La perfecta novela americana
Picker, Barkan, Guthman, Dane, Dyson, Stein, Lowenstein, Halperin, Woodcock, Sterling Munro Jr., Feld, Davidoff, Conyers, Lambert, Mott, Dellums, Schorr, Dogole, Newman, MacGrory, es la lista de los reyes godos, en este caso, enemigos de Nixon que Harry Silver recita durante un TAC. Es su salvoconducto a la cordura, para cerciorarse de que el ictus no se ha llevado todo. Y no es que Harry tenga ahora mismo motivos para pensar que su vida ha dado un trompo, ¡no! En las últimas semanas han internado a su hermano en un psiquiátrico por matar con la lámpara de la mesilla de noche a su cuñada –bien es verdad que al descubrir George que su hermano mayor la estaba consolando a mayores en su ausencia después de que su ingreso tras un accidente mortal de carretera-, su mujer, la chino-norteamericana con poco gusto y sobre todo pulcritud para elegir restaurantes asiáticos le ha abandonado.
Su abogado ha aprovechado la coyuntura para darle la espalda, amparándose en la traición a su esposa y no es que encuentre mucho apoyo en la comunidad judía, a no ser que esté dispuesto a sustanciosos donativos. Para más inri, su tarjeta de crédito está bloqueada y el seguro médico que ahora le es tan necesario, lo ha dado de baja Claire, la esposa despechada no sin antes enviarle cajas como para sepultarlo con todas las pertenencias de su antigua vida. ¿Que a quién no le ha pasado algo similar? Pues a Harry, hasta el momento la vida le había dado tregua con una plaza rutinaria en la universidad y una existencia ordenada, pero ni siquiera sus clases sobre “Dick el Tramposo” serán ahora un alivio a sus peripecias, porque acaban de cancelar sus sesiones. Nadie quiere tener al hermano de un asesino, por muy ejecutivo televisivo que sea al cargo de estudiantes, aunque el pretexto oficial sea que la historia ya no interesa a los universitarios, a no ser que la revistas con el morbo de las relaciones no apropiadas que reconoció tener Clinton con una becaria demasiado aficionada a conservar sus trajes.
La autora de la novela es despiadada al revelarnos todas esas intimidades que se guardan en los cobertizos o en los patios traseros de toda casa estadounidense y que están tan al alcance de cualquier como hábil sea uno con las redes sociales. A Harry no le fue mal hasta que se descubrió esposado por unos menores, hijos de una adicta al sexo con desconocidos. Por cierto, él tendrá que ejercer a partir del encierro de George como tío de Ashley y Nate. Quizá tanta aventura le permita a nuestro protagonista ordenar las infinitas notas sobre el presidente más odiado y sacar su libro. Siempre que no se acuerde del fogoso apretón del Día de Acción de Gracias y vuelva a las andadas.