COMO UN SOL VIOLENTO y DESORIENTADO, la literatura negra nació en el oeste y va camino de ponerse en el este, en un continente asiático aún poco explorado por el género –al menos en España– pero con mucho que ofrecer. En ese adivinado ocaso hay un destino principal: la elefantiásica China, el país de 1.300 millones de habitantes y al que la pujanza de las tríadas (mafias), el furor urbanístico y la corrupción política y económica convierten en perfecto huésped para el parásito del crimen literario.
El género iniciado por Carroll John Daly y Dashiell Hammett en los Estados Unidos de los años treinta, con su Ley Seca y sus gánsters, ha alcanzado en la última década su cénit en Europa, y aunque el amigo americano sigue dando autores tan notables como Dennis Lehane –sin olvidar a homólogos latinoamericanos como Saccomanno o Padura–, está claro que lo negro ha brillado en los últimos años encima de las ciudades europeas, especialmente sobre la nieve de las nórdicas, gracias al éxito de autores como Stieg Larsson. Ahora, el anochecer podría ser oriental.
Sin que se haya deshelado aún el interés de los lectores por las historias que surgen del frío de Åsa Larsson o Jo Nesbø, muchos vuelven ahora sus ojos hacia el continente vecino en busca de novelas tan crudas como el sashimi. Y las están encontrando en escritores como los chinos Diane Wei Liang o Qiu Xiaolong (editados en España por Siruela y Tusquets) o los japoneses Natsuo Kirino, Miyuki Miyabe o Keigo Higashino (Emecé, Quaterni y Ediciones B, respectivamente). El atractivo que tienen sus propuestas se demuestra en la atención a la literatura negra oriental de dos de los principales festivales del género en España. Mientras que Xiaolong ha sido este verano uno de los invitados estrella en la última edición de la Semana Negra de Gijón, donde protagonizó charlas y encuentros con lectores –siempre con una sonrisa y firmando cuantos libros le pusieran delante–, Getafe Negro ha elegido a la literatura negra japonesa como protagonista de su séptima edición.
Eso indica que el rastro de la nueva sangre literaria conduce desde las solitarias calles de Estocolmo que recorría el periodista Mikael Blomkvist de Larsson hasta las populosas del Shanghai del inspector Chen Cao, protagonista de las novelas de Xiaolong. Aunque algunos de los principales autores chinos de novela negra, como es el caso de los citados Xiaolong y Wei, no viven en el país al que pertenecen y en el que sitúan sus historias, esta condición periférica (por llamarla así), además de sus problemas con la censura, no hace sino acrecentar la atracción por ellas, al tiempo que aumentan sus traducciones y difusión.
Xiaolong hace más de veinte años que reside en EEUU, donde es profesor en la Universidad de Saint Louis, mientras que Wei vive en Londres. Ambos retratan las contradicciones del gigante asiático desde los difíciles años de Deng Xiaoping al momento actual, de una extraña esquizofrenia comunista-capitalista, y dejan la puerta entreabierta para observar la vida cotidiana de sus dos principales ciudades: su capital política, Pekín (Wei) y la considerada como su capital económica, Shanghai (Xiaolong). Y, como nuestro Carvalho, ninguno deja pasar la oportunidad para alabar las delicias de la gastronomía china, por lo que, al igual que los de Vázquez Montalbán, sus libros sólo son aptos para ser leídos/devorados con el estómago lleno… o la nevera bien cerca.
En Japón, la novela negra es desde hace años uno de los géneros más leídos. Aún insuficientemente traducidos en España, el país del Sol Naciente tiene sus propios tótem de lo literariocriminal en autores como Edogawa Rampo, que fundó la Asociación de Escritores de Misterio de su país, o Seicho Matsumoto, que obtuvo el premio literario más importante de Japón: el Akutagawa, cuyo ganador recibe un millón de yenes y… ¡un reloj de bolsillo! La referencia al autor que le da nombre, Ryūnosuke Akutagawa, el más talentoso de la generación neorrealista japonesa de principios del siglo pasado, permite también recordar uno de los mejores relatos que se han escrito en el género negro: En el bosque, inspirador de la película Rashōmon, de Kurosawa.
NOEMÍ SABUGAL
Una versión de este artículo ha sido publicada en el número de septiembre de 2014, 255, de la Revista LEER (cómpralo, o mejor aún, suscríbete).