Esta semana arranca en el Parque del Retiro la 73ª edición de la Feria del Libro de Madrid, y con ese motivo LEER reunió el lunes a un puñado de editores y libreros independientes para conversar y discutir en torno al paradigma que los unos representan y los otros prescriben.
Mientras grandes editoriales, con grandes costes y grandes estructuras, entonan lamentos de intensidad variable –por la crisis, por las consecuencias de la revolución digital y por la reducción de márgenes–, ensayan fusiones y concentraciones y (algunos) demuestran su nerviosismo con erráticas políticas editoriales, a unos cuantos sellos pequeños (y medianos) venimos escuchándoles palabras de prudente satisfacción. Así fue el pasado mes de octubre, durante un encuentro con editores independientes madrileños en la última edición del salón LIBER; así hace unas semanas en conversación con Santiago Fernández de Caleya, responsable de Turner, reciente premio nacional a la Mejor Labor Editorial: entre 2011 y 2013 sus ventas en librerías han crecido un 40%.
Esta y otras historias de éxito vienen a resarcir a una figura, la del editor, maltratada desde hace tiempo en algunas grandes editoriales, sometidos a la tiranía de los ejecutivos de cuentas y los responsables de marketing.
Precisamente uno de los aspectos irrenunciables de la estrategia de Turner es su trato constante con el librero. Conscientes de su función prescriptora, recorren España para conocerles y presentarles sus novedades, aun reconociendo que su situación, que ya viene siendo muy difícil, promete serlo aún más.
¿Qué pueden aprender las librerías de sus colegas los editores independientes? ¿Cómo pueden reconvertirse y encontrar un modelo sostenible? Con estas premisas, las de dos actores del sector del libro estrechamente relacionados pero en coyunturas distintas, quisimos reunir en Espacio LEER a pequeños editores y libreros. Emilio Sánchez Mediavilla, de Libros del K.O., y Donatella Iannuzzi de Gallo Nero; Guillermo Enríquez, socio de la recién nacida Cave Canem, verdadera librería de autor, y María Herráez, librera de Machado Libros, una de las librerías de fondo más importantes de Madrid.
La distendida conversación (a la que se incorporaron otros editores como Samuel Alonso Omeñaca de Libros del Zorro Rojo o David M. Copé de Sexto Piso) arrojó conclusiones interesantes; algunas curiosamente convergentes con las de los debates en torno a la educación que LEER ha convocado antes y después de su número de mayo; por ejemplo, que la lectura es un hábito de libertad y de conciencia ciudadana tan necesario como deficiente en nuestra sociedad, en el seno de las familias e incluso en la comunidad educativa.
Abrió fuego con entusiasmo y locuacidad Donatella Iannuzzi, de Gallo Nero –cuyas dos últimas referencias son el excelente La estación del sol de Shintaro Ishihara, una suerte de Menos que cero de la juventud japonesa de finales de los 50, y R. Crumb. Entrevistas y cómics– estableciendo algunas exigencias de la pequeña edición: destacarse entre una oferta “mareante” por cantidad y calidad, especialmente en narrativa, con propuestas atractivas y muy cuidadas en forma y contenido y pelear librería por librería para ganarse la atención y el interés de los libreros, topando en ocasiones con la incomprensión de algunos de ellos. No obstante, Iannuzzi se congratuló de que incluso en las pequeñas librerías de provincia sometidas al movimiento de novedades impuesto por los grandes sellos, muchos libreros dispongan pequeñas mesas a modo de trastienda alternativa para atender las propuestas de los editores independientes. Y es que “el librero aprecia el libro hecho con cariño”.
Materiales con los que trabaja en Cave Canem Guillermo Enríquez, que en Espacio LEER dejó claro desde el principio que hay editoriales que no traspasan sus puertas; un veto intelectual que tiene que ver tanto con las condiciones “leoninas” que algunas de ellas imponen como con la rigurosa propuesta ética y estética de la librería que regenta con Alejandro Schwartz. Guillermo reconoció que su negocio es sostenible porque ambos tienen otro trabajo. Una librería lucrativa exigiría un movimiento que la suya no puede tener. Tampoco se plantean la respetable alternativa de otros compañeros, el café-librería, porque no tienen licencia… y porque no quieren ser camareros. La experiencia, no obstante, merece la pena, aunque “el librero ya no puede sentarse a leer y esperar. Hay que desarrollar músculo de difusión”, prácticas casi de gestión cultural.
El modelo de Machado Libros es distinto. Estamos ante una librería de fondo consolidada, pero obligada a ampliar su actividad con talleres literarios o presentaciones para mantener su entidad y su identidad, y a colaborar e interaccionar con nuevas realidades como los blogs literarios. Navegamos de nuevo, aunque en otra clave, por lo derroteros de la gestión cultural para combatir un escenario adverso configurado por “engendros orwellianos”, palabras de María Herráez, como Amazon. Pese a todo nuestra librera se mostró prudentemente optimista en cuanto a la disposición de la gente a seguir leyendo y dejarse asesorar por el librero para sumergirse en universos lectores que a priori les resultan ajenos. Así señoras de mediana edad que se aficionan George R. R. Martin, o que en los talleres de poesía se dejan seducir por lecturas hardcore tipo Ginsberg, tal y como señaló su compañero de Machado Álex Portero, quien subrayó que al final todo sigue teniendo que ver con una liturgia, la del libro-objeto, que permanece vigente.
Así lo corroboraron Laura Sandoval y Daniel Álvarez Prendes de Hoja de Lata, editores independientes radicados en Asturias que aprovecharon su visita a Madrid para pasarse por el acto de LEER con su última novedad en la mano, el muy apetecible Memoria del vacío de Marcelo Fois. Ambos refutaron prejuicios como que en provincias se lee poco o lo exclusivamente masivo e ilustraron la idea de que “leer es sexy” con la manzana de cafés-librería surgida recientemente en Gijón y en las que las pequeñas editoriales son las protagonistas.
Sellos que, además del rigor de su propuesta, alcanzan cierta difusión y popularidad gracias a una buena imagen con la que construyen una base de lectores más o menos estable abonada a sus novedades. En esas coordenadas se mueven los Libros del K.O. de Alberto Sáez, Guillermo López, Álvaro Llorca y Emilio Sánchez Mediavilla, que con su periodismo en forma de libro han consolidado en menos de tres años una reputación deudora tanto de su buen hacer como de su atinada difusión. Como hace un año en nuestra sección del papel Los Otros Editores, Emilio confirmó que para un sello como el suyo y en un mercado como el español, el digital sigue siendo marginal –en el entorno del 2%–.
Y en vísperas de la Feria de Madrid fue de los que se mostró más entusiasta respecto al certamen madrileño. La experiencia del año pasado, el primero de Libros del K.O., fue muy buena. Por “el placer de jugar a ser librero” por unos días, por la oportunidad de encontrarse y hablar con la gente –y es que el trabajo de editor independiente es muy solitario…– y, por supuesto, por lo que tiene de inyección económica.
En la Feria, un año más, libreros y editores independientes serán los que obtengan el favor del público lector; no aquel que acude a las firmas de los personajes televisivos que ponen su rostro y su nombre a un objeto encuadernado. Un fenómeno que por la dimensión que ha adquirido ya va necesitando un espacio aparte para que las aglomeraciones que conlleva no condicionen la actividad de autores y libreros de verdad.
Independientes como los reunidos en LEER representan el espacio de resistencia de la cultura del libro cuando esta parece desaparecida de los discursos masivos o se manifiesta de manera reblandecida. Su trabajo invita a que el libro vuelva a ser objeto de conversación. Volvamos a hablar de libros. ¡Feliz Feria del Libro!