Reptiles que son ángeles
DIARIO envuelto en dramatismo de una búsqueda que es invocación a un tú que no identificamos pero aporta luz y calma, asombro y una suspensión del tiempo en la que se aloja la protagonista. Su oponente amoroso no es el solícito amante que llama a la amada con sus nombres, pero en él o con él comienza el juego de los ropajes coloridos y los besos que insuflan impulso vital. Cecilia Domínguez Luis nos presenta un catálogo de imágenes casi fabulosas, tableros que recorrer con imprimaciones medievales, donde resuenan canciones infantiles y se exploran infatigablemente círculos, corredores, pasillos, instancias por las que se pierde en el torbellino de emociones ambivalentes de angustia y placer, persecución de la propia existencia a lo largo de esos cuatro meses y un día que dan continuidad al título y arrojan una sensación de condena carcelaria.
El lector notará la palpitación de los lobos, senderos con teas, aves agoreras y un ambiente de músicas inaudibles para las vírgenes y quizá para un Dionisos niño, en placentera reunión nemorosa. La amante se dice reducida por el objeto de su pasión, vacío, por quien aúlla su ausencia. Escenarios de reptiles amenazantes que, en cambio, se metamorfosean en ángeles para celebrar simposios de miel y fruta en homenaje a los dioses terrestres.
ALICIA GONZÁLEZ
