Algunos buenos libros (x)
Un divertido thriller hispano chino, la más bella y trágica historia de la conquista de México, unas esperadísimas memorias literarias, una premiada novela del Nueva York cubano y un poemario novel y confesional
En un momento de la presentación del pasado jueves, en la librería Los Editores de Madrid, de Solo sombras, Àngels Barceló dijo que su autora, Dolores Payás, tiene un punto de locura. «¿Solo un punto? ¡Dos puntos!», susurró Francesc de Carreras, presente entre el público. La de Payás es una locura que se puede proclamar, porque es positiva, feliz, creativa y afortunadamente contagiosa. Locura que llevó a esta catalana a dejarlo todo para afincarse en una aldea de la costa del Peloponeso –donde curiosamente es vecina de Carlos Eugenio López, otro escritor español, o expatriado, según se mire–, o para irse cinco años a vivir a China por razones del corazón. De su experiencia allí, que todavía sigue metabolizando, ya salió un primer libro, Desde una bicicleta china (Harper Collins), está otro por llegar y acaba de aparecer Solo sombras, una novela que es un thriller pero donde no falta el refinado humor del que Payás ya ha hecho gala en sus anteriores libros, empezando por su primera novela, Adorables criaturas (Planeta, 2013), estupenda historia ambientada en una colonia fabril catalana a finales del XIX que discurría sacudiéndose con energía los tópicos narrativos y sentimentales que suelen afectar a las ficciones de época. En esta ocasión se trata de la China actual, y de un ingeniero español misteriosamente desaparecido en Pekín, y de todas las vicisitudes que siguen. Y se trata sobre todo de Gilda Leyva, un personaje extraordinario que le ha salido redondo a Payás y que pide precuelas, secuelas y de todo. Hay que celebrar la confianza de Pere Sureda, editor de Navona, en una obra que, como se dijo ayer, desafía los estrechos márgenes de la novela de género al uso, porque los moldes a Dolores Payás no le valen, y está muy bien que sea así.
SOLO SOMBRAS
Dolores Payás
Navona
De la visita a Los Editores volvimos con una joya entregada por su propietaria, Phil, Philippine, Camino, editora asimismo de La Huerta Grande, que ha publicado en forma de libro El sueño de Malinche, la película de Gonzalo Suárez dibujada por Pablo Auladell y estrenada recientemente en el auditorio del Museo del Prado. El relato articulado por Suárez a base de los testimonios de la conquista de México –las crónicas, relatos y despachos, y el texto impagable de Bernal Díaz del Castillo– ha dado lugar a un filme muy especial, un mediometraje que satisface un proyecto largamente concebido por el cineasta asturiano, con una ópera de cámara de por medio que finalmente dirigió Andrés Lima en 2004. Y se diría que los extraordinarios dibujos de Auladell conservan parte de aquel primer aliento teatral; como cuando se narra el primer encuentro de Cortés y Malinche, proyectadas sus efigies sobre una imaginaria escenografía prehispánica y algo metafísica. Ilustraciones oscuras, se diría que nubladas por un humo ominoso, que evocan un muralismo ancestral de tiza y carbones todavía tibios de destrucción para poner imágenes al sueño de Malinche, a las palabras de Cortés, Bernal y Moctezuma y la epopeya y el trágico choque de conquistadores y mexicas. Los homenajes de Auladell a El Jardín de las Delicias de El Bosco y el Guernica de Picasso, incluso la evocación de imágenes de guerras recientes –un ídolo cae en Tenochtitlan como si fuera la estatua de Sadam Hussein en Bagdad– no hacen sino subrayar la melancolía que produce la contemplación de los estragos de ese reiterado vicio que es la guerra. El sueño de Malinche es una película, pero es también uno de los libros ilustrados más hermosos que hemos visto últimamente.
EL SUEÑO DE MALINCHE
Gonzalo Suárez y Pablo Auladell
La Huerta Grande
«Hay mucha preocupación por lo que contaré en mis memorias. Yo he conocido a todos los mandarines y traté mucho con el cura. Pero que nadie se alarme, las mías son unas memorias bondadosísimas, como soy yo». Hace ya casi cuatro años, en septiembre de 2015, Pepe Esteban le anunciaba a Fernando Palmero en las páginas de LEER la inminente publicación de sus memorias. «Dice que las tendrá listas el año que viene. O el próximo». Al final ha sido ahora; llegan con el habitual marchamo, tratándose de los libros recientes de Esteban, del Reino de Cordelia de Jesús Egido, y en un primer vistazo parece que en efecto no se ha cebado su autor, que lleva medio siglo asistiendo en primera línea a las vicisitudes del mundo literario hispánico, con los muchos personajes con quienes ha convivido, entrado, salido, bebido y viajado. «Las memorias hay que escribirlas cuando se tiene memoria», nos decía en 2015, «y yo no quería que me pasara como a Baroja o Galdós, que las escribieron desmemoriados. Las tengo terminadas desde hace años, pero publicarlas muy joven tampoco procedía. Ahora ya me está llegando la hora». Ha llegado, y nos encontramos un volumen grueso, bienhumorado, más electivo que exhaustivo, profusamente ilustrado con fotografías que refuerzan su valor testimonial y articulado en pequeños apuntes y semblanzas: autores indiscutibles, otros secretos, amigos, los lugares literarios de Madrid, el rastro de la bohemia que ha conocido y estudiado, y a la que dedicó su enciclopédico Diccionario… Sin escatimar el relato, con toda la ecuanimidad posible, de las querellitas habituales del siempre quisquilloso parnaso. Y el necesario índice onomástico. Que es por donde todos los viejos del lugar están abriendo este libro que ya es historia de la cultura en España.
AHORA QUE RECUERDO
José Esteban
Reino de Cordelia
Cuando parece que incluso los premios prestigiosos que iban quedando naufragan y claudican a las corrientes más básicas del mercado, este Fernando Quiñones se obstina en el rigor integrado en Alianza Literaturas, la nueva colección de Alianza (primorosamente diseñada por Manuel Estrada) que no hace sino continuar el legado de rastreo y descubrimiento de lo mejor que se escribe hoy y de recuperación de obras fundamentales publicadas a lo largo del tiempo por los sucesivos sellos literarios de Alianza. Wonder Recio, un carpintero cubano que ejerce en Nueva Jersey atrincherado en un taller del que le van a desalojar por la fuerza es el primero de los cuatro cubanos exiliados más o menos atípicos –Eltico, hijo de preso político y memoria del barrio del condado de Hudson donde él y sus paisanos son mayoría; Alejandra, cubana sui géneris por serlo vocacional, ya que en realidad nació argentina; y el British, un historiador del arte enamorado de los Estates– que alternan monólogos en las páginas de Turcos en la niebla, de Enrique del Risco. Profesor de literatura en la Universidad de Nueva York, Del Risco habla en su novela de un espacio y una comunidad, el exilio cubano en Nueva York y alrededores, que conoce bien. Es precisamente el exilio «como estado de continua incertidumbre» el gran tema de Turcos en la niebla. El exilio no tanto como penalidad sino como barrera ante la realidad, como una condición que no se sabe si caduca o se extingue cuando se vuelve razonablemente feliz y el interesado asume que no se va a volver. Una novela llena de humor, administrado con precaución cervantina, y que su autor presenta como parte de una «trilogía cubana del Hudson» que pretende «una reapropiación literaria de Nueva York en clave cubana» a través de sendos momentos de los naturales de la isla en la ciudad y su entorno, porque la historia de los cubanos vinculados a Manhattan y alrededores artística, política, musicalmente, es clave para entender el imaginario cubano contemporáneo.
TURCOS EN LA NIEBLA
Enrique del Risco
Alianza
Llega el primer libro de una nueva editorial de poesía: Sr. Scott. Que dice, en su dossier de presentación, reaccionar, entre otras cosas, a la «publicación masiva de autores de la “poesía de las redes sociales”», «marcada por la simplificación de estilo y contenido, invadiendo la oferta editorial de una poesía de relativo valor poético». Bien por ellos. Compartimos el diagnóstico. No tanto que la poesía de calidad se publique en ediciones caras, otro de los argumentos esgrimido por los responsables de este nuevo sello madrileño. Pero aprobamos el resto de sus credenciales de presentación: que este Sr. Scott sea tributo cinéfilo, recuerdo de uno de los personajes de El hombre que mató a Liberty Valance. En este caso el silente director del periódico local, el Shinbone Star, que se limita a tomar nota de lo que le cuenta el personaje de James Stewart, la verdad del asesinato de Liberty Valance. Eso pretenden ser ellos respecto a sus autores, amanuenses, eso sí, con criterio. Y hacerlo centrados en una poesía confesional, en primera persona, acogidos la máxima de Gabriel Celaya: «El acto poético sólo se produce cuando al lector que está leyendo unos versos no le parecen unos versos que le ha dicho otro sino que son los que hubiera podido escribir él». Su primer autor, Alberto Beceiro (1982), ferrolano de O Inferniño, encaja a la perfección en el perfil con los poemas de este su primer libro, Crónicas del último videoclub, que es un título accidental, como los de algunos de sus poemas, extraídos a veces de titulares de la prensa, pero que por extrañamiento o afinidad caen bien para coronar estos hatillos de versos marcados por la nostalgia y el pesimismo pero también por la esperanza.
CRÓNICAS DEL ÚLTIMO VIDEOCLUB
Alberto Beceiro
Sr. Scott