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La meseta incógnita de Sergio del Molino

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En plena Feria del Libro nos ente­ra­mos de que Tur­ner lanza segunda edi­ción de “La España vacía”, el extra­or­di­na­rio ensayo con el que Ser­gio del Molino ha explo­rado el hiato que es hoy la España inte­rior. Res­ca­ta­mos para la oca­sión la reseña del mismo que Jordi Coro­mi­nas escri­bió para el número del pasado mes de mayo de LEER.

Una foto publi­cada por The Ella Sher Lite­rary Agency (@the_ella_sher_literary_agency) el


Si algo con­si­dero impor­tante del ensayo La España vacía, más allá de su indu­da­ble cali­dad lite­ra­ria, es la valen­tía de su autor. En estos tiem­pos de nove­las cons­tan­tes y prosa manida es de agra­de­cer que alguien se posi­cione y mani­fieste sin amba­ges una idea que arti­cula su carrera.

En Ser­gio del Molino, la tónica que marca y mar­cará sus pági­nas es nues­tro país, y ello debe mati­zarse, como apunta el mismo libro que comen­ta­mos. Una nación que ha rene­gado de su ban­dera por la con­fu­sión que genera suele iden­ti­fi­car su nom­bre con fana­tis­mos, pero que alguien medite sobre la piel de toro y lo declare entronca con una tra­di­ción para evolucionarla.

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Ser­gio del Molino en LEER (Ricardo Torres).

En el caso del autor zara­go­zano tam­bién resulta intere­sante el cam­bio de la fic­ción, muy rela­tiva, al género de las ideas basa­das en una tesis. Al pre­gun­tarle sobre esta manio­bra me res­ponde que ape­nas ha notado dife­ren­cias en el pro­ceso crea­tivo. Con­cibe la lite­ra­tura como un diá­logo, y el ensayo le per­mi­tía lla­mar la aten­ción sobre algu­nas cues­tio­nes de fondo, entre ellas la voz, quién cuenta la vida de quién.

La España vacía nunca se ha expli­cado a sí misma por­que ha sido saqueada como reflejo o sím­bolo de deter­mi­na­dos con­cep­tos, desde la apro­pia­ción román­tica hasta los tópi­cos nega­ti­vos que como ejem­plo supremo ten­drían el viaje de Azo­rín con un revol­ver en el bol­si­llo por si las mos­cas o el mon­taje de Las Hur­des de Luis Buñuel para resal­tar los aspec­tos más sór­di­dos de la mítica e inhós­pita región extremeña.

Ante esos tópi­cos, Del Molino refle­xiona y dice que son muy pocos los capa­ces de acep­tar que su visión del mundo es una cari­ca­tura impuesta, que car­bura en parte por una iner­cia dañina que remarca aún más las dife­ren­cias, bien expri­mi­das en los capí­tu­los intro­duc­to­rios desde una óptica cabal cen­trada en la demo­gra­fía, el espa­cio y el curso de la Historia.

Del Molino se aden­tra y escarba en el dis­curso de un país ima­gi­nado, una cari­ca­tura impuesta que car­bura por una iner­cia dañina

Si hay dos Espa­ñas no son las de las mil gue­rras civi­les. La exten­sión terri­to­rial del objeto de estu­dio tra­tado en este libro publi­cado por Tur­ner es enorme y se corres­ponde con la ausen­cia de habi­tan­tes por las suce­si­vas olea­das de éxodo rural que pobla­ron las ciu­da­des y acre­cen­ta­ron las diver­gen­cias entre ambos hemis­fe­rios, siem­pre más noto­rias desde una inco­mu­ni­ca­ción que no puede paliarse por mucho que los polí­ti­cos con­ce­dan baga­te­las que van desde el sis­tema elec­to­ral hasta la homo­ge­ni­za­ción a par­tir del turismo, fac­tor que refuerza las con­ven­cio­nes e implica pér­dida de iden­ti­dad desde la para­doja de reforzarla.

Sería lícito con­tem­plar que este ensayo nace de uno de tan­tos booms sobre el pro­blema que plan­tea. A fina­les de los 80, La llu­via ama­ri­lla de Julio Lla­ma­za­res causó sen­sa­ción en un momento donde la ace­le­rada moder­ni­za­ción, cul­mi­nada de cara a la gale­ría en 1992, pare­cía dejar atrás un pasado arduo del que todos pro­ve­ni­mos. La visión del escri­tor leo­nés se com­ple­men­taba en las noti­cias con crí­me­nes que recor­da­ban la fie­reza de antaño, como los suce­sos de Puerto Hurraco.

Ahora, según el autor, la explo­sión de esta temá­tica, de Jesús Carrasco a Lara Moreno, de Jenn Díaz a Hasier Larre­txea, debe­ría vin­cu­larse a la bús­queda de un sus­trato común de con­vi­ven­cia una vez el relato nacio­nal se ha res­que­bra­jado en mil peda­zos y urge refor­mu­larlo, si bien no creo que Del Molino, pese a enmar­carse en una órbita gene­ra­cio­nal, pueda eti­que­tarse con tanta faci­li­dad. A dife­ren­cia de los libros publi­ca­dos en los últi­mos años sobre este ámbito, el suyo des­taca por una capa­ci­dad de aná­li­sis que se sumerge en el pasado para com­pren­der el pre­sente. Lo alu­ci­nante es que, en pleno siglo XXI, esto sea una excep­ción, cuando debe­ría ser la norma. Parece que haya­mos olvi­dado que sin rebus­car en lo acae­cido no pode­mos res­pi­rar bien los aires que nos impregnan.

Por eso exis­ten cau­sas y con­se­cuen­cias. En lo rela­tivo a los crí­me­nes, Fago remite a Cuenca y Cuenca a Casas Vie­jas, mien­tras el tele­vi­sivo Un país en la mochila no deja de ser una explo­ra­ción didác­tica, acorde con su época, que remite a las misio­nes peda­gó­gi­cas o a las excur­sio­nes entu­sias­tas de la Ins­ti­tu­ción Libre de Ense­ñanza, una idea estu­penda, y más escasa de lo que cree­mos, que 1936 truncó, si bien las pági­nas de La España vacía no sien­ten nin­gún tipo de nos­tal­gia sobre hitos pre­té­ri­tos y en cam­bio sí desean avi­var el debate desde un pesi­mismo de fondo.

Sumer­girse en el pasado para com­pren­der el pre­sente, como hace el autor, es una excep­ción que debe­ría ser la norma

A estas altu­ras del par­tido es de ilu­sos alber­gar la espe­ranza de que un libro que modi­fi­que per­cep­cio­nes por culpa de la ins­tan­ta­nei­dad de nues­tra socie­dad, otro punto de con­traste con el campo mese­ta­rio, que ima­gi­na­mos más lento, como si fuera, y es, otro pla­neta den­tro del nues­tro, una excep­ción soli­di­fi­cada en mil estra­tos de refle­xión y esca­sa­mente ensalzada.

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De este modo, incluso antes del Gran Trauma, un epi­so­dio que fue la penúl­tima acta de defun­ción de un eco­sis­tema siem­pre más aban­do­nado, hemos vivido un dis­curso de un país ima­gi­nado en el que Del Molino se aden­tra y escarba. Noto­rio, como tan­tos otros aspec­tos, es el apar­tado en el que se habla del car­lismo como movi­miento válido para mos­trar opues­tos ideo­ló­gi­cos de dos uni­ver­sos enfren­ta­dos. La España moderna y ufana de sí misma es la urbana, que desde un euro­peísmo pro­vin­ciano, ahora más noto­rio por los pro­ce­sos sobe­ra­nis­tas, mira por encima del hom­bro a su her­mana desierta. Spain is dif­fe­rent? Según el nove­lista de Lo que a nadie le importa un poco sí, y ese poquito tiene fuerza de excep­ción en muchos aspectos.

Se habla mucho –otro exa­brupto per­fecto para que­dar como per­fec­tos cre­ti­nos– de la zona de con­fort. Eso es lo que España ha hecho con su terra ignota, con su Hic sunt dra­co­nes. Según Ser­gio del Molino, si la única vía de desa­rro­llo plan­teado es la del camino del Cid y los meso­nes cas­te­lla­nos no hay nada que hacer, pero quien escribe sí atisba moti­vos para un futuro mejor por­que mien­tras alguien se atreva a refle­xio­nar la derrota no está can­tada y el ins­tante clama por un giro copernicano.

JORDI COROMINAS (@jordicorominas)

 

PORTADA272
Una ver­sión de este artículo fue publi­cada en el número de mayo de 2016, 272, de la Revista LEER

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