La inauguración de la nueva temporada de Club LEER el pasado jueves 10 de septiembre revistió cierto aire de cenáculo, una reunión de personas que se niegan a dar a la literatura por muerta. El maestro de ceremonias fue Javier Aparicio Maydeu, crítico literario y profesor de la Universidad Pompeu Fabra, autor de la tetralogía El artista en sus laberintos: Continuidad y ruptura. Una gramática de la tradición en la cultura contemporánea con Alianza); La imaginación en la jaula. Razones y estrategias de la creación coartada, El desguace de la tradición. En el taller de la narrativa del siglo XX y Lecturas de fición contemporánea. De Kafka a Ishiguro con Cátedra.
Ante un público con representación docente de peso, entre el que destacaron personalidades como Fernando Rodríguez Lafuente (máster ABC) y José Manuel Mora Fandos (UCM), la presentación inicial apuntó certera hacia el carácter revulsivo del más reciente de los títulos: La imaginación en la jaula, una radiografía de cuerpo entero que permite comprender en toda su amplitud y riqueza de matices los cambios sufridos por el proceso literario en el contexto de la globalización económica y tecnológica. Los tiempos han cambiado: antes el escritor le daba un manuscrito a su agente pero, ahora, el proceso se ha invertido, y si hablas con veinte agencias importantes de Madrid, Londres o Barcelona, te dirán que el cliente, que es el escritor, le pregunta a su agente sobre qué tiene que escribir. Lo detalló Aparicio Maydeu para llegar a la consecuencia última: la falta de libertad del escritor contemporáneo, que cae víctima de programas editoriales teledirigidos.
«Tales estrategias programáticas, amén de estrangular el genio y presentar al editor como al malo de la película, se desarrollan sobre un tablero desde donde muchos tratan de convencernos de que los géneros clásicos no existen y son sólo un invento de los periodistas aunque de la manga esos mismos escépticos de catalogaciones se saquen de la manga perversiones como la endiablada etiqueta imposible del Young Adult», apuntaló Maica Rivera. El profesor Aparicio Maydeu recogía el guante: “Los géneros literarios están muy enfermitos. Están siendo suplantados desde hace una década por los géneros editoriales. Escritores importantes como John Banville, con mucho prestigio e incluso candidatos al Nobel, tienen su nombre de DNI para hacer novela literaria y un seudónimo para hacer novela negra (Benjamin Black, en este caso); y saben muy bien qué facturan cuando firman de una u otra forma, tienen dos cuentas de resultados distintas”. La degeneración de los géneros viene marcada por el mercado: “Lo imponen unos señores que tienen mucho poder y que imponen nichos”. Si no encuentran el tipo de escritor que buscan, lo crean. Este escritor a la carta tiene las manos atadas, «y si, además, se trata de alguien que factura un tercio de la editorial a la que sirve, se ve asfixiado por la obligación de entregar un libro cada dos años».
LITERATURA S. L.
En esta «prostitución literaria», serían una suerte de viagra los libros de autoayuda y los talleres literarios que se venden con el lema de «por-supuesto-tú-también-puedes-ser-escritor-y-escribir-tu– propio–bestseller–en-una-semana». Me siento legitimado a decir esto, he sido agente 15 años, llevo muchos años en la universidad, estoy en el mundo editorial desde hace 25 años, hablo con muchos editores No creo en los talleres literarios”. El gran Alvite arrojaba una sombra de sospecha a la proliferación moderna de los talleres: “Yo los miro con recelo porque creo que la escritura no es una afición que se adquiere, ni un oficio que se perfecciona, sino una necesidad que se padece, algo que sobreviene por pura fatalidad, a veces por una simple carencia, como sucede con el bocio”. Aparicio Maydeu dejó claro que no cree en milagros literarios y que prefiere atacar directo al corazón de la cuestión: “El gran problema de la literatura es la lectura, es decir, a quien ha leído mucho le basta un poco de talento para poder escribir”. El genio se tiene o no se tiene, aseguró el crítico, «viene del padre y de la madre». Maica Rivera suscribió su apreciación, recordando el argumento de autoridad del poeta Joan Margarit a su reciente paso por Espacio LEER: «no todo el mundo tiene talento literario, el talento no se aprende, y, por ejemplo, hacer poesía no es democrático, de hecho, es lo menos democrático del mundo».
ESCRITOR VS CREADOR DE CONTENIDOS
No hay fórmulas ni atajos para la buena literatura, quedó claro unánimemente. Corroborando todas las matizaciones («la cultura lo es todo menos democrática»), el crítico distinguió entre el escritor y el creador de contenidos. “Lo decía Jaume Vallcorba, editor de Acantilado quien fue muy valiente, la cultura es elitista, otra cosa es el entertainment «. Fernando Rodríguez Lafuente fue más lejos en intervención: “Son unos tiempos muy conservadores, no ya solo en la política sino en la propia creación. Hay una cultura acomodaticia, empezando por los propios intelectuales. La universidad es una burbuja, está aislada del mundo. ¿Dónde encuentras esta cultura crítica?”. El también profesor y crítico comparó a los asistentes los actos del Espacio LEER con los antiguos cristianos reuniéndose en catacumbas tratando de sobrevivir. «Aquí, ahora mismo, en Espacio LEER, somos la resistencia», sentenció, y calificó el momento que estamos viviendo como “realmente tenebroso” porque “no existe una cultura crítica, la crítica se ha convertido en apología y vituperio». Aparicio Maydeu rememoró los tiempos en que Manolo Vázquez Montalbán exclamaba “¡esto es una mierda!”, y cogía lo que había escrito con su Olivetti y lo tiraba a la basura; y a Gabo que siempre desconfió de un escritor con la papelera vacía, en contraste con «el contexto actual de falta total de autocrítica, ¿dónde están ahora esos escritores que se arrepienten con el transcurso del tiempo de lo que han escrito?».
CREATIVIDAD VS CREACIÓN
La creatividad le ha quitado el prestigio a la creación, pero no debemos confundirlo. El crítico nos puso en guardia: “Los valores de la creatividad actual y los de la creación tal y como se han entendido siempre, son distintos. Creación significaba universo propio, reiteración, obsesión, esfuerzo, tiempo, maduración, arrepentimiento… Creatividad: espontaneidad, prisa, sensación acomodaticia sin ninguna noción de autocrítica o con un descenso de la misma. Ahora se confunden una cosa con la otra. Cada vez se habla más de creatividad y la palabra creación está paulatinamente siendo abandonada”.
También el proceso de creación ha cambiado, se ha “higienizado” con las TIC, explicó. Por eso, en el libro La imaginación en la jaula podemos ver fotos de «procesos», desde el famoso rollo de En la carretera de Kerouac a las tachaduras de James Joyce o de Javier Marías: “Durante mucho tiempo lo importante de la escritura era el proceso pero ahora éste se hunde y queda apartado, castigado, oculto. El lector tiene la sensación de que la obra ya era un producto antes del proceso». Cierto es, el público en Espacio LEER cayó en la cuenta: “Ya no hay manuscrito”. Marías comprendió en su momento la relevancia de todo esto, y le dijo a Javier Aparicio Maydeu: “Te agradezco que exhibas que yo dudo”.
“Lo difícil en España hoy en día es no publicar”, afirmó Rodríguez Lafuente, frase que le llevó a aquella otra de Umberto Eco, según la cual hoy es un signo de distinción el no aparecer en televisión: “Sobre todo por parte de los jóvenes, porque todos los editores van buscando un pelotazo. Eso crea fenómenos como el de la generación Nocilla”. El profesor Aparicio Maydeu recordó sus comienzos profesionales: “Cuando entré el sector, escritor no sabía lo que le pagaban de anticipo. Ahora sí. Y eso tiene que ver con la literatura: por el tempo, la rapidez, la presión, la sintaxis, la tecnología, no tienes el contenido pero ya tienes la presión para exhibirte. Hay novelas que no son novelas, son selfis artísticos. Artefactos, algunos muy bien, hechos para la autocomplaciencia”.
Ahí Maica Rivera invitó a leer La imaginación en la jaula en paralelo con el clásico Cultura y anarquía de Matthew Arnold (Cátedra), insistiendo en la máxima relevancia de ese decimonónico concepto de «cultura de la insatisfacción» frente al de «cultura de la satisfacción» hoy dominante: «si en el pasado, la lectura se caracterizaba por impactar, desestabilizar, desasosegar, inquietar, perturbar e imponía retos, abría caminos para despertar al lector, abrumándolo ante un vasto panorama intelectual, cada vez más inmenso e inabarcable, que abría ante él, ahora lo que suele buscarse es gratificar constantemente a ese lector, infantilizarlo, agradarlo con ideas absurdas tales como que conseguirá entender a Derrida en veinte páginas».
UNIADVERSIDAD
Frente a toda esta problemática de nuestro tiempo, «¿las instituciones académicas no deberían crear espacios para combatir todas presiones del mercado y las inercias nocivas del entorno digital? ¿Dónde queda su responsabilidad?», preguntó Maica Rivera. La respuesta de Aparicio Maydeu se remontó a los años 20 a los años 50, cuando la universidad europea marcaba tendencias; porque, a partir de ahí, con la irrupción de la cultura pop, «la universidad dejó de generar tendencia y pasó a seguir al mercado, los profesores empezaron a prescribir los libros que sabían que había tenido cierto éxito, no aquellos en los que ellos creían como obra artística». El resultado es que «la universidad está ahora en una situación precaria a nivel europeo, es difícil que vuelva a imponer a la sociedad determinadas tendencias porque ahora lo que hace es prescribir que el alumno lea lo que el mercado dice que tiene que leer» y si el profesor propone algo fuera de la norma se convierte, al parecer, automáticamente, en el forajido de la película. «A veces se alega para relegar algo que conlleva una lectura difícil, ¿pero difícil respecto a qué?”, cuestionó Aparicio Maydeu, lamentando con pesar, dramas educativos de nuestro país como «que alguien pueda doctorarse en Arqueología sin saber latín”.
En este punto, Lafuente volvió a abogar por una «ética de la resistencia» a lo Edgar Morin y citó a Steiner: “La clave de la lectura es el tiempo y el silencio”. Según el profesor, “esta sociedad está matando el silencio y no tiene tiempo. Así es imposible leer. Tenemos que ir al tempo adecuado para mantener la tradición de lecturas que han estado desde Homero hasta nuestros tiempos”. Apuntó Aparicio Maydeu que “la única resistencia que nos queda es que haya entusiasmo lector entre los profesores, que se lo transmitirán al alumnado, ahí los estudiantes siempre responden».
Alberto Sánchez Medina (@Albertorum_)