Leer a Spinoza
Desde la publicación, en el ya lejano 1975, de su primer libro sobre Spinoza en la editorial Seuil de París, Pierre-François Moreau ha ido constituyéndose en una referencia ineludible en el campo de los estudios spinozanos y, más ampliamente, de los estudios sobre la filosofía del siglo XVII. Dos acontecimientos mayores marcan esa carrera académica: la publicación en el año 1994 de su magistral Spinoza. L’expérience et l’éternité en las Prensas Universitarias de Francia y el inicio de un proyecto de grandes dimensiones y aún no terminado, la nueva edición crítica de las obras de Spinoza, que sustituya a la vieja edición realizada por Carl Gebhardt en los años veinte del pasado siglo.
En los márgenes de esas dos obras mayores, Moreau ha ido desarrollando un trabajo paciente de esclarecimiento de aspectos concretos de la obra spinozana, que han ido viendo la luz en revistas especializadas y no demasiado accesibles al gran público. Problèmes du spinozisme, publicada en 2006 por la parisina editorial Vrin, recogía una muestra esencial de esos trabajos agrupados en tres grandes secciones: “Materiales”, “Problemas” y “Nociones”.
Con una ligera modificación en el título –que pasa a ser Spinoza, filosofía, física y ateísmo– es lo que acaba de publicar ahora en español A. Machado Libros, en una cuidada traducción del quizá más brillante de quienes en España investigan sobre la filosofía en el siglo XVII: Pedro Lomba. El resultado es un libro breve, brillante y rigurosamente didáctico. Que puede ser leído como una introducción al Spinoza que habla de nuestro propio tiempo, pero también como un abordaje técnico de algunos de los puntos más disputados en la interpretación contemporánea del judío holandés.
El título español nos pone ante los aspectos más polémicos y más renovadores de ese trabajo de cuatro decenios de Moreau. Porque es en efecto la pretensión de fundar una filosofía materialista, anclada en la revolución galileica de la física y al margen de cualquier contaminación teológica, lo que define a ese nuevo Spinoza que emerge en la lectura del grupo de entonces jóvenes investigadores formados en el entorno de la École Normale Supérieure de París bajo la doble influencia de Louis Althusser y de Alexandre Mathéron, predecesor, éste último, de Moreau en su cátedra de filosofía de la École.
La filiación spinozana ocupa el primer bloque del libro: “Materiales”. Es una tarea compleja, al tratar de establecer las fuentes de un pensamiento tan deliberada y explícitamente empeñado en romper con todas las tradiciones previas como lo es el de Baruch Spinoza. Moreau fija un primer hilo, que abarca a todo el pensar más radical del siglo XVII: Lucrecio y el redescubrimiento de Epicuro, sobre el cual se reconstruye todo el pensar moderno. Un epicureísmo que permite leer a Descartes con una distancia crítica imprescindible para solventar las fuertes limitaciones –teóricas como religiosas– del maestro. Una distancia que va enfatizándose desde el primerizo trabajo cartesiano de Spinoza en los Principia hasta la demoledora crítica que del cartesianismo se contiene en la Ethica.
De esa crítica de la insuficiencia de Descartes a la hora de desarrollar una teoría coherente de la substancia procede la sólida posición desde la cual Spinoza va a poder afrontar los dos ejes clave del pensar moderno: ateísmo y materialismo, cuya genealogía es aquí trazada por Moreau con todo cuidado. Ante todo, porque ninguno de los dos términos significa en el siglo XVII lo que puede significar para nosotros. Y porque el anacronismo es el enemigo mortal del historiador.
“Ateo” no es, para los contemporáneos de Spinoza, una designación técnica. Es una descalificación, casi un insulto. Que cae sobre buena parte de los pensadores que buscan renovar el pensamiento del barroco. Y que, proyectada sobre el autor del Deus sive Substantia, sive Natura, puede resultar particularmente paradójico. Judaeus et Atheista es el tópico que atravesará el final del XVII y se prolongará a lo largo del XVIII para dar razón de la rareza spinozana. Moreau muestra en qué medida esa designación es verdadera a pesar de la intención de quienes la formulan, y en un aspecto teórico crucial: la crítica de las finalidades y del sentido. La abolición, con ello, de todo concepto de trascendencia. Y, consiguientemente, de salvación.
De ahí la cautela conclusiva con la que Moreau hace el saldo del problema hoy: “Es evidente que el término Dios es uno de los que más efecto tienen en su sistema. Podemos concluir, pues, que [Spinoza] es ateo sintácticamente, pero no morfológicamente. En cuanto a la semántica histórica del ateísmo, consiste en preguntarse, no si Spinoza es ateo o no, sino qué ha debido ser el término Dios para que el término ateísmo y sus contrarios puedan aplicarse sucesivamente a la misma doctrina”.
Descifrar a quienes leyeron a Spinoza en los cuatro últimos siglos y discernir lo que en su lectura superpusieron de su propia perspectiva es la tarea de historiar la filosofía. En la cual, el libro de Moreau dicta su lección magistral.
GABRIEL ALBIAC
SPINOZA. FILOSOFÍA, FÍSICA Y ATEÍSMO
Pierre-François Moreau A. Machado Libros. Madrid, 2014 270 páginas. 22 euros Una versión de este artículo ha sido publicada en el número de octubre de 2014, 256, de la edición impresa de la Revista LEER. Cómpralo en quioscos y librerías, o mejor aún, suscríbete.