MANIPULANDO marionetas, las manos piensan mucho. Contemplarlas es tan fascinante como espiar el mundo de los insectos”, dicen los hermanos Quay (1947) que han cruzado, junto a Starewitch (1882–1965), gran pionero del arte de la animación y Svankmajer (1934), necrófilo frommiano y surrealista, estas puertas a mundos de los que podremos disfrutar hasta el 11 de enero de 2015 en La Casa Encendida, el Museo Lázaro Galdiano y el de Ciencias Naturales bajo el título de Metamorfosis. No olvidemos que todo marionetista o animador tiene algo de entomólogo; por algo fascinaron al mismísimo Kafka.
Nuestros protagonistas son una suerte de transterrados de la humanidad complaciente, niños eternos que envejecen, sabios imberbes de mil años. A su alrededor revolotean muchos nombres que apuntalaron su ciencia, cruce de los intereses de artistas, magos y científicos, desde pintores y dibujantes como Monsú Desiderio, Ensor, Kublin o Schultz a fotógrafos pictorialistas como Pla Janini, pioneros de los efectos especiales como Segundo de Chomón, escritores como Carroll, los Grimm, Gogol, Afanásiev o Freud. A este plantel se le sumaron objetos rescatados de gabinetes médicos o de curiosidades, de tiendas de canela fina y de juguetes apolillados, objetos inanimados y extravagantes, quizás, pero cargados de la energía de personas ya muertas; inspiraciones como barro del génesis que hacen desterrar a los profanos aquello de que la animación y los títeres no son cosa seria. Descúbranse, por favor, ante los supremos sacerdotes del orden de la magia. Sólo desposeídos de todo lo que no sea curiosidad llegaremos a cruzar esa puerta que conduce al bosque de los cuentos de la vida imaginada cuyo poder arrastra a quienes son capaces de desterrar la frigidez y volar. El bosque, nos dice Starewitch –padre del perrito Fétiche, el hombre que desdeñó Hollywood para quedarse en su taller en mitad de todas las guerras del siglo XX– “es el refugio de lo misterioso y lo mágico, un viaje iniciático plagado de desafíos y riesgos que nos transforman, el espacio de lo primigenio que no será controlado jamás por la razón de los adultos.” Y añade: “El cuento y la fábula han existido siempre. Creados por el pueblo, el amor del niño les ha asegurado la vida quitando lo superfluo hasta dejar lo esencial. Su simplicidad favorece el impulso de la imaginación y así ocupa el primer lugar entre las fórmulas literarias».
Las sabias palabras de Starewitch debieran grabárselas a fuego los mandamases de la industria del libro que tanto desprecian a estas pequeñas piezas maestras como no sea para reproducir a granel sus clásicos. Y mejor sería dormir abrazado al anciano rey león de Starewitch que junto a una pestífera muñeca Bratz y ver las versión de Alicia de Svankmajer que ciertos blockbusters y, para no dar el latazo con la lactancia materna eterna, echarle un vistacito a su Otik, ese monstruo mezcla de piraña y raíz con canesú que devora desde pezones a campos de coles.
–Cariño, no quieres a Otik (Tres mil tomas de leche, doscientas cucharadas de papilla y Otik aún tiene un hambre posesiva).
–Sabes que no es cierto (Nam, ñam, sluprrrrs de Otik. El placer de la santa de su madre, obscenamente indescriptible).
–Pues hace mucho que no le barnizas… y le está creciendo un tercer brazo.
Svankmajer en estado puro. Por algo han puesto su universo en las catacumbas, como corresponde a la mazmorra del inconsciente.
Y los Quay… sublimes. Imposible no dejarse seducir por sus películas, sus paisajes alucinados, sus fanales de aumento donde podemos contemplar desde la hipnosis del sexo hasta la tragedia de Street of crocodiles, las piezas de su universo escondido en las telas de las arañas de la poesía y la visión. A sus nombres podemos unir los de Richard Dadd, el pintor loco y asesino, Brian Froud y Alan Lee, fotógrafos de hadas y padres de tantos goblins, junto al gran Jim Henson, Katharine Briggs, recopiladora de la corte feérica, Edward Gorey, George Mc Donald, Henry Selick, Fontcuberta… y demás científicos de las cosas que nunca existieron hasta que sus deseos las desvelaron a la realidad. El mundo no tendría nada de bueno sin estos cuerdos peculiares.
Todos han abierto un portal. Y que las cenizas de la mediocridad cubran a quienes enarbolan la autoficción pues pobreza les trasformará en basiliscos que vuelven de piedra estéril cuanto miran.
Todo cabe en un huevo mágico, los animales son los maestros de la razón y al cielo se llega a través de las habichuelas encantadas. Y a quien se desconcierte, que el perrito Fetiche le abandone en un puente.
ADA DEL MORAL
En la imagen superior, El sin par Ladislas Starewitch vigilando el reposo de sus fantásticas criaturas. Metamorfosis. Visiones fantásticas de Starewitch, Svankmajer y los hermanos Quay La Casa Encendida Ronda de Valencia, 2. Madrid Hasta el 11 de enero de 2015 Una versión de este artículo aparece publicada en el Extra de Navidad 2014, número 258, de la Revista LEER. Disponible en quioscos y librerías y en el Quiosco Cultural de ARCE (suscríbete).