Ayer se presentó en Madrid la obra Golpes de gracia (Malpaso) de Joxemari Iturralde. La velada se desarrolló en el ring de Tipos Infames. A la derecha, el periodista Manuel Jabois y a la izquierda el periodista Miguel Ángel Aguilar. De árbitro, el propio autor. Jorge Bustos comenta el libro en el último número de LEER.
Más que una novela, el tolosarra ha escrito un reportaje novelado en torno a dos míticos púgiles vascos: Paulino Uzcudun e Isidoro Gaztañaga, cuyas vidas va entrecruzando con el rigor documental y el sentido cronológico propio de las biografías. El autor, catedrático de Literatura y autor bien conocido en el ámbito euskaldún, forma parte de la generación de los Atxaga y Juaristi, y ha publicado media decena de novelas, libros de viajes, canciones y relatos. En esta ocasión reconstruye las azarosas trayectorias de dos boxeadores que a principios del siglo XX pasearon el nombre del País Vasco y de España por el olimpo del noble arte tanto en la escena europea como en la estadounidense.
A Uzcudun se le apodó el Leñador Vasco pronto y con impecable criterio, pues se había criado como aizkolari en un caserío guipuzcoano hasta que marchó a París a formarse como púgil, confiado en su intimidante complexión. Su carrera fue meteórica: los rivales caían abatidos por sus guantes como antaño caían las ramas bajo su hacha. Su pegada descomunal y su coraje fajador lo hicieron tres veces campeón de Europa. En América también impartió briosas lecciones de cocina vasca, pero fracasó en su asalto al campeonato mundial contra el legendario Joe Louis, el bombardero de Detroit. Gaztañaga, por su parte, el Martillo Pilón de Iborra, siendo más agraciado y técnico compartía rotundidad con Uzcudun, su ídolo de juventud y más tarde amigo en el circuito hasta que rompieron por rivalidad deportiva primero e ideológica después: al estallar la Guerra Civil, Uzcudun optó por Falange (y el autor no oculta su condena por ello) mientras que el republicano Gaztañaga se quedó en América, encadenando hazañas de alcoba y peleas de compromiso que señalizaron su decadencia hasta el tragicómico final: acabó tiroteado en Bolivia por un cornudo. A ambos les gustaba tanto la juerga autodestructiva como los K.O., en la mejor tradición de los pesos pesados.
La fórmula narrativa de Iturralde parece deudora de la sencillez barojiana: prosa concisa –por momentos pobre–, estructura episódica, primacía de la acción sobre el pensamiento y de la exactitud documental (el relato intercala testimonios y recortes de la época) sobre la profundidad psicológica o el vuelo estilístico. Cierta escuela objetivista y anglo en boga aplaudirá la fórmula, pero no es el modo de extraer todo el jugo a la historia de estos dos formidables juguetes rotos. También Heinz era un novelista sobrio, pero El profesional contiene toda la emoción y el drama que alienta en el boxeo. Con todo, Golpes de gracia se lee de un tirón y con gusto.
JORGE BUSTOS (@JorgeBustos1)
Una versión de este artículo ha sido publicada en el número de abril de 2016, 271, de la Revista LEER (cómprala en quioscos y librerías, o mejor aún suscríbete). También disponible en versión digital el Quiosco Cultural de ARCE.