El escritor Luis Alberto de Cuenca ha sido galardonado con el Premio Nacional de Poesía estos mismos días en los que estrena una sección propia en LEER: “La rama de oro”. La distinción le ha llegado por su poemario “Cuaderno de vacaciones” (Visor), donde, según detallaba Alicia González en esta entrevista publicada en LEER en mayo del pasado año, hay sitio para la brisa del estío, las mujeres heroicas y toda la bibliofilia del niño coleccionista de cromos eruditos que es. Poesía sin borrones.
“La Canción de Roldán”, San Juan de la Cruz, Lorca, Whitman, Gilgamesh, Rubén Darío, Baudelaire, haikus… Desde luego, todo un “Cuaderno de vacaciones”, porque hay muchas escalas en el viaje literario…
Pues sí. Me sentí Phileas Fogg y en este libro decidí dar la vuelta al mundo de la cultura. Es lo que hago siempre, dicho sea de paso.
En alguna ocasión ha dicho que «la cultura es recopilar». ¿Este poemario es una de esas cajas de tesoros infantiles del niño que eres?
Cada vez creo más en eso de que la cultura sea sinónimo de coleccionismo. En esa caja de cajas siempre hay una más pequeña que la anterior, pero todas reúnen lo mejor de mi vida, de la vida de todos: la infancia, desde luego.
La mujer amada, totémica, sagrada, está muy presente al modo de la diosa blanca de Graves, aunque en este caso sin prescindir de todos los ropajes del paso del tiempo.
Es lo que tienen las Diosas Blancas de verdad: que van envejeciendo y hasta se mueren. Pero conservan íntegro el marchamo que las identifica con el Ewigweiblich.
Encontramos un Luis Alberto de Cuenca que se pone existencialista al salmodiar esa buena muerte que hila un cóctel de temores y deseos, ajeno a la brisa de la calle…
Más que existencialista, me pongo a temblar como un flan, pidiéndole a Dios una buena muerte. Yo creo que eso les pasa a todos –y a todas– cuando llegan a una determinada edad.
El ‘pneuma’ insufla aliento a ese no saber qué decir del «Tengo miedo», pese a que el recorrido del libro no deja ningún tema al margen…
Si te refieres al Pneuma con mayúscula, o sea, al Espíritu Santo, debo decirte que hace tiempo que no lo veo revolotear por el patio de mi casa.
¿La poesía es el junco heroico del investigador del CSIC?
El poeta y el investigador del CSIC son una y la misma persona. Y una persona poco heroica, por desgracia.
¿El reconocimiento a tu trayectoria ha conseguido hacerle salir de ese Campo Florido de los despojados anónimos?
Ese Campo Florido no lo pueblan los despojados anónimos, sino los participantes en ese torneo del odio y del terror que es la existencia.
¿Ha logrado ya saber cómo fijar la silueta en el poema?
Mis versos reproducen siempre la silueta de mi alma (o de cualquier otro sinónimo que se te ocurra para “alma”).
Toca muchos ritmos en el libro, como en ese «Están clavadas dos cruces». ¿Le divierte volverse ajeno, cambiar el paso al lector pasando de la literatura épica al recorte de diario, la canción popular o el arrebato místico sin descanso?
No lo hago adrede. Pasar de un tema a otro, de un extremo a otro, es parte de la rutina humana. O, por lo menos, de mi rutina.
Cada vez creo más eso de que la cultura es sinónimo de coleccionismo. Esa caja de cajas reúne lo mejor de mi vida
Confiesa preferir el pasado para sus viajes intelectuales… ¿Quizá porque como afirmas la vida mató pronto a tu yo niño?
Lo intentó. Vaya si lo intentó. Pero no consiguió matarlo del todo. Solo cuando se muera el viejo morirá el niño.
El libro incluye toda una declaración de principios: sin amor, sin honor, y sin orgullo, sin emoción y sin complicidad la poesía no tiene sentido…
Nada tiene sentido sin esas palabras. La poesía, tampoco.
¿Es el verso el alivio de la noche, sea esta el desamor, la angustia por la muerte con su manotazo de orangután?
Pues claro que sí. Por eso sigo escribiendo versos.
¿Qué senda ha perdido en pro de la poesía, de esa claridad de la emoción?
Me sentiría fatal si por culpa de la poesía me hubiese perdido una senda por recorrer, una tan solo. La poesía, en mi opinión, abre todas las puertas, da acceso a todos los caminos.
En uno de los poemas se define en esos opósitos de aventurero y ratón de biblioteca, ¿pero de cuál está más cerca en este momento?
También lo digo en el poema: me encuentro igual de cerca de todos mis opósitos. De alguna forma sólo existen porque se dan la mano esos opósitos.
El libro recoge tres veranos, de 2009 a 2012, ¿acaso en 2013 no tuvo vacaciones o tendremos que esperar a un próximo volumen?
Lo has adivinado: los poemas de verano de 2013 los he dejado para el próximo libro. Así no me quedo sin inéditos.
ALICIA GONZÁLEZ
Una versión de esta entrevista fue publicada en el número de mayo de 2014, 252, de la revista LEER (cómpralo, o mejor aún, suscríbete).