Mirar hoy hacia Aragón en clave literaria es encontrar un panorama rico y lleno de propuestas, insólito en su efervescencia. ¿Qué sucede allí? Buscamos respuestas en este recorrido encadenado por el testimonio de un buen puñado de sus protagonistas.
Arrancamos la indagación con el nuevo milenio, literalmente. Rodolfo Notivol (Zaragoza, 1962) recibía en 2000 el Premio Ciudad de Zaragoza con su cuento “Quincalla”, tres años antes de debutar como novelista de la mano de la autóctona editorial Xordica. Desde la publicación de aquellos Autos de choque (2003) el escenario literario zaragozano “se ha expandido y renovado”, explica Notivol a LEER antes de ensayar un esbozo sucinto del mismo. “José María Conget e Ignacio Martínez de Pisón comenzaron a escribir sin complejos sobre la Zaragoza de los 60 y 70. Después llegó Félix Romeo, fundamental en la actual ebullición literaria zaragozana, cuyos primeros libros vinieron a modernizar la visión de la ciudad. Y luego otros hemos intentado seguir sus estelas”. De su primera novela hasta la última, Vaciar los armarios (Xordica, 2016), “han transcurrido casi quince años, tiempo suficiente para la aparición de voces nuevas y más jóvenes, para la consolidación de otras, casi todas de autores nacidos ya en democracia y que, quizá por eso, han aportado formas muy diversas, incluso contrapuestas, de ver la ciudad; del naturalismo vitalista de Eva Puyó a la ironía más desesperanzada de Miguel Serrano y las historias más humorísticas y surrealistas de Juan Luis Saldaña”.
En narrativa, “el extenso y variado panorama actual ofrece una lista de varias generaciones: hay autores de larga trayectoria y gran reconocimiento como los citados o Manuel Vilas; otros de éxito de público más reciente como Sergio del Molino, Joaquín Berges o Ana Alcolea; o autores de culto con una calidad indiscutible como Miguel Mena, José Luis Melero, Antón Castro, Ángela Labordeta o Carlos Castán y jóvenes como Julio José Ordovás”.
Este último, Julio José Ordovás (Zaragoza, 1976), conocido en Aragón como crítico literario y poeta, y gracias a sus volúmenes de diarios –Días sin día (Xordica, 2004) y En medio de todo, (Eclipsados,2010)–, es para Melero “uno de los mejores escritores surgidos en Aragón en los últimos años”.
En 2014 sorprendió con una muy bien recibida primera novela, El anticuerpo (Anagrama). “Me gustaría hacer suficientes méritos para formar parte de los perros de Goya, esa jauría integrada por perros tan rabiosos, verdes y lunáticos como Gracián, el propio Goya, Buñuel, Víctor Mira o Miguel Labordeta”, confiesa a LEER, citando con los genios de Fuendetodos y Calanda y el malogrado pintor zaragozano (1949–2003) al otro Labordeta, venerado en su tierra como poeta mayor.
Entretanto, recomienda tres libros con firma aragonesa de tres indiscutibles: el autobiográfico Una ilusión (Xordica, 2016) de Ismael Grasa, la última colección de relatos de Conget, Confesión general (Pre-Textos, 2017), y El día de mañana (Seix Barral, 2011) de Martínez de Pisón.
Epicentro en Zaragoza
Por alusiones, ascendiente y veteranía, recabamos el testimonio del propio Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960): “Aragón ha pasado en muy pocas generaciones de ser eminentemente rural a ser mayoritariamente urbana: ahora mismo, más de la mitad de la población vive en la ciudad de Zaragoza, y la mayoría de los pueblos son muy pequeños y con una población muy envejecida”. Teniendo en cuenta que “la creación cultural está muy vinculada a las ciudades, y la propia novela como género puede decirse que es una invención de la ciudad”. Martínez de Pisón, Premio Nacional de Narrativa 2015 por La buena reputación, corrobora que “el principal foco cultural aragonés es Zaragoza, y su condición eminentemente urbana ha favorecido la creatividad, lo que parece lógico desde un punto de vista estrictamente sociológico”.
Sobre la ciudad, desde el bando de los más jóvenes, María Pérez Heredia (Zaragoza, 1994), a quien la obra de Martínez de Pisón ha marcado “profundamente”, apunta que “Zaragoza parece una de las ciudades con más escritores por metro cuadrado del país”. La autora de Starman (Reservoir Books, 2017) reconoce que “ese ambiente favorece que los jóvenes autores emergentes se animen a sacar sus creaciones a la luz, con la suerte de que existen editoriales aragonesas que apuestan por los nuevos nombres, como en su momento hizo Eclipsados con mi primera novela, Esos días raros de lluvia (2013)”.
En el marco de “este buen momento aragonés”, Antonio Pérez Lasheras –ensayista, editor y profesor titular de Literatura Española en la Universidad de Zaragoza– apuntala que la generación de Pérez Heredia “es una de las más destacadas por su vitalidad: creen que el mundo es global, y juegan a ello”. Pérez Lasheras, ejemplo de cómo el mundo académico y la escena literaria dialogan con naturalidad en Zaragoza, añade al grupo de jóvenes los nombres de Irene Vallejo o los hermanos Aloma Rodríguez y Daniel Gascón (Zaragoza, 1981). Escritor, guionista y responsable de la edición española de la revista Letras libres, Gascón confiesa a LEER debilidad generacional por Félix Romeo, “el mejor lector, el que te animaba e intuía mejor que tú qué camino debías tomar, el que te recomendaba lecturas; quien publicó un texto titulado Todos los escritores del mundo son aragoneses, porque conocía muy bien a los autores de Aragón sin perder la virtud de conectar escritores y literaturas: por él leí fundamentales como Natalia Ginzburg, Sherman Alexie, Christopher Hitchens o Mark Lilla, a quienes, siguiendo su teoría, podríamos convertir en autores aragoneses”. Y se suma a la predilección por Martínez de Pisón: “No hay escritor en ninguna lengua que me enseñe más que él, cuya honestidad y excelencia son un modelo para muchos; junto a Conget, Cristina Grande e Ismael Grasa”.
Autores de ida y vuelta
Nombres de consenso entre los que Pérez Lasheras subraya el caso del oscense Grasa, finalista del Premio Herralde de Novela y ganador del Premio Tigre Juan con De Madrid al cielo (1994) y Premio Ojo Crítico de Narrativa con Trescientos días de sol (Xordica, 2007), por la peculiaridad de “haber pasado de publicar con éxito en Anagrama a hacerlo en una editorial aragonesa” frente al habitual camino inverso, el que siguieron en su momento autores aragoneses consagrados como Manuel Vilas o antes Soledad Puértolas. Distinguida con el Premio de las Letras Aragonesas 2003 y el José Antonio Labordeta 2016, la académica de la Lengua rememora para LEER: “Tuve la suerte de conocer a Labordeta, que inspiraba una confianza extraordinaria y cuyo sentido del humor todo lo impregnaba; y recibir el premio que lleva su nombre, de manos de su admirable viuda, Juana Grandes, fue un verdadero honor, como reforzar el vínculo que me liga a Zaragoza desde que nací”.
“Aragón ha regalado grandes escritores a la literatura española, desde Baltasar Gracián, los Hermanos Argensola, Ignacio de Luzán, hasta Ramón J. Sender, de quien debiera hablarse más porque es uno de los grandes narradores españoles del siglo XX”, explica Manuel Vilas (Barbastro, Huesca, 1962), uno de los autores aragoneses que más atención e interés ha suscitado en los últimos años. Vilas reconoce que la tierra le ha marcado mucho como creador, “especialmente el paisaje del Pirineo, las montañas, los ríos y la nieve: ser de Huesca es distinto a ser de Zaragoza, tenemos paisajes diferentes en la cabeza”. Confiesa que le duele la despoblación oscense; su sentir al respecto lo podemos encontrar en su poema “Pueblos”. El currículum de distinciones aragonesas de Vilas no se queda atrás. “Me hizo mucha ilusión ganar el Premio Cálamo (Libro del año: Aire nuestro, 2009) y el Premio de las Letras Aragonesas 2015 por unanimidad: significa que en tu tierra te quieren y te respetan, y, además, también los han ganado escritores a los que admiro”.
Además de los autores ya citados, añade entre sus predilectos a Ana María Navales, Javier Tomeo, Ángel Guinda, Rosendo Tello y también al historiador de la literatura José-Carlos Mainer, “de cuyo magisterio guardo un extraordinario recuerdo; nos dio clase a muchos escritores aragoneses de mi generación, como Javier Sebastián o Ana Alcolea”. Y remata en clave actual: “Ahora es el momento de escritores jóvenes como Sergio del Molino, que ha tenido un enorme éxito con La España vacía (Turner, Premio Cálamo Libro del Año 2016, y que acaba de publicar en Literatura Random House La mirada de los peces), Miguel Serrano, Irene Vallejo, Ángel Gracia o Aloma Rodríguez”, y de “poetas como Jesús Jiménez, Carmen Ruiz o Nacho Tajahuerce”.
Parnaso aragonés
Perteneciente al llamado “grupo del 22”, Nacho Tajahuerce (Zaragoza, 1980) explica a LEER que esta camarilla es un conjunto “heterogéneo de poetas, narradores y amigos del teatro quienes, unidos por la amistad, se juntan los días 22 de cada mes a cenar: Miguel Serrano, Ángel Gracia, Jesús Jiménez, Brenda Ascoz, José Manuel Soriano, Marian Pueo, Ángel Sobreviela, Miguel Ángel Ortiz Albero…”. A cargo de este último y polifacético creador (poeta, novelista, ensayista, guionista de tebeos, artista plástico y actor teatral) corrió la dramaturgia del proyecto In absentia (2015) de la bailarina Ingrid Magrinyà con poemas de muchos de los autores mencionados, que Tajahuerce, incluido entre ellos, cita con especial entusiasmo. “Desde hace bastante tiempo se habla de un momento de oro en la poesía aragonesa: han publicado poemarios muchísimos autores en los últimos quince años y algunos destacan con fuerza, poetas de un nivel muy alto con estilos distintos que se han hecho un hueco en editoriales de prestigio y entre las voces más importantes en nuestro país”, señala Tajahuerce. Además, “los poetas independientes están movilizando a muchísima gente joven en los recitales. Hay comunidades poéticas jóvenes que están haciendo cosas muy interesantes en el espacio La Bóveda del Albergue, y se ha retomado el grupo La caja nocturna, que formaban Diego Palmath y Eduardo Fariña en el pasado y al que ahora se unen universitarios”.
Se suma a esta apreciación el poeta Alberto Acerete (Zaragoza, 1987): “El escenario aragonés es muy rico para los jóvenes poetas emergentes”. Aquí “la poesía se mueve en distintos planos, desde lo más mainstream a lo más independiente”, y “desde el ámbito institucional (desde el departamento de Juventud, por ejemplo) se cuida y apuesta por la poesía escrita en Aragón”. “La ciudad está llena de proyectos constantes, desde fanzines hasta revistas”, un caldo de cultivo en el que “las librerías ejercen un peso importante para la formación de los nuevos autores gracias a las actividades que planten, continuas y muy enriquecedoras”.
Hay aragoneses de larga trayectoria como Manuel Vilas, de éxito de público reciente como Sergio del Molino y de culto como José Luis Melero (Rodolfo Notivol)
Otro del “grupo del 22”, Ángel Gracia (Zaragoza, 1970), analiza para LEER el panorama poético aragonés. “Los poetas más interesantes de los 90, como Jesús Jiménez, están ahora en la plenitud de su talento y son los de referencia para los más jóvenes”. Como Tajahuerce, Gracia señala que “desde 1993 hasta ahora ha habido un cambio generacional evidente”, e incluye en su nómina de imprescindibles las figuras de Vilas y Ángel Petisme.
Dentro del “batallón de poetas del que disfrutamos en Aragón”, Rodolfo Notivol añade a Octavio Gómez Milián, Enrique Cebrián, Nacho Escuín y Fernando Sanmartín”. Los dos últimos, amén de creadores, ejercen respectivamente como Director General de Cultura y Patrimonio del Gobierno de Aragón y Jefe del servicio gestor y de la actividad cultural del Palacio de La Aljafería, respectivamente, y son por ello motores culturales y dinamizadores indispensables de lo que muchos dan el llamar “edad dorada” de las letras aragonesas. En esta ebullición, estimulada por “grupos poéticos que se mueven mucho por ferias y festivales”, Antonio Pérez Lasheras subraya el papel constante de la Universidad de Zaragoza, que “siempre ha apoyado actos, recitales, premios y publicaciones”. Aquí la figura de Sanmartín resulta paradigmática; por un lado, como director de la colección de poesía de La gruta de las palabras de Prensas de la Universidad de Zaragoza; por otro, como impulsor de la II edición del Festival de Poesía que organiza las Cortes de Aragón, celebrada este verano en el patio de Santa Isabel del Palacio de La Aljafería, donde recitaron sus poemas, en la misma jornada, el citado Cebrián, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Zaragoza, y Almudena Vidorreta, doctora en Filología Hispánica y profesora de la Universidad de Nueva York.
Aragoneses por el mundo
Almudena Vidorreta (Zaragoza, 1986), Premio a la Creación Joven del Instituto Aragonés de la Juventud 2007 por Ojos que no ven, Accésit del Premio de Poesía Delegación del Gobierno en Aragón (Algunos hombres insaciables, Aqua, 2009) y XXII Premio de Poesía en Castellano Universidad de Zaragoza (Lengua de mapa, 2010), reflexiona para LEER sobre su condición de aragonesa expatriada: “Bromeo acerca de la intensificación de mi aragonesismo desde que vivo en Nueva York, donde canto jotas a mis amigos, marco el Moncayo en el mapa o me indigno cuando se omite la importancia de la Corona de Aragón”. Vidorreta cree que “la poesía debe estar por encima de regionalismos”, pero al reivindicar, como muchos de sus colegas de versos, la figura de Miguel Labordeta –“no le hemos sabido exportar lo suficiente”–, dice echar en falta “un impulso necesario para el conocimiento de la historia de Aragón y sus lenguas en EEUU”. Como colofón, confiesa: “Mi último libro de poemas, Nueva York sin querer (La Bella Varsovia, 2017), no hubiera podido escribirlo sin la oportunidad de vivir del otro lado del charco”.
Sobre la experiencia americana también habla Manuel Vilas: “El aragonés lleva de serie un sentido del humor muy brutal y salvaje que llama la atención en Estados Unidos. Imagino a veces a Luis Buñuel paseando por Nueva York en los años 40 del pasado siglo. En general, yo creo que a los aragoneses les sienta bien una buena temporada en el exilio estadounidense. Pienso también en Sender, o en el poeta Ildefonso-Manuel Gil, o en José María Conget, que vivió varios años en Nueva York y escribió páginas estupendas sobre esa ciudad”.
De su experiencia como exportador de cultura aragonesa también habla a LEER Javier Muñoz-Basols (Sariñena, Huesca, 1974), profesor titular de la Universidad de Oxford y coordinador del programa de Lengua del departamento de Español de la Facultad de Lenguas Medievales y Modernas: “Siempre tengo que dar a conocer mi región fuera del país. Mucha gente sabe de Madrid, Cataluña, Andalucía o Valencia, pero desconoce tanto el papel histórico que desempeñó Aragón en el conjunto de España como la cultura que se ha generado en la región”. Muñoz-Basols asegura seguir “muy de cerca la obra de Agustín Sánchez Vidal (Premio de las Letras Aragonesas 2016), catedrático emérito de Historia del Cine de la Universidad de Zaragoza quien, desde que debutó en la novela con La llave maestra, no ha dejado de cosechar premios y reconocimientos dentro y fuera de la Península”. Se felicita de que fuera “el escritor invitado en 2017 al V Foro Cervantes-Universidad de Oxford”, y reconoce estar leyendo ahora, precisamente, su novela más reciente, Viñetas (Harper Collins, 2016). A su juicio, Sánchez Vidal “nos ayuda a redescubrir la relación del ser humano con el medio natural, es uno de los escritores más versátiles en lengua española, capaz de moverse entre géneros con un riguroso trabajo de documentación y un uso magistral del lenguaje”.
Sustrato editorial
Toda esta inusual efervescencia aragonesa, esa “considerable producción literaria” muy por encima de su capital demográfico está vinculada a día de hoy, además de a una tradición y unos mimbres muy sólidos, “al trabajo de editoriales independientes” autóctonas. Lo constata para LEER Alfredo Saldaña, ensayista, poeta, editor y profesor titular de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de Zaragoza. A lo largo de estos últimos años ha tenido oportunidad de “compartir proyectos –puesta en marcha de editoriales, revistas, recitales– con entusiastas estudiantes que han llegado a traspasar las fronteras universitarias para desarrollarse en el escenario público general”. Sellos como la citada Xordica, Jekyll & Jill, Pantalia, Olifante, Libros del Innombrable, Mira Editores, Estrellas fugaces o Los libros del gato negro, “con un gran esfuerzo y publicando a autores aragoneses (aunque no de forma exclusiva), han consolidado un catálogo muy meritorio”.
Del perteneciente a Los libros del gato negro, que su fundadora Marina Heredia Ríos estrenó con dos poemarios (de León Buil y Ánchel Conte) prologados por Antonio Pérez Lasheras, destaca de un primer vistazo una antología de relatos de doce autoras con ambición de mapa de prosistas zaragozanas: Hablarán de nosotras (2016), con Olga Bernad, Patricia Esteban, Laura Bordonaba, María Pérez Heredia, Ana Alcolea, Magdalena Lasala o Irene Vallejo, entre otras. También participó en él Teresa Garbí (Zaragoza, 1950), quien define la publicación como “un encuentro entre escritoras de Aragón que ha dejado huella porque han hablado de nosotras: ¡ya era hora de que hablasen de nosotras!”. La escritora, afincada en Valencia, afirma mantener “una estrecha vinculación con Aragón”. En sus libros “el paisaje aragonés es una constante, no sólo el Pirineo, sino también Tarazona y el Moncayo”, lugares donde veraneaba durante su niñez y adolescencia. No quiere dejar de apuntar que su propia editorial, Uno y Cero Ediciones, ha publicado “una antología de Miguel Labordeta, Cuando tú me leas dentro de mil años; y otra de otro excelente poeta aragonés, Luis Moliner; dos ensayos de Ángel López García-Molins, España contra el Estado y Un sueño plurilingüe para España, y yo misma he reeditado Cinco (Sobre el Doncel de Sigüenza)”.
Llegados hasta aquí, Daniel Gascón nos ayuda a recapitular: “El panorama aragonés es muy variado, con narradores de edades y estéticas muy distintas, pero de talento muy claro: desde los cuentos estupendos de Eva Puyó en Ropa tendida a la mirada singular de Manuel Vilas, pasando por la escritura existencialista y poderosa de María Pérez Heredia, la gran novela familiar de Notivol, el camino ceñido a la realidad de Sergio del Molino, la sensibilidad y perversión de Julio José Ordovás, la delicadeza y precisión de Fernando Sanmartín, el rigor y humanidad de Miguel Mena y la osadía de Miguel Serrano”. Y no faltan “autores que escriben novela histórica, policíaca y juvenil”.
Juvenil, histórica y policíaca
Cuenta a LEER Ana Alcolea (Zaragoza, 1962), Premio Cervantes Chico 2016: “Cuando salgo fuera, mucha gente me pregunta: ¿pero qué pasa en Aragón con la literatura infantil y juvenil? Les respondo que a lo mejor es el cierzo, el que lleva y trae las palabras y las ganas de escribirlas”. Confirma el auge de “escritores e ilustradores, nombres muy importantes como Fernando Lalana, David Lozano, Begoña Oro, Pepe Serrano, Sandra Andrés, María Frisa, Daniel Nesquens, Sergio Lairla, Ana G. Lartitegui, Alberto Gamón, David Guirao, Elisa Arguilé y Blanca BK”.
La continuidad y gratitud intergeneracional es otro de los rasgos característicos de la escena literaria aragonesa. Alcolea, pregonera de la última edición de la Feria del Libro de Zaragoza, expresa su enorme admiración por la académica de la Lengua Aurora Egido, de quien fue alumna, y que, “como hice constar en mi pregón ocupa el sillón B, aquel mismo por el que optó y que no consiguió otra gran mujer de las letras nacida en Aragón, María Moliner”. Alcolea recuerda a otros de sus “magníficos profesores en la Facultad de Filosofía y Letras de Zaragoza”: los citados Agustín Sánchez Vidal y José-Carlos Mainer, también a María Jesús Lacarra, Juan Manuel Cacho Blecua, Maite Cacho y Leonardo Romero Tobar, “¡vaya nombres para una lista de profesores de literatura!”. De Egido dice haber aprendido “mucho de la literatura del Siglo de Oro, sobre todo. Su visión del Quijote tiene mucho que ver con mi manera de escribir: esa mezcla realidad y ficción, de la que está hecha la vida y la literatura”.
Sobre su tierra natal, que “da mucho de sí” como escenario literario (“una ciudad con tanta Historia: Salduba, Cesaraugusta, Media Sarakosta, los palacios renacentistas, las iglesias barrocas, la guerra de la Independencia, el modernismo…”), Alcolea reflexiona: “Sólo pensar en qué y quién pasó por los lugares que pisas da muchas posibilidades de escribir. Yo lo he hecho: desde mi ventana veo la iglesia de San Fernando, donde hubo tres cuadros de Goya que desaparecieron en la guerra con los franceses, ahí tenemos un argumento interesante; y también en mi última novela para adultos, con las vivencias de mi abuela y su familia en la ciudad a través del siglo XX”.
Hablamos de una edad de oro de la poesía aragonesa: alta producción, autores de prestigio y poetas independientes animando la escena joven
Apunta Magdalena Lasala (Zaragoza, 1958), Premio Letras Aragonesas 2014 y autora del reciente El beso que no te di. El trágico destino de los amantes de Teruel (La Esfera de los Libros, 2017), que “Aragón, con todo su rico bagaje histórico y cultural, muy apetitoso para ser recreado como escenario del género novelístico, es una tierra aún desconocida en profundidad por el gran público”. No obstante, afirma que “el género histórico, de gran calidad, que se escribe desde aquí está prestigiado por el reconocimiento de los lectores” y ensalza que “el atractivo de Aragón es saturnal. Si te adentras en descubrirlo, te atrapa para siempre”.
De este tipo de hechizo sobre públicos masivos sabe mucho el gran superventas Javier Sierra (Teruel, 1971): “La turolense es una tierra muy fértil en leyendas y episodios sorprendentes, casi no hay pueblo sin una historia de dragones –resulta curioso que esos mismos pueblos sean hoy yacimientos importantes de huesos de dinosaurio–, o sin relatos de brujas y fantasmas”. En Teruel “aprendieron a interpretar el Universo criaturas extraordinarias como Buñuel o Segundo de Chomón, padre del cine moderno, por no hablar de otros muchos talentos que ha dado esta tierra que, como toda región aislada, situada entre varias fronteras políticas y naturales, es un microcosmos lleno de matices y rincones por descubrir, y esa sensación de estar hollando terra incognita ha sido siempre de lo más estimulante para mí, ya que me inculcó el hábito de la atención: esto es, de tener los ojos abiertos, de estar a la espera”, explica. Y se le nota que sus vínculos literarios con la provincia que le vio nacer “son de naturaleza afectiva: “Allí aprendí a leer, a maravillarme con las historias encerradas en sus bibliotecas públicas y a pergeñar mis primeros escritos; y mis primeras clases de literatura en el colegio, con una profesora (doña Emilia) que supo transmitirnos su pasión por las letras, marcaron de forma indeleble mi alma”. En cuanto a su experiencia de “turolense por el mundo”, afirma: “No dudo en turolear siempre que puedo. Es una obligación del alma contarle al mundo de dónde vengo y decirles que mi tierra es un lugar fértil en creatividad, pero no soy de los que ve sus orígenes como algo excluyente, los nacionalismos exacerbados empobrecen el espíritu, la grandeza de una vida consiste en vivirla, en abrirse al mundo y empaparse de él… en mi caso, para luego contarlo”.
Recuperada en 2016 después de quince años sin celebrarse, la Feria del Libro de Teruel, coordinada por Joaquín Guillén, sirvió en su edición de este año a LEER para encontrarse con otros autores locales cultivadores del género histórico como Sebastián Roa o Luis Zueco (Borja, Zaragoza, 1979), novelista, historiador, investigador y fotógrafo, además de vicepresidente de la Asociación de Amigos de los Castillos de Aragón. Zueco ha ambientado sus dos primeras ficciones históricas, El castillo y La ciudad (Ediciones B) en la fortificación oscense de Loarre y en Albarracín, respectivamente; la primera por su “autenticidad”, la segunda “por su historia medieval, que es casi épica: no sólo la ciudad, sino todo su territorio me sirvió para crear un microcosmos del Medievo sin salir de sus fronteras”. Cerrará la trilogía “en el monasterio de Veruela con una trama muy realista donde, una vez más, la ambientación será esencial”.
También acudió a la cita en Teruel, entre otros muchos, Chesús Yuste (Zaragoza, 1963). Político, fundador de la Chunta aragonesista y diputado regional durante cuatro legislaturas, fue representante de su formación en el Congreso de los Diputados entre 2011 y 2014, desempeño que le sirvió para ambientar su novela negra Asesinato en el Congreso (Xordica, 2017). Para Yuste “hay razones para el optimismo en Aragón. Cada año irrumpen nuevas editoriales y nuevos autores aragoneses mientras las editoriales veteranas se consolidan y los escritores continúan abriéndose al mercado español, como Luz Gabás, además de los ya consagrados”. Asimismo, “la consolidación de algunos autores de novela negra de Aragón en editoriales importantes y la creación del Festival Aragón Negro que dirige Juan Bolea han servido como referencia y banderín de enganche para quienes vamos detrás”.
Literatura y periodismo
Queda contrastada la impresión de Daniel Gascón: “El panorama actual de las letras aragonesas es atractivo y dinámico, conviven autores de edades muy distintas que practican todos los géneros”. Es más, “existe un tejido literario en la comunidad: autores, editoriales, librerías, suplementos culturales y revistas”. Coincide en ello Irene Vallejo (Zaragoza, 1979), galardonada este año con La Sabina de Plata: “El Heraldo de Aragón me dio la primera oportunidad de publicar y aprender el oficio, aquí tenemos la gran suerte de contar con ese extraordinario periodista cultural y escritor que es Antón Castro”.
El editor de su anterior publicación (la recopilación de columnas El pasado que te espera), Sergio Navarro, rememora para LEER: “De la mano de Irene comencé la aventura de Anorak Ediciones”, a sabiendas de que “la obligación de todo editor es ofrecer a noveles la posibilidad de saltar al ruedo literario”. Dice conservar aún “las primeras columnas que aquella autora por entonces desconocida publicaba en la contraportada del Heraldo de Aragón”; y ahora, siete años después, se enorgullece de “haber iniciado con ella la colección Eclécticos de Anorak, que ha acogido hasta ahora una quincena de títulos con una previsión para el nuevo curso de ampliar la cosecha a seis nuevas propuestas que engrandecerán horizontes geográficos y sentimentales”. Es la suya, sin duda, una editorial “nacida con el propósito de contagiar la pasión (o devoción) por periodistas y columnistas vinculados a medios locales, y convertir su talento en libros”. Por su catálogo desfilan “periodistas como Juanma Fernández; Cristina Grande con la delicadeza y humor de sus columnas; Ester Berdor con su debut en novela; Iguázel Elhombre, valiente y rebelde, con sus columnas atadas a la tierra, la actualidad y el dolor de toda injusticia; y Sergio del Molino, cronista de un tiempo y un país, el nuestro, y hoy aclamado como gran novelista”. Al hablar de este último, su discurso “se llena de adjetivos bonitos: El restaurante favorito de Nina Hagen es la joya más refulgente del catálogo Anorak”. Asegura a LEER: “Tengo la certeza de que en nuestra tierra a Sergio se le admira, se le respeta, se le escucha, se le quiere y, lo más importante, se le lee”.
Desde los años ochenta la salud de la literatura aragonesa no ha parado de fortalecerse
También Rodolfo Notivol tiene claro que “el periodismo y la narrativa aragonesa son dos territorios siempre bien comunicados, y en Aragón, además, tenemos un referente incontestable de esa conexión como Ramón J. Sender, así como ahora mismo hay novelistas que son estupendos articulistas como Martínez de Pisón, quien escribió la magnífica Enterrar a los muertos, lindante con ambos campos”. Gascón, al mencionar “escritores que son periodistas”, añade el nombre de “un genio como Mariano Gistaín”. De este autor son curiosos los libros que firma con María Pilar Clau (Zaragoza): Lo mejor de Zaragoza (2009), Agua y cielo (2010) y Zaragoza, tú y yo (2011). El primer título es “un ensayo que precisamente tiene como objetivo convertir la ciudad en lugar de inspiración; el que va a continuación es una historia de amor marcada los ritmos históricos relacionados con el agua en Aragón, que acompañan y forjan las vidas de los protagonistas desde 1950 hasta 2013; y en Zaragoza, tú y yo, la auténtica protagonista es la propia capital”, explica Clau a LEER. Y en su última novela, Pétalos de luna (Planeta), el personaje principal es de Zaragoza, del mismo modo que la acción de su próximo libro, La sobrina, que se publica el próximo mes de noviembre, transcurre en tierras aragonesas: “Creo que está bien reivindicar la propia tierra como lugar literario”.
Profetas en su tierra
A la nómina de autores de referencia, Alfredo Saldaña añade otros tantos nombres: José Verón, Joaquín Sánchez Vallés, José Ignacio de Diego Lidoy, Teresa Sopeña, Teresa Agustín, José Antonio Conde, Javier Sebastián, Angélica Morales, el ya citado Miguel Serrano y un clásico como Fernando Ferreró. A este último asociaríamos la figura tutelar de Emilio Gastón en su doble condición de político –fundador del PSA, primer Justicia de Aragón de la democracia– y poeta. Ambos, Ferreró y Gastón, protagonizan el emotivo documental Café Niké, Oficina Poética Internacional (Nacho Escuín, Francisco Bernal, Jara Boné, Indiana Caudillo y David H. Secorún), sobre una generación inspiradora, según Daniel Gascón, para todas las del siglo XXI.
Podría seguir completándose la lista con muchos más autores, como Santiago Gascón, Antonio Iturbe (último premio Biblioteca Breve), Félix Teira, Antonio Altarriba, José Luis Corral, José Giménez Corbatón, Juan Marqués, Manuel Martínez Forega, Sergio Ortas Puritani, Víctor Juan o Julián Casanova. También podríamos detenernos en más títulos recientes de referencia como Capital del desierto (Sibirana), la segunda novela de Jorge Sanz Barajas, “una de las mejores publicadas este pasado año en Aragón”, a juicio de José Luis Melero.
Pero habiendo de concluir este trayecto por las letras aragonesas del presente, escogemos las palabras de cierre de Martínez de Pisón: “Desde los años 80, en los que coincidieron varias generaciones de escritores aragoneses que publicaban en editoriales nacionales, la salud de la literatura aragonesa no ha parado de fortalecerse”. Honrado de que pese a su proverbial humildad se le reconozca en casa como el gran escritor que es, concluye: “Eso de que nadie es profeta en su tierra no se aplica en Aragón”.
* Foto portada: Emilio Gastón, por Carmelo Esteban.
MAICA RIVERA (@maica_rivera)
Una versión de este artículo aparece publicada en el número de septiembre de 2017, 285 de la Revista LEER