individuos que se comportan de acuerdo con lo esperado. De manera que al final nuestras prácticas refuerzan el propio concepto de ser hombre o ser mujer. Una vez desarrollada la conciencia feminista creo que somos bastante conscientes de lo que significa pertenecer a un género y en este caso ser construidas como un género oprimido, aunque nuestras propias prácticas refuerzan determinadas pautas del sistema. Esto nos llevaría a analizar el debate en torno a la prostitución, cómo se insiste en la libertad de elección, nosotras ya hemos conseguido la igualdad y ahora decido libremente, cuando resulta que sospechosamente este tipo de realidades que se legitiman refuerzan el concepto más tradicional de feminidad o las violencias más insoportables. En ese sentido la explicación de Amorós me pareció brillante. Porque tiene un fundamento filosófico muy sólido y porque representa el mundo que nos rodea. Cómo los hombres más inteligentes y pro feministas reproducen determinados patrones involuntaria, inconscientemente, y cómo mujeres con conciencia feminista también reproducimos determinados patrones. Entonces no podemos hablar de una esencia femenina, claro, tenemos que reivindicar nuestra individualidad, pero el hecho es que como géneros, como conjuntos prácticos de individuos funcionamos como tales.
–«El ecofeminismo mantiene los principios feministas de emancipación para las mujeres y la humanidad al tiempo que propone una transformación global sólida» (Marta Madruga)
L_: Otro de los asuntos que se tratan en Ser feministas, y que Alicia conoce muy de cerca, es el ecofeminismo. Aquí hay otra intuición notable, que es establecer un vínculo entre la subordinación al hombre de la naturaleza y las mujeres.
A_P_: Es muy importante que las feministas comprendan que el tema ambiental es un tema feminista. A veces es difícil defenderlo porque la primera pregunta que suele hacerse es por qué, qué relación tiene una cosa con la otra, o si es que se quiere introducir en el feminismo algo que no es propio de él. Y ahora hay muchas suspicacias. Apuntas a la médula del asunto, que es la antigua identificación patriarcal de mujer y naturaleza. Ahí habría una razón epistemológica para que el feminismo se interesara por el asunto. Y luego una razón práctica que es la crítica al androcentrismo. Los valores, las virtudes y las habilidades que tenemos como especie han sido divididas, bipolarizadas y jerarquizadas, porque los valores y las actitudes del cuidado que han sido asignadas a las mujeres han sido también devaluadas, justamente porque fueron feminizadas. Entonces hay una urgencia enorme de superar esa cultura androcéntrica. El feminismo le aporta al ecologismo esa clave, así como el ecologismo le aporta al feminismo claves que no tenía acerca de los problemas ambientales. Pienso que por ahí va la cosa y que es el tema de nuestro siglo.
L_: «Bien sabido es, los burgueses de hoy tienen miedo». Así comienza El pensamiento político de la derecha de Simone de Beauvoir. El feminismo ha estado vinculado convencionalmente a la izquierda. Al hilo de algunas polémicas públicas recientes, cuando figuras políticas de centro derecha han reivindicado su derecho a ser feministas a su manera, ¿cómo puede integrarse un pensamiento conservador, de orden o liberal, en el feminismo realmente existente?
A_P_: Yo lo vería hoy como un pensamiento que busca el ingreso de las mujeres en el mundo tal cual está. Que ya sería mucho decir. Sería el pensamiento de Betty Friedan traído a la actualidad. Pero no es suficiente desde un análisis más profundo del androcentrismo y de determinadas realidades de un mundo basado en la dominación, en aplastar a quien se pueda, el mundo de la violencia; un mundo patriarcal. Una crítica en profundidad del patriarcado exige cambios en el mundo, en las realidades existentes. Pero no se trata de invalidar las demandas de igualdad en nombre de una transformación que postergue la igualdad. Es complejo, pero creo que hay que tener presentes las dos metas del feminismo.
L_: Que el feminismo no se agota en la igualdad, por un lado, y que realmente hay una cosmovisión feminista que interesa a todos, mujeres y hombres.
A_P_: Una cultura de paz.
M_M_: Es algo a lo que llevo tiempo dando vueltas y todavía no encuentro una idea sólida que me pueda convencer plenamente, que tenga la capacidad de dar la vuelta al sistema sin perder la vindicación esencial del feminismo. Pero creo sinceramente que el ecofeminismo puede ser la solución. Cuando Alicia habla de otro mundo posible creo que ahí está la clave. Porque mantiene los principios feministas de emancipación para las mujeres y la humanidad y propone una transformación global sólida.
Revista LEER, número 298