La revolución del teatro argentino
HASTA HACE POCO el teatro argentino era un gran desconocido entre nosotros, pero de un tiempo a esta parte algunos jóvenes autores —Veronese, Daulte, Tolcachir, Spregelburd— saltan con cierta frecuencia a nuestras carteleras. Está bien que así sea, pues Buenos Aires es hoy por hoy la capital teatral del mundo hispánico, con una actividad admirable tanto en los teatros de la calle Corrientes como en las mil y una salas que pululan en sus barrios periféricos. Esta pujanza del teatro argentino no nace de la nada sino de una moderna aunque importante tradición, dentro de la cual tiene un relevantísimo papel la figura de Carlos Gorostiza y su obra, El puente.
Estrenada en 1949, el mismo año de Muerte de un viajante, de Arthur Miller, y de Historia de una escalera, de Antonio Buero Vallejo, la pieza supuso un revulsivo en la escena argentina de su tiempo. Se trataba de un drama con un fuerte contenido social, cuyo conflicto ponía en juego el difícil diálogo entre las clases pudientes y las menesterosas. Ese diálogo estaba simbolizado por el puente en cuya construcción intervenían un ingeniero y un trabajador, personajes a los que nunca ve el espectador pero que al final une la muerte tras ser víctimas de un accidente. Con este desenlace trágico de la obra, el autor invitaba a los espectadores a trasladar ese diálogo social fuera del teatro. Curiosamente, ni peronistas —entonces en el poder— ni comunistas quedaron satisfechos por su mensaje conciliador pero valiente. El éxito del drama fue, sin embargo, incontestable. El público se vio reconocido en aquella historia, en la que tenían un protagonismo fundamental los jóvenes de la calle —la barra—, con su habla porteña, muy contaminada por el lunfardo, durante un tiempo tan mal considerado por las instancias académicas y hasta gubernamentales.
A principios de los años 50, El puente llegó a manos de Buero Vallejo, que, entusiasmado por su condición trágica —tan coincidente con Historia de una escalera— y su estética neorrealista, la adaptó para un público español. Lamentablemente, la censura franquista impidió su estreno. Desde entonces se inició entre Buero y Gorostiza una gran amistad epistolar, pues nunca tuvieron la ocasión de conocerse, ni siquiera cuando Gorostiza vino a España, como responsable de Cultura en el gobierno del presidente Alfonsín.
Quedó así fatalmente inédita en nuestros escenarios El puente, una obra que sigue tocando la sensibilidad del público actual, como lo demuestra su reciente puesta en escena por la compañía Teatro del Pueblo en este 2014. A los sesenta y cinco años de su estreno, cuando acaba de cumplir noventa y cuatro primaveras, Carlos Gorostiza ha sido testigo de ello.
JAVIER HUERTA CALVO
EL PUENTE Carlos Gorostiza Cátedra. Madrid, 2014 280 páginas. 11,30 euros Una versión de este artículo aparece publicada en el número de noviembre de 2014, 257, de la edición impresa de la Revista LEER. Disponible en quioscos y librerías de toda España (¡suscríbete!).