En una de esas miradas desoladas a esta sociedad presa de la profunda crisis de valores sobre la que tanto teorizamos, de repente, un pálpito. Algo se mueve, no fuera sino dentro. La impresión se ve sustentada por cierta evidencia al observar la notable demanda de libros religiosos y espirituales. Sí, claro, entre ellos encontramos mucho producto descafeinado y autoayudas edulcoradas, pero eso no hace sino confirmar nuestra intuición primera: la industria también se ha dado cuenta de esta “inquietud social” (o “despertar” para los más optimistas) y reacciona con su lógica de oferta masiva y ciega ante un jugoso nicho de mercado.
“En todo este ámbito, siempre ha habido maestros auténticos y gurús fraudulentos, y es difícil discernir, pero hay criterios para hacerlo como, por ejemplo, desconfiar cuando el autor se ensalza hablando de sí mismo, porque la verdadera sabiduría te enseña a ser humilde y a no comportarte como un mesías”, explica a LEER el sacerdote católico y discípulo zen Pablo d´Ors. Por el contrario, el humor es un factor significativo para no perder el norte tras un falso guía espiritual, “cuanto más sabia es la persona, más capacidad tiene de reírse de sí misma”.
Estas breves consideraciones bastan para confirmar que no nos equivocamos al acudir al nieto de Eugenio d´Ors como voz experta para profundizar en la temática. Sabíamos de antemano que, en busca del silencio, peregrinó a pie hasta Compostela y viajó al desierto del Sáhara, al Monte Athos y al Himalaya. También fue fundador del seminario de entrenamiento espiritual Buscadores de la Montaña, una iniciativa viva cuya sugerente denominación descubrimos hace justo un año en las páginas de Memorias de un hombre de madera de Andrés Ibáñez (reportaje “Pupila inerte, corazón ardiente”; revista LEER, marzo de 2013). Ahora, el doctor en teología que combina el Evangelio con el zen nos dice que pueden bastar seis meses de meditación perseverante para percatarnos de que podemos vivir de otra manera. El ensayo en el que lo cuenta, Biografía del silencio (Siruela), ha alcanzado la duodécima edición en un tiempo récord. “Se trata de una reflexión sobre mi propia experiencia de silenciamiento interior”, declara a LEER, “pero no es un libro sólo para creyentes, quienes se acercarán a él desde una búsqueda religiosa, sino también para no creyentes que llegarán movidos por una inquietud meramente espiritual”.
En definitiva, “es una experiencia abierta a todos”. Ni siquiera hay una diferencia sustancial entre la meditación que se presenta en esta obra y la contemplación en el sentido más religioso del término, “sólo que los no creyentes se referirán a estar en el presente mientras que los creyentes hablaremos de estar en la presencia”.
Lo que parece común en todo Occidente es la “resistencia al silencio”. Esta pertinaz reticencia ocurre porque éste implica “una invitación a un encuentro con nosotros mismos y resulta que no nos gustamos, en cuanto aparece lo que somos ante nosotros, nos da miedo”. Es más, la meditación que nos descubre esta lectura tiene lugar en silencio y quietud, dos circunstancias de las que “solemos huir los occidentales, quienes no tendemos a la concentración sino a la dispersión”.
En todo este ámbito, siempre ha habido maestros auténticos y gurús fraudulentos, y es difícil discernir
Sin embargo, el silencio nos crea, después, adicción. “Cierto”, corrobora d´Ors, “pues si perseveramos en la práctica, descubriremos que vivimos permanentemente fuera de nosotros mismos y es bueno volver al hogar”. De hecho, cuando le pedimos que nos defina el silencio, habla “en primera instancia, de una nostalgia, porque todos tenemos la intuición de que el silenciamiento nos hará bien”. Seguidamente, cita “el pánico, porque no somos, como desearíamos, exclusivo territorio de luz (verdad, belleza y bien) sino que en nuestro interior también hay sombras (codicia, ambición, vanidad…) y no las afrontamos”. Para concluir, se refiere al “concepto de revelación porque el silencio te descubre quién eres, es el camino a la patria de la identidad, del propio yo, donde podremos cumplir nuestro destino de seres humanos”. Ahí radica “la potencia sanadora del silencio”, en que “te reconcilia contigo mismo mediante un trabajo de purificación (de la mirada, del oído y, sobre todo, del corazón), potenciador de una visión más ajustada de la realidad”.
Respecto al rostro más árido del silencio, “ése es el desierto, una frecuente fase interior de sequedad, sin particulares descubrimientos, en el camino de meditación”, detalla d´Ors. Durante esa difícil etapa en la que resulta imprescindible mantenerse fiel a la disciplina, “vas a tientas y perseverar resulta tan duro como lo es seguir trabajando en un texto literario en momentos sin inspiración”. La clave reside en no dejar de tener fe en la llamada, que “es puramente impersonal, una promesa misteriosa hacia un destino que no tenemos claro pues se trata de un sendero que se va haciendo”. Sí, efectivamente, desde el silencio “te llama algo; y los creyentes podremos decir que nos llama Alguien”.
El intelectual manifiesta una aproximación mental a la realidad mientras que la meditación es un acercamiento sapiencial
¿Y por qué hay tantos intelectuales que se han sentido atraídos por el silencio pero han errado con facilidad en esta nueva vía abierta ante ellos? También para esto tiene respuesta el escritor. Sucede que “el intelectual manifiesta una aproximación mental a la realidad, a través de una exclusiva inmersión racional, mientras que la meditación es un acercamiento sapiencial”. Por tanto, la solución al problema de los intelectuales, que tienen una actitud posesiva al querer penetrar en la realidad mediante los instrumentos de la razón, “es dar un salto a lo intuitivo para alcanzar al sabio, quien, con su actitud receptiva, permite que la realidad penetre en él”.
Con un sereno ahondamiento en todos estos pensamientos, Biografía del silencio aborda la meditación como una vivencia, tremenda y fascinante, de muerte y renacimiento. Tal cual, sin concesiones a la ligereza de otras estanterías tristemente cercanas en la librería. Esto no ha supuesto un obstáculo para su gran éxito de ventas, “algo que, en cierta medida, es sorprendente”, opina el autor. Sin embargo, viene avalado por el hecho de que “actualmente hay una enorme búsqueda espiritual por parte de muchas personas, gente de la Iglesia y de fuera de ella, que sienten una profunda insatisfacción ante la vida puramente material, desean responder a un anhelo interior y encuentran en la meditación, en el camino del silencio, al menos una puerta que pueden traspasar”.
Este fenómeno editorial despuntó cuando se cumplían treinta años desde que el director alemán Philip Gröning pidiera permiso a la Orden de los Cartujos para rodar su impactante documental El gran silencio, un auténtico acontecimiento cinematográfico europeo, sin diálogo (promocionado con el lema “sólo al prescindir del lenguaje se empieza a ver, sólo en el silencio más absoluto se empieza a oír”), cuyo estreno en España data del año 2006. Es un buen momento para revisarlo, bastan apenas unos minutos para comprobar cuánto nos cuesta concentrarnos en el silencio y, a la vez, cuán necesitados estamos de ese urgente silenciamiento para seguir evolucionando.
MAICA RIVERA (@maica_rivera)
Una versión de este artículo fue publicada en el número de marzo de 2014, 250, de la edición impresa de la Revista LEER.