La Rue del Percebe de Chris Ware
Los edificios que habitan las ciudades son personajes que han ido fraguándose en la escenografía de los cómics. Nadie puede olvidar la inquietante Gotham en la que se desarrollan las intensas aventuras de Bruce Wayne disfrazado de Batman, luchando contra los criminales y otros seres malignos. En la memoria colectiva está el edificio del periódico Daily Planet, en cuyas oficinas se conocieron Clark Kent y Lois Lane. Nuestra mirada se ha asomado muchas veces a ese ajetreado espacio de mesas llenas de papeles y máquinas de escribir.
Los cómics de superhéroes nos llevan por la arquitectura de las ciudades a un ritmo trepidante donde el vértigo es parte fundamental de las sensaciones que trasmiten. En las azoteas y paredes de los rascacielos podemos ver a Peter Parker transformado en hombre araña. La superficie pulida se impregna de su rastro pegajoso construyendo una fina tela deslizante cuyos hilos le ayudan a enfrentarse al mal.
Parece que las ciudades son el paisaje perfecto para que nuestra imaginación se entretenga contemplando el espectáculo de la lucha del bien contra el mal. Pero las ciudades no son sólo el reino de los superhéroes. El cómic de temática familiar también se ha construido en el corazón de las ciudades. Sus personajes viven en casas o apartamentos, y sus aventuras y desventuras giran alrededor de las cuatro paredes del hogar familiar.
Los tebeos de la escuela Bruguera educaron la mirada de varias generaciones de españoles que aprendieron a entender el humor de los dibujos y a apreciarlos con una peculiar finura estética. ¿Qué diseñador no quedaría fascinado con el mobiliario minimalista de Leovigilda y Hermenegilda, esas hermanas que inventó Vázquez en 1949? La educación artística de los tebeos mezclada con la capacidad para entender el humor más disparatado nos transformó en lectores intuitivos que con los años sonríen al encontrar el rastro de la Escuela Bruguera como una huella indeleble trazada en una carcajada agridulce. El Bardín de Max es hijo de esa escuela de la infancia lectora española, aunque visitase la línea clara franco-belga y se asomara a la frialdad del estadounidense de Chris Ware.
La escuela Bruguera ha sido una herencia gráfica de autores magníficos que he llevado a todas partes. Hay autores y obras que reivindico con fervor de lectora convertida a la causa de los tebeos desde siempre. Y así con esa naturalidad patriótica de los que vivimos lejos y recordamos nuestra infancia con más intensidad le regalé a Chris Ware hace 10 años una recopilación de quiosco de la 13 Rue del Percebe. Fue aquel verano en el que Ángel de la Calle me invitó a organizar una exposición sobre Fantagraphics para la Semana Negra y me las arreglé para traer a Joe Sacco, Charles Burns, Jessica Abel, Gary Groth y Chris Ware. La cordialidad de la ciudad de Gijón y todos los que hacen posible la Semana Negra lograron enternecer a este grupo insólito de creadores capitaneados en aquellos días por un Gary Groth relajado que contemplaba con sorpresa la pasión española por su línea editorial.
Chris Ware disfrutó de aquel viaje pese a su temperamento retraído que compensaba Marnie, su adorable esposa. Llevaba una pequeña cámara portátil y grababa obsesivamente los edificios. Caminaba pegado al objetivo de aquel pequeño aparato, tratando de recoger todas las siluetas de la ciudad. Fue entonces cuando le regalé aquella recopilación del 13 Rue del Percebe que había creado Ibáñez en 1961. Traté de explicarle los personajes y el tipo de humor. Él estaba fascinado con ese edificio donde uno era lector poliédrico de muchas historias en una sola página autoconclusiva. Le expliqué que nuestra generación estaba impregnada de estos dibujos y del humor de aquel edificio disparatado donde uno podía ver a la vez todo lo que sucedía. Las viñetas eran los apartamentos y en cada uno se escondía la esencia de una España de otra época muy estereotípica pero que sin embargo se sentía muy viva.
Tiempo después, cuando en 2006 Chris Ware dibujó la portada del New Yorker para celebrar la semana de Acción de Gracias y la dividió en varias partes, no pude dejar de pensar en la Rue del Percebe, como si los personajes de Chris Ware se hubieran trasladado a vivir allí. Hace un par de años, un amigo librero que sabía de mi fascinación por los tebeos me regaló una edición especial de la Rue del Percebe donde uno construye la casa. El libro se transforma en un objeto de cartulina y los personajes son recortables que vas colocando. Era una versión modestísima del universo Ware, que sin saberlo tiene a su alter ego habitando en algún rincón de esa 13 Rue del Percebe.
Estoy segura que Kim Thompson me daría la razón, convencido de que Ware y su universo de cartulinas y libros de letra diminuta es un catalizador de muchas tradiciones que en la mirada estadounidense dirigiere con absoluta sorpresa. Ese público desconoce los textos iluminados, las miniaturas que decoraban libros y pergaminos de tiempos anteriores a la imprenta en Europa o Asia, y no se detienen ni siquiera a buscar entre las revistas de sus bisabuelos las posibles formas gráficas que inspiraron a Ware.
La caja llena de recortables y tebeos que ha inventado Ware en su Building Stories es como una gran caja de juegos reunidos con los tableros de juegos, los libros de instrucciones y las fichas planas. Todo elaborado con la obsesiva meticulosidad de las miniaturas. La forma se apropia del fondo y nos confunde, es una Rue del Percebe densa de personajes tristes, en una América contemporánea donde la frialdad es el nuevo lenguaje. La voz es un edificio en el que vive una mujer que trata de descifrar su propia tristeza y crece en la agonía de una vida familiar llena de ansiedades. En la caja de juegos de Chris Ware las historias que construimos están maceradas por las ruinas de un presente desalentador. Uno deja de leer para observar todo aquello con cierta extrañeza incómoda porque cuando éramos niños la desesperanza de los personajes de la editorial Bruguera nos causaban risa.
ANA MERINO
Una versión de esta entrevista fue originalmente publicada en el número de noviembre de 2013, 247, de la Revista LEER (cómpralo en tu quiosco, en el Quiosco Cultural de ARCE, o mejor aún, suscríbete).