sazón de juan ramón
Llega hoy a las librerías el primer volumen de un libro fascinante, este Vida de Juan Ramón Jiménez, producto de un titánico trabajo de reconstrucción, digno de los desvelos del poeta, a cargo de Mercedes Juliá y Mª Ángeles Sanz Manzano a partir de papeles fragmentarios y sucesivamente enmendados (la enmienda permanente en JRJ: sobre los originales manuscritos, sobre las mecanografías de Zenobia, sobre los textos ya publicados…). El inédito Vida aparece como un bellísimo breviario, fruto precioso de la sensibilidad de su editor, Manuel Ramírez, y de los responsables del diseño de la colección de Clásicos Contemporáneos de Pre-Textos, Alfonso Meléndez y Andrés Trapiello.
Vida no fue concebido por Juan Ramón como una autobiografía al uso; tenía que ser una poliédrica elucidación de sí mismo, una revelación de la verdad del todo indisoluble que conformaban el poeta y su poesía. Los primeros intentos de planificar la obra, planteada en principio como una suerte de antología, se remontan a 1923, pero es en 1928, año de la muerte de su madre, cuando se lo impone con más intensidad. La muerte de la “Mamá Pura” le coloca frente a frente con la muerte, redobla la conciencia de tener el tiempo tasado. De entonces datan los primeros índices de la obra, de los muchos que realizará; en el archivo puertorriqueño de JRJ se hallarán más de un centenar de ellos.
Será ya en el exilio, en 1940, cuando la construcción de Vida se antoje ineludible; cuando, sin perder su esencia antológica, adopte una connotación verdaderamente biográfica. El repaso a la riqueza, extensión y variedad de su obra poética tendría como materia prima básica sus propios escritos, pero también los de los otros, complemento inevitable de la galaxia juanramoniana: la obra de los autores que le habían influido, la de aquellos que se habían nutrido de su poesía, su correspondencia con unos y otros.
El objetivo: darse a la posteridad como él quería. “Urgía al poeta”, explican Juliá y Sanz, “restablecer la imagen correcta y exacta de sí mismo, para que se le conociera y recordara como él deseaba ser conocido y recordado: con sus faltas, pero también con sus virtudes y principios”. JRJ se sentía injustamente tratado, calumniado incluso, y quería defenderse y explicarse. Tenía en mente el poder de fijación de las Confesiones de Rousseau. Y como Rousseau crea Juan Ramón un nuevo modo de escritura autobiográfica. En ese añadir a la literatura original de Vida una muestra significativa de su obra y de la obra de terceros quería Juan Ramón explicitar la fusión de vida y obra y ofrecer asimismo una suerte de historia de la poesía española contemporánea. Vida era, para las responsables de su reconstrucción, “una excusa para recordar o revivir su pasado, y al mismo tiempo para reforzar su identidad”. Consciente de que el exilio podía ser vitalicio, el proyecto lo mantenía, en palabras del poeta, “más cerca y más dentro quizás de España y de mí que nunca”.
Este primer volumen recoge la “autobiografía sencilla” que debía encabezar la obra; concebida como un collage, liberada de la cronología, en la que todo es presente, como su escritura, “un presente sin tiempo”, sometida a la inconstancia temporal impuesta por su autoexigencia y sus decaimientos, por los cambios sucesivos y permanentes de quien se reconoce “mártir del perenne proyecto fujitivo”.
Abrimos el libro al azar. Leemos: «MI TODO Y MI NADA. En Moguer, cuando yo era un muchacho murió de hemofilia una muchacha de quien yo estaba enamorado. Ella tenía su novio, yo tenía mi novia, y no fue novia mía aunque tenía para mí una verdadera simpatía.
«Era esbelta y delgada, de un blanco mate y opaco que a mí me parecía de luna. Tenía unos ojos que a mí me parecían “color de violeta con puntos de oro” (frase de la que la jente se reía), grandes y hondos como si fuera toda ella una sonrisa carnosa y limpia. Era jenerosa y sincera, buena como una rosa. Y era pobre. Murió”. Y no podemos más que seguir leyendo este libro que es un acontecimiento.
BORJA MARTÍNEZ (@BorjaMzGz)